Redacción El País
Durante décadas, Florinda Meza fue sinónimo de una vecindad que marcó la infancia de millones de niños en América Latina. Pero la mujer detrás de los ruleros y el delantal de El Chavo del 8 tiene una historia que excede por mucho al personaje de Doña Florinda.
Hoy, a los 75 años, Meza vuelve a los titulares. No por un nuevo papel en cine o TV, sino por su retrato en la serie Chespirito: Sin querer queriendo, producida por HBO Max. El programa revive la vida de Roberto Gómez Bolaños, y con ella, las tensiones que marcaron su círculo más íntimo.
En redes, las críticas se acumulan: se la acusa de haber controlado al comediante, de haber roto su familia, de aprovechar su fama. Ella responde, firme: “Fui su segunda esposa, sí. Lo hice feliz (…) Le resolví todo y le hice la vida más sencilla para que pudiera ser más creativo y regalar más alegría, porque era un genio”.
Antes de Doña Florinda.
Florinda Meza García nació el 8 de febrero de 1949 en Juchipila, Zacatecas, un pequeño pueblo en el centro-norte de México. Su infancia no fue fácil: la separación de sus padres la dejó al cuidado de sus abuelos maternos, con quienes forjó un vínculo profundo. La muerte de ambos, cuando todavía era niña, marcó su carácter y su sensibilidad. A los 8 años, canalizó la tristeza escribiendo su primera obra de teatro. Encontró en la actuación y la escritura una forma de afirmarse en el mundo.
Formada en la Asociación Nacional de Actores, se entrenó en arte dramático y canto. Durante dos décadas, también se dedicó a la música y fue soprano lírica. Su debut televisivo llegó en 1968 con Videoteatros, y pronto integró programas como La media naranja. Pero su verdadero salto llegaría en 1971, cuando fue elegida para integrar el elenco de un incipiente programa de humor liderado por Roberto Gómez Bolaños.
Dupla creativa y amorosa.
El vínculo entre Florinda Meza y Gómez Bolaños fue, en el inicio, profesional y afectivo. Frente a cámara, Meza interpretó varios papeles -la Popis, Doña Florinda, Chimoltrufia- con una mezcla de comedia y teatralidad que conectó con públicos de todas las edades. Pero su aporte no terminó ahí. A partir de los años 80, se convirtió también en guionista y productora de los programas de Chespirito. Esa influencia creciente generó resistencias dentro del elenco.
Los conflictos con algunos compañeros de reparto son parte del folklore del programa y ahora resurgen con fuerza en la serie de HBO. En uno de los episodios más comentados, se recrea el enfrentamiento entre Meza y María Antonieta de las Nieves, cuando esta última intentó dejar el papel de La Chilindrina. También se aborda el conflicto con Carlos Villagrán (Quico), quien mantuvo una relación sentimental con Meza antes de ser desplazado del programa. Si bien Villagrán ha confirmado el romance, Meza lo ha negado públicamente: “Nunca hubiera andado con un pendejo”, dijo años después.
A pesar de los roces y de los rumores, el universo Chespirito funcionó como una maquinaria prolífica. Juntos, Gómez Bolaños y Meza llevaron sus personajes al cine con películas como El Chanfle, Don Ratón y Don Ratero o Música de viento. También exploraron el teatro y las comedias musicales. El vínculo entre ambos se afianzó, aunque su matrimonio formal llegaría recién en 2004, una década antes de la muerte del comediante.
Más allá del Chavo.
A pesar de estar indisolublemente asociada a su personaje más famoso, Florinda construyó una trayectoria propia. Fue productora y guionista de la telenovela histórica Milagro y magia, que logró difusión internacional. Participó también en otros proyectos televisivos como La dueña y Alguna vez tendremos alas. Y luego del fallecimiento de Gómez Bolaños, se alejó un tiempo del medio.
Su regreso fue gradual. En 2019 apareció en la película Dulce familia, y un año después debutó en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México como soprano invitada en la ópera La hija del regimiento. En ese papel -la Duquesa de Crakentorp- recibió una ovación del público, sorprendiendo a quienes solo la conocían por la comedia.
En el ojo de la tormenta.
La serie Sin querer queriendo volvió a colocarla en el centro del debate. En particular, el episodio seis generó una ola de ataques en redes sociales. El retrato que hace de Meza -celosa, confrontativa, manipuladora- ha sido leído por muchos como una condena. La actriz respondió en sus redes con un mensaje cargado de emociones: “Yo fui también la que se quedó con él mientras estuvo enfermo, lo cuidé de día y de noche por años, hasta que murió en mis brazos”.
Para ella, no hay dilema: fue compañera, no antagonista.
Además, cuestionó la fidelidad de la serie: “Es un cuento, puede ser bonito, incluso divertido, pero no es su biografía”, afirmó. En otro mensaje, recordó que Gómez Bolaños ya era exitoso mucho antes de crear El Chavo del 8, y acusó a la producción -encabezada por los hijos del comediante, -Paulina y Roberto Gómez Fernández- de tergiversar su historia.
La polémica escaló cuando resurgió una entrevista en la que Meza se refirió a la familia del comediante con palabras que muchos consideraron despectivas. Un fragmento de la conversación se viralizó rápidamente: la actriz hablaba de los hijos que Gómez Bolaños tuvo con su primera esposa y los calificaba como “defectos”. La reacción no tardó en llegar: numerosos seguidores del comediante expresaron su indignación, acusándola de faltar el respeto a su memoria y a su entorno familiar.
Desde la muerte de Gómez Bolaños, su figura se convirtió en un activo cultural, comercial y mediático. La disputa por su legado enfrenta, en distintos planos, a Meza con los hijos del comediante. En entrevistas anteriores, ella ha cuestionado sus decisiones y ha defendido su propio rol como parte vital del universo creativo que llevó a Chespirito al estrellato.
Hoy, en medio del revuelo mediático, la actriz enfrenta otra vez el juicio público. Lo hace desde un lugar incómodo, pero con la firmeza de quien conoce de cerca tanto los escenarios como los camerinos. Guste o no, su historia -hecha de luces, sombras, amores y polémicas- es parte inseparable del fenómeno que revolucionó la televisión hispanoamericana.
El llamado “síndrome de Doña Florinda” se popularizó en América Latina como metáfora para describir a personas que, aún manteniéndose en su misma clase social, desarrollan actitudes altivas y despectivas hacia quienes consideran “inferiores”.
Inspirado en el icónico personaje de El Chavo del 8, fue acuñado por el escritor argentino Rafael Ton y retomado por psicólogos como un tipo de discriminación interna, comparada con la aporofobia.
Según Ton, estas personas lanzan mensajes del estilo “todos son chusma excepto yo” y buscan autoafirmarse con pocas ventajas económicas -por ejemplo, pagar el alquiler a tiempo-mientras menosprecian a los demás. Ese complejo genera un sentimiento de superioridad que no se ajusta a su realidad, y puede derivar en hostilidad contra vecinos, colegas o grupos percibidos como “inferiores”.