Esta es la receta de la felicidad, según un profesor de Universidad de Harvard

Arthur Brooks, el llamado “gurú de la felicidad”, cuenta a Domingo cuáles son los ingredientes para tener una vida satisfactoria

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Arthur Brooks

Por Carolina Bellocq, especial para Domingo
Arthur Brooks es conocido como “el gurú de la felicidad” porque en sus clases en la Universidad de Harvard enseña precisamente eso, qué es ser feliz y cómo lograrlo. De hecho, sus lecciones son de las más concurridas y esto le ha dado material para escribir 12 libros -el último con Oprah Winfrey- y dictar conferencias a lo largo del mundo. ¿Qué puede decir un doctor en Políticas Públicas que enseña en uno de los centros más prestigiosos del mundo sobre la mayor búsqueda de la persona humana? El profesor se hizo un tiempo para responder a las preguntas de Domingo.

Brooks enseña que primero hay que comprender qué es la felicidad y llama a no confundirla con un sentimiento o una emoción. Estos pueden ser una evidencia, sí, pero la raíz no está allí sino en el equilibrio de otros tres elementos: el disfrute, la satisfacción y el sentido.

Así lo explica por correo electrónico: “El disfrute es algo más profundo que el placer y generalmente lo encontramos en las relaciones con las demás personas, la satisfacción es la alegría que sentimos después de lograr un objetivo y el sentido es una combinación entre la coherencia (por qué hacemos las cosas), el enfoque de nuestra vida (por qué vivimos) y los principios que nos fundamentan (por qué estamos dispuestos a darlo todo)”.

Y agrega: “Si no tenemos disfrute y satisfacción, podemos vivir durante algún tiempo. Pero si no tenemos sentido, tendremos un vacío importante en nuestra vida y nuestras metas -las diarias y las que son a largo plazo- se convertirán en algo trivial”.

Vivir con sentido es una de las claves para la felicidad. Un “grave error”, de acuerdo con este profesor del Centro de Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, es centrarse en lo que él llama “ídolos mundanos”, que seducen pero que a la larga no cooperan a la felicidad: el dinero, el poder, el placer y la fama.

“Al contrario, el tiempo y la investigación nos revelan que las personas más felices son las que han invertido en sus seres queridos y no en estos ídolos. Y esto es lo que da sentido y felicidad”, redondeó.

felicidad

Relaciones profundas.

Invertir tiempo en los seres queridos es la conclusión a la que llegaron también otros expertos de Harvard que realizan el mayor estudio científico sobre la felicidad. Comenzó en 1938 y sigue hasta el día de hoy, monitoreando a la misma población -y a sus hijos, nietos y bisnietos- a lo largo de los años. Su actual director, Robert Waldinger, tiene una de las charlas TED más vistas y en ella plantea el principal descubrimiento de semejante investigación: “Las buenas relaciones nos mantienen más felices y más saludables. Punto”. La evidencia científica respalda estas y otras afirmaciones, como que las personas con mejores relaciones son más longevas y mantienen la memoria por más tiempo.

Por otro camino, Brooks llegó a la misma conclusión. “Usamos términos distintos para subrayar la importancia de las relaciones, pero en realidad hablamos el mismo idioma. Al final, ambos coincidimos en que la felicidad es el amor. El doctor Waldinger llega a esa conclusión con su estudio de 80 años (…) Mi investigación va en esa línea en lo que refiere a la familia y los amigos, pero incluye también el trabajo y la fe”.

En efecto, para Brooks hay cuatro pilares en la felicidad y dos coinciden con los de su colega: la familia es la que brinda un sustento emocional incondicional y los amigos nutren el corazón.

Los dos expertos de Harvard insisten en que lo importante que es trabajar por reconstruir esos vínculos, aunque exija esfuerzo. “El amor se elige pero tiene que ser cultivado, exige trabajo”, dijo Brooks.

Aunque es conveniente tener amigos de varios tipos, afirma que lo mejor es llenarse de “amigos inútiles”. Por un lado están las amistades “de utilidad”, aquellas donde ambas partes dan y reciben algo. Son los compañeros de trabajo, los socios, los allegados. Luego están las amistades basadas en el placer, donde hay admiración mutua y se disfruta compartiendo intereses. Los amigos del deporte, de los hobbies, de las salidas; con ellos no hay relaciones muy profundas y la amistad se puede disolver fácilmente si los intereses cambian. Finalmente están las amistades “verdaderas” o “inútiles”, aquellas donde no se espera nada concreto del otro y donde tal vez se comparten intereses o no, pero donde la relación va más allá. Son vínculos profundos, el quererse “porque sí”. Y son precisamente estos los que dan más disfrute, alegría y felicidad.

solidaridad

Darse a los demás.

Pero, además, para este profesor hay otros dos pilares de la felicidad, que son el trabajo y la fe. En entrevista con Domingo, explicó su importancia: “Las personas más felices son las que tienen oportunidad de darse y de servir a los demás en su labor. No tiene por qué ser en una ONG o una institución con una misión especial de ayudar a los pobres. He conocido a mucha gente -desde guardias de seguridad hasta fiscalizadores de bancos- que genuinamente sienten que su trabajo es un servicio a la sociedad. Ese es el punto”.

Con respecto a la fe, sostuvo que no necesariamente se refiere a lo religioso, sino a la certeza de que hay algo que trasciende a cada uno, una realidad superior que hace tomar perspectiva. “Para quienes no son creyentes, esto puede implicar leer a los filósofos estoicos o estudiar a los grandes compositores musicales como Johann Sebastian Bach. El asunto es hacerse pequeño. En definitiva, la religión, la filosofía o el arte nos ayudan a darnos cuenta de que no somos el centro del universo y así ganamos en perspectiva sobre la grandeza de este mundo”.

Cabe preguntarse cuánto pesan los condicionantes externos, los límites y todo lo que no depende de cada uno. Brooks respondió con porcentajes. Según sus estudios, un 50% de la felicidad depende de factores genéticos y un 25% remite a lo circunstancial. Por ejemplo, un chico que crece en un ambiente de pobreza y que tiene unos padres con carácter pesimista tiene menos posibilidades de ser feliz. Pero a medida que crece puede ir adquiriendo hábitos que lo ayudarán a ganar terreno sobre el 75% que en teoría venía dado. Así lo explica: “Si logramos tener buenos hábitos y trabajar en esos cuatro pilares, nuestras circunstancias comenzarán a mejorar gradualmente. Además, si genéticamente estamos inclinados hacia la tristeza, podremos trabajar en hábitos como, por ejemplo, ser más agradecidos o rodearnos de amigos más alegres”.

Parecen cosas mínimas, cierto. Pero las investigaciones le dan la razón y a la larga esa inversión en la familia, los amigos, el trabajo y la fe contribuyen a la felicidad anhelada por todos. “Con el paso de los años, nuestros buenos hábitos se combinan y logramos reducir el componente genético y mejorar el circunstancial”, augura.

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