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La ciencia de descifrar el lenguaje corporal

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Desde el saludo es posible "leer" las actitudes del interlocutor.

COMPORTAMIENTO

Experto en la interpretación de los gestos corporales cuenta las claves de esta disciplina cada vez más utilizada. Más allá de las palabras el cuerpo revela cosas, a menudo más de lo deseado.

Todos mienten. La sentencia coronaba la serie Lie To Me, donde Tim Roth encarnaba a un psicólogo consultor del FBI, experto en lenguaje corporal que podía encontrar la mentira en un ínfimo gesto. Lo cierto es que, a menudo, palabras y gestos van por caminos encontrados. Lo que dice la boca lo está desmintiendo la mano, la pierna que se mueve o la espalda recta, o los hombros caídos. Para no hablar del rostro, donde parecen anidar todas las emociones humanas.

La adecuada interpretación del lenguaje corporal puede contribuir a una mejor comprensión de una situación determinada. En psicología, la correcta interpretación de los gestos se convirtió en una disciplina en sí misma. Algunos prestigiosos psicólogos estadounidenses fueron los pioneros en la materia: los trabajos de Wilhelm Reich, Alexander Lowen y más recientemente Paul Ekman o Daniel Stern hicieron contribuciones decisivas a esta disciplina y enseñaron que, en realidad, la mentira puede ser una herramienta necesaria para la convivencia. Algo que todos conocemos como “mentiras blancas”: aquellas que se dicen con fines benévolos cuando ocultar la verdad sobre algo pretende evitar algún tipo de daño mayor.

El rostro es un libro abierto para interpretar las emociones.
El rostro es un libro abierto para interpretar las emociones.

“El lenguaje corporal es aquella disciplina que intenta comprender el lenguaje del cuerpo que está expresando emociones con sus gestos, que contiene toda una gramática expresiva, y que puede —además— contener toda una historia congelada en formas más o menos cristalizadas”, explica Luis Gonçalvez Boggio, psicólogo y Magister en Psicología Clínica, miembro del Comité Científico Internacional de Psicoterapias Corporales, especializado en la materia.

“La lectura corporal sería aquella herramienta diagnóstica que nos permite visualizar la anatomía emocional de un cuerpo, y el campo de fuerzas que lo diagraman”, señala.

Él imagina el cuerpo humano como un “campo de batalla” donde el terapeuta debe aprender a “leer” la historia de su paciente. “A veces confrontamos historias de pérdidas y de abandono, de ambivalencias o desamparo. Otras veces, de violencia y destructividad desde los primeros momentos de vida. Por ejemplo: de seducción temprana, de abuso”, explica.

La desaprobación o el enfado pueden traslucirse en los gestos.
La desaprobación o el enfado pueden traslucirse en los gestos.

El mecanismo de la mentira

“A veces, tanto los niños como los adultos, mentimos para evitarnos un castigo. Este es uno de los motivos principales de la mentira. O lo hacemos para proteger a otra persona (o a uno mismo )de un daño físico”, agrega Gonçalvez Boggio.

Un claro ejemplo de ello, ilustra el analista, es el caso del niño que está solo en su casa y cuando alguien golpea a la puerta le dice que vuelva después, porque su padre está descansando. En otras ocasiones se miente para obtener una recompensa determinada, que sería muy distinto conseguir por otra vía.

“Otro motivo muy común por el que mentimos es para ganar la admiración de los demás”, añade el psicólogo.

Pero lo cierto es que la lista de motivaciones para mentir puede resultar casi infinita. Desde salvar una situación social incómoda -como por ejemplo una llamada inoportuna o indeseada- o evitar un momento de bochorno, sobre todo frente a otras personas. Pero también se puede mentir por piedad hacia otra persona. A veces la mentira busca proteger la intimidad de la persona, o un intento por controlar información sobre la vida privada. Y la lista sigue.

