Emil Montgomery: una experiencia inmersiva con los sonidos de las dunas de Cabo Polonio, Isla Gorriti y Colonia del Sacramento

El artista conceptual grabó en sitios patrimoniales y protegidos, captando sus sonidos orgánicos. Presentará su último proyecto en vivo en el Planetario el 26, 27 y 28 de febrero.

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Emil Montgomery. Foto: Matías Villegas.

Emil Montgomery ha sido pionero en un país en el que las puestas en escena durante los conciertos siempre estuvieron relegadas a un segundo plano. El uruguayo vive desde hace más de dos décadas en Europa, pero cada tanto vuelve al país a sorprender con su arte conceptual y disruptor, que la semana próxima mostrará en el Planetario de Montevideo. Estos shows, previstos para los días 26, 27 y 28, se basarán en intervenciones que hizo en sitios patrimoniales y protegidos, como la isla Gorriti, las dunas de Cabo Polonio y el casco histórico de Colonia del Sacramento.

De personalidad inquieta y curiosa, fue el primero en la década de los 90 en fusionar ritmos que podían parecer antagónicos a simple vista, como la marcha y el candombe, dando vida al tema que le valió el reconocimiento internacional, Space is a dream. Y a muchos otros que, producto de su particular fórmula alquímica, aún hoy siguen siendo transgresores.

Montgomery fue creciendo en desafíos hasta crear en 1995 un espectáculo que todavía está grabado en la retina de miles de personas: el “Concierto por la paz y la tolerancia”, en las escalinatas del Palacio Legislativo, el cual incluyó proyecciones e iluminación láser innovadora para su época y más de 150 artistas en escena. Ese show convocó a unas 300.000 personas, lo cual le valió el reconocimiento con un premio Iris al mayor concierto abierto en la historia del Uruguay. Ese mismo año fue seleccionado por la UNESCO como único finalista entre más de 1.600 creadores de todo el mundo, otorgándosele el premio Ashberg al mejor compositor por Fluidos, un trabajo solista que experimenta con lo textural, el ambient y la música sinfónica.

En 1997 regresó a Montevideo y se sumergió en una profunda investigación acerca de las culturas inca, azteca y maya. Y un año más tarde dio a conocer su nuevo trabajo, Esencia.

De ahí en más, los espectáculos en lugares “poco convencionales” se convirtieron en un sello propio. Así como la “inmersión” del auditorio en una atmósfera sonora envolvente, con imágenes y efectos especiales.

Para esta nueva propuesta que presentará en el Planetario viene trabajando desde hace dos años. Y en días pasados estuvo haciendo rodajes en Colonia, Maldonado y Rocha, entre otras cosas, captando los sonidos de la naturaleza (agua, viento, aves), los cuales se fusionarán con la música. Todo esto con proyecciones al estilo full dome y sonido envolvente.

“No convocamos a los lugares protegidos y patrimoniales porque sería una logística muy invasiva. Lo que hacemos es la intervención y luego presentamos estos rodajes en auditorios o lugares que tengan una tecnología de proyección más inmersiva. Las personas van a poder vivirlo como si estuvieran dentro de esos entornos”, explica Montgomery a Domingo.

“Nosotros hacemos las intervenciones, generamos la obra a medida -porque cada locación tiene su música- y se utilizan los sonidos orgánicos de los sitios”, agrega el músico que, desde hace seis años, mantiene su residencia principal en Ibiza.

Desde la Antártida

En épocas donde, a pesar de los avances tecnológicos, los seres humanos parecen estar más desconectados, nace su actual proyecto Aura Soundscapes, que se remonta al año 2018, cuando tuvo la oportunidad de viajar a la Antártida.

Allí emprendió una serie de intervenciones al aire libre con la idea de utilizar los sonidos orgánicos para crear una música electrónica que promoviese el encuentro entre la tecnología y la naturaleza. A partir de ese momento, se ha planteado como una misión plasmar la esencia y el sentir (el “aura”) de cada lugar a través de la música, transformándola en un medio para explorar y expresar la conexión entre la humanidad y su entorno.

“El Aura hace referencia a que se trata de eso intangible, eso que no se puede ver, pero que se puede sentir. Lo que yo hago es diseñar una banda sonora o un set específico para cada lugar. Porque cada entorno me da una determinada dinámica, intención, que yo trabajo en mi estudio y luego termino ejecutando en ese punto. Cada sitio tiene su sello sonoro”, destaca.

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Emil Montgomery. Foto: Matías Villar.
Matías Villegas

Un artista global

Ningún escenario escapa a los “viajes” oníricos que Montgomery vuelca en sus obras. Desde un concierto en la Playa Mansa en 1998 que hizo vibrar a 100.000 almas, hasta un show de difícil montaje en el medio de las sierras, una transformación del Castillo Piria, el concierto en la Antártida y otros espectáculos en el Viejo Continente (por ejemplo en un antiguo acueducto subterráneo de un castillo de las islas Baleares), todos los desafíos que se ha planteado los ha sorteado con mayor o menor éxito.

En febrero de 2000, Montgomery se radicó en Ciudad de México. Y en octubre de ese mismo año firmó con Sony Music y fue seleccionado para participar del proyecto Best of World Music, que nucleó a referentes de la electrónica como Vangelis, Enya, Jean-Michel Jarre (una de sus primeras influencias) y Mike Oldfield, entre otros. El techo claramente es más alto para cualquier artista que sale de Uruguay. Y él ha sabido capitalizarlo.

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