La Cámara Uruguaya de Fuegos Artificiales (CUFA) está dispuesta a ceder entre el 30% y el 50% del mercado, correspondiente a petardos y otros productos de estruendo, para reducir, al menos, diez veces el impacto sonoro. El proyecto de ley establece la prohibición de la venta y uso de artefactos de estruendo con ruidos superiores a 110 decibeles el primer año, de 100 decibeles a los dos años y de 90 decibeles a los tres años. “Los petardos son responsables del 90% del ruido. Si se sacan, el ruido baja unas 10 veces y se logra algo importantísimo para todos”, dijo Gustavo Prato, presidente de CUFA.
Y añadió: “La escala de decibeles no es lineal. No es como los kilómetros por hora por los que 110 es casi lo mismo que 120. Bajar a 110 decibeles ya implica 10 veces menos de ruido del que tenemos hoy. La mitad entre lo que nosotros pedíamos y lo que otros pedían era de 115”, explicó.
¿Cómo se entiende la escala del sonido? Hay que tener en mente que la escala de decibelios es logarítmica.
Elizabeth González, directora del Departamento de Ingeniería Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Udelar, dio la clave a Domingo: “Dos fuentes iguales suman tres. Así, 30 más 30 no da 60, sino 33; tenés el doble de energía de 30. Cada vez que se duplica, la energía sube tres decibeles. Si estás subiendo de a 10 decibeles estás multiplicando por más de ocho veces la energía”. Con esto se entiende que la diferencia de impacto sonoro entre, por ejemplo, un producto de 100 decibeles y uno de 110 “es bastante”. Las bombas brasileras, un producto que era el más vendido hace 25 años en el mercado uruguayo y que se traía de contrabando, provocaban un estruendo de 130 decibeles, lo mismo que un martillo neumático.
Por otra parte, Prato aclaró que los valores deben ser medidos a una distancia horizontal de 100 metros y también debe ser tenido en cuenta el tiempo de exposición. “Nos guiamos por los parámetros de la OMS que dice que para niños la exposición a fuegos artificiales de hasta 15 minutos a 120 decibeles no es dañina y para adultos es hasta 140 decibeles. Por ejemplo, si uno va a un partido de fútbol en un estadio lleno, el ruido constante supera los 110 decibeles. Un grito de gol puede llegar a los 140 decibeles”, expresó.
González, especialista en acústica ambiental, explicó que la distancia genera una atenuación que depende del tipo de fuente (puede ser “inverso a la distancia o inverso al cuadrado de la distancia”). Cuanto más lejos, menos impacto.
“No es lo mismo lo que recibe el que tiró el fuego artificial que aquel al que le pasa por encima de la cabeza o que aquel a quien le pasó lejos”, expuso.
Respecto a la salud auditiva, González indicó que según el tiempo, la distancia y la forma de exposición, los fuegos artificiales pueden provocar “episodios traumáticos” como rotura de la membrana del tímpano o la dislocación de la cadena de huesecillos del oído. “Estas consecuencias, por lo general, no aparecen en una exposición continuada”, apuntó.