“Aun así, Paul Ekman en su libro Cómo detectar mentiras, llega a la conclusión que no somos transparentes como los bebés, ni perfectamente disfrazables. Podemos mentir o ser veraces, discernir la mentira o no notarla, ser engañados o conocer la verdad. Lo importante es que podemos optar: esa es nuestra naturaleza”, señala Gonçalvez Boggio.

El psicólogo se pregunta cómo sería nuestra vida si no supiéramos mentir o si triunfara lo “políticamente correcto”.

“Lo políticamente correcto aniquila el deseo. No hay nada menos arriesgado que lo políticamente correcto. Es como que estuviésemos obligados a hablar teniendo un preservativo en la lengua”, asegura el académico.

La posición erguida puede significar gran seguridad en sí mismo.
La posición erguida puede significar gran seguridad en sí mismo.

DECIR Y OCULTAR. “No siempre hay una congruencia entre el lenguaje verbal y el lenguaje corporal, entre el contenido del discurso y la forma y los gestos corporales”, aclara.

Los sonidos de la voz, la entonación, las expresiones faciales, los ademanes, las posturas del cuerpo, la frecuencia respiratoria, el rubor, la palidez, el sudor... Todos son signos que portan información. Y generalmente actúan en forma conjunta y aún superpuesta. En ocasiones, hasta contradicen lo meramente verbal.

El clínico especializado en la materia presta especial atención a estos signos.

“Por ejemplo en una persona adulta que sufrió abuso sexual infantil, podemos encontrar una mirada atemorizada, una capacidad para sonorizar o verbalizar contenidos emocionales sumamente disminuida, con una mandíbula tensionada, un cuello rígido y una pelvis bloqueada, junto a un déficit en su enraizamiento, en su capacidad de sostenerse por sí misma y pararse sobre sus propios pies”, ejemplifica.

El psicólogo pone atención sobre la forma en que se para el individuo, cómo respira, cómo se mueve, cómo se halla el tono muscular en distintas partes del cuerpo.

Quienes descifran el lenguaje corporal han sido convocados innúmeras veces para interpretar el gesto de un alto dirigente político. Por ejemplo, en la foto en la que se podía ver a la canciller alemana Angela Merkel, junto al presidente francés Emmanuel Macron, en la última Cumbre del G-7. Ambos estaban de pie y ligeramente reclinados sobre una mesa ante el presidente de Estados Unidos Donald Trump, quien estaba sentado y de brazos cruzados. Al lado de Trump, su asesor en seguridad John Bolton y a su lado el premier japonés Shinzo Abe. La foto reveló para los expertos los altos niveles de tensión que existieron durante esa reunión en junio del año pasado.

En un año fuertemente sesgado por la propaganda política electoral y el discurso de los candidatos, contar con nociones de lenguaje corporal podría resultar por demás revelador. Sin embargo, no parece tan fácil. “Es sumamente difícil, ya que los políticos suelen poner máximo cuidado en la elección de sus palabras. Someten todo lo que dicen a una censura previa y ocultan con cuidado los mensajes que no quieren transmitir”, apunta Gonçalvez Boggio.

Y para empeorar las cosas, algunos políticos pueden resultar muy hábiles en eso de enmascarar sus gestos. El entendido señala que algunas veces utilizan los recursos de un psicópata o un mentiroso compulsivo, duchos en encubrir sus verdaderas intenciones. “Al igual que un actor, el político puede escribir de antemano lo que quiere decir y corregirlo hasta que quede exactamente como quiere. Aun así hemos visto situaciones en que los políticos quedan al desnudo”, señala. Y ello ocurre, particularmente, entre los más verborrágicos. A modo de ejemplo, Gonçalvez Boggio recordó los infelices episodios ocurridos a los expresidentes Jorge Batlle y José Mujica con aseveraciones hechas, creían ellos, off the record y que terminaron causándoles dolores de cabeza.

Así que habrá que permanecer atentos: un gesto puede resultar más revelador que mil palabras.

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