De niña, Irene Montero (35) era tímida y a menudo no encontraba en las palabras la forma de expresarse. Sin embargo, entre lápices, tintas y dibujos, notaba cómo se abría todo un universo para comunicar sus emociones. Sumado a eso, el incentivo familiar para consumir el arte en sus más variadas expresiones amplió su repertorio: entre visitas a museos, funciones de teatro y conciertos, expandió su horizonte creativo.
Por otro lado, los veranos en la casa de sus abuelos, en Lagomar, rodeada de plantas, flores y aromas frescos, alimentaron su imaginación y le permitieron construir una sensibilidad que más tarde se reflejaría en su trabajo artístico.
Ya de grande estudió fotografía de teatro, frecuentó talleres de artes plásticas y cursó la carrera de Diseño de Comunicación Visual.
La creación artística nunca se estancó, pero fue a partir de 2018 que se animó a mostrar lo que hacía en ferias locales de arte y diseño. En 2019, por ejemplo, participó de la Feria Ideas+ en el Parque Rodó y se hizo una cuenta en Instagram, que actualmente utiliza como vitrina para su trabajo.
Atraída por el surrealismo, en sus obras se aprecian seres híbridos, cuerpos humanos con cabezas de animales, colores vibrantes y universos oníricos. En ellos, rescata la naturaleza que disfrutó intensamente de niña y que, hoy, sigue buscando.
“Soy una persona que le gusta y se siente más cómoda estando en lugares como la fantasía, la ilusión y la creación de realidades distintas a lo ya conocido por nuestros sentidos. Siempre tuve una necesidad de crear y darle forma a mundos sutiles y energéticos que no se ven con los ojos humanos”, dice en diálogo con Domingo.
Sentir para crear
A los 30 años comenzó a participar en ceremonias de ayahuasca y hongos. A partir de estas experiencias, siente que vivió una expansión de conciencia que también se refleja en sus obras.
“Empecé a conectar con otros lugares míos que no había accedido antes, con otras energías y sensibilidades que me permitieron y me permiten canalizar mi obra artística”, cuenta.
Llegó a este universo través de su hermano, Federico Montero, quien es presidente de la Sociedad Uruguaya de Psicoterapias Asistidas por Psicodélicos y Enteógenos (SUPAP). Las experiencias, que vivió con fines medicinales y ritualísticos y no recreativos, fueron un camino de ida.
“Estas medicinas me conectaron más con mi ser, me hicieron ganar confianza en mí misma y gracias a ellas puedo dar a conocer mi obra artística. Antes me daba timidez mostrar mi obra, ya que mostrar la obra propia es mostrarse y a veces eso no es tan fácil”, revela. Y añade: “Cuando uno gana confianza en uno mismo, se siente más seguro y más conectado. Entonces pasa a un segundo lugar la opinión y el qué dirá del otro. Todas estas medicinas me dieron esa fuerza para mostrarme con autenticidad y así poder compartir un poco de mi interior”.
Montero trabaja con la técnica del collage tanto de manera virtual como analógica. Según considera, ambos procesos aportan valores que enriquecen sus obras, que se materializan en cuadros, esculturas, remeras, totebags, stickers y almohadones.
“En el collage analógico entrás en contacto con lo material, los papeles, la tijera, el pegamento. Ahí lo sensorial, lo táctil y lo aromático están muy presentes. Ya en el collage digital logro universos distintos, me permito otras dimensiones y a generar muchísimas capas con detalles sutiles y transparencias que con lo analógico no lo he logrado”, explica.
Entre sus referentes se encuentran la sueca Hilma af Klint, pionera del arte abstracto; la artista española surrealista Remedios Varo, quien trabajó con lo esotérico, lo mágico y lo místico, elementos fundamentales para Montero; y el exponente uruguayo del arte visual y referente del collage, Juan Burgos.
Actualmente, tiene su estudio en el corazón de la Ciudad Vieja, y la elección de este lugar como punto de partida para sus creaciones no es casualidad: allí pasó parte de su infancia.
“Creo que el ambiente donde uno está creando influye. A veces cuando estoy medio estancada, salgo a caminar por las calles o voy hasta la Plaza Zabala, a este mismo lugar que yo iba de niña a jugar, entonces siento que todo está relacionado”, señala.
Las caminatas, los rituales medicinales y el contacto con distintos aromas son parte de un proceso creativo que para ella es imprescindible. Es el camino para que lo que haga sea auténtico y genuino.
“Tengo que entrar en un estado amoroso, de paz y de tranquilidad, si estoy ansiosa o nerviosa me cuesta crear. Pienso que cuando el arte es genuino el artista proyecta partes del interior de sí mismo. Todo lo que uno vivió, sintió, experimentó, observó se proyecta en la obra”, expresa.
Para esta joven artista, lo espiritual y lo energético tienen mucho peso a la hora de ser y crear. Por eso, en su camino de autoconocimiento, también estudió reiki y registros akáshicos, y algo de estas terapias alternativas se refleja en su obra.
“Con el arte encontré una forma, un lugar de conexión con mi emocionalidad, con lo espiritual, con lo energético. Luego de conectar conmigo misma, recién ahí puedo conectar con otros. Y si llego a conectar con otros lo que busco es hacerlo desde un lugar genuino y sensible. Cuando al otro le llega lo que hago y le genera algo, ahí es cuando se completa el ciclo”.
Sus obras en el Solís y en Times Square
El 2024 fue un año prolífico para Montero. Fue invitada a crear el arte gráfico de la obra de teatro Absceso, basada en textos de la chilena Carla Zúñiga, y dirigida por Ximena Echevarría y Santiago Lans.
Durante varios días, no solo el público que iba a asistir a la obra pudo conocer el trabajo de Montero, sino que también los transeúntes que pasaban por la explanada del Teatro Solís podían apreciar su arte expuesto entre los banners gigantes que cuelgan en el teatro.
“Quedé muy agradecida por esa experiencia, que fue de mucho aprendizaje, y también orgullosa que mi arte haya estado en la fachada de nuestro querido Teatro Solís”, comenta.
También el año pasado participó en la feria internacional de arte Art & Movement in New York, promovida por la galería de arte virtual Fractaliax. Allí expuso su obra en una de las pantallas gigantes de Times Square.
“Me contactaron a través de Instagram para contar que estaban interesados en mi obra y me propusieron, junto con otros artistas, exponer de forma virtual. La experiencia consistía en que determinado día se proyectaban varias obras en una de las pantallas de esta avenida por lo que fue toda una novedad y alegría para mí”, cuenta.
Además, el lector que sea un televidente asiduo seguramente ya vio su arte, ya que la escenografía del programa El Living de Canal 5, también es obra suya.
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