Detrás de un espectáculo que reúne 48 artistas en escena hay una ciudad rodante que lo pone en marcha. La vida de circo, tras bambalinas.
DANIELA BLUTH
Desde la rambla costanera apenas se adivina la pequeña ciudad que el Cirque du Soleil montó en medio del Parque Roosevelt. El movimiento no se percibe, pero está allí, sobre las mismísimas canchas de fútbol de la Liga Universitaria. No se talaron árboles ni se modificó el acceso, pero en lugar de pasto y tierra hay piso de cemento y calles de pedregullo. Sobre esa nueva base se levanta una carpa azul y amarilla de 20 metros de altura y 51 de diámetro que, en cada función —¡y serán 32 durante un total de cuatro semanas!—, alberga una audiencia de 2.600 personas. Pero esa icónica mole que desde febrero luce la bandera de Uruguay junto a la de la compañía, la de Canadá y la de la provincia de Quebec, es solo el comienzo. Basta dar un paso a su interior y... el show está por comenzar.
Cada tarde, la rutina de ensayos es sagrada. Los focos se encienden a demanda, pero prima la penumbra. De repente, la música suena a todo volumen y los artistas, vestidos de civil, abandonan la charla y ocupan su lugar en escena. Saltan, giran, corren, vuelan, gritan, ríen. Las indicaciones técnicas son en inglés; el murmullo, imposible saberlo. Es que entre los 48 artistas que integran el elenco de Kooza, el espectáculo que el miércoles 9 se estrenó en Montevideo, hay más de 20 nacionalidades: estadounidenses, franceses, alemanes, españoles, ucranianos, un moldavo, un mongol, un australiano, un ruso y, lo más cercano a Uruguay, la brasileña Talita De Lima. Y así, tan lejos y tan cerca, ellos se sienten parte de una misma familia.
Desde un punto oscuro en la platea, Ron Kellum, director artístico del show, festeja con una sonrisa cada acrobacia. Mira y admira el trabajo de esa "comunidad global", como se refiere a su equipo. Hace apenas un año que se sumó al Cirque proveniente de dos mundos muy distintos: Broadway y Hollywood. "Hoy puedo decir que soy, definitivamente, parte de esta familia. Es mágico poder usar todos los conocimientos de mi carrera en el circo, porque todas se conjugan perfectamente aquí. Uno puede venir y ser el jefe, pero eso no funciona, tuve que ganar su confianza y construir una relación. Cada noche estos artistas ponen su vida en el foco porque aman lo que hacen. Y mi trabajo es apoyarlos y ayudarlos a ser los mejores", explica.
Rápidamente, dice Ron, se adaptó a la vida de circo. Planificar una gira, conocer nuevos destinos, armar una ciudad dentro de la ciudad, hacer su show y volver a partir, una suerte de loop tan complejo como disfrutable. La única "contra" es estar lejos de su hogar, en Los Ángeles. "Tengo una familia hermosa, un compañero, no tengo hijos... estos son mis niños —dice señalando el escenario—, ¡Y algunos días sí que se sienten como 48!".
Ron dirigió musicales como Chicago, fue la voz de un espectáculo basado en la música de Stevie Wonder y compartió el set con Robert Downey Jr en éxitos de taquilla como Iron Man 2. Pero "la vida de circo es muy diferente" a trabajar en Broadway y grabar para cine o televisión, admite. Ese fue, justamente, su mayor desafío. "Acá los artistas son una familia, algunos tienen niños con ellos, otros han estado con este show durante ocho años... Entonces, entrar a esta nueva familia es también entender cómo funciona, entender su cultura. Ahora soy parte de ella y la amo".
Los integrantes de la compañía no solo viajan y actúan en bloque, también viven juntos. Y aunque no lo hacen como se mostraba en la clásica Dumbo, la convivencia es intensa. En una entrevista previa al estreno, el director general de Kooza, Patrick Flynn, lo resumió así: "Aunque la vida en caravana es muy romántica, es muy dura". Por eso, prefieren alojarse en hoteles. En Montevideo, las 120 personas del crew —artistas, técnicos y familiares— se hospedan en el Hilton Garden Inn, en el Puerto del Buceo. Esa cercanía a la Rambla les permite disfrutar de la ciudad y los últimos calores del verano. Ron, por ejemplo, es uno de los que aprovecha cada mañana para salir a correr por la playa. Eso, además de probar todas las especialidades culinarias, desde el corazón de pollo hasta el dulce de leche. Una recorrida por la Ciudad Vieja y ver algún espectáculo de Carnaval también estuvo en la agenda de varios.
Hasta hace poco tiempo, Uruguay era un destino exótico para la mayoría de los integrantes del Cirque. Tras varias semanas aquí, a Ron todavía le cuesta pronunciar el nombre del país correctamente. Lo repite, se esfuerza y se ríe. No tiene prurito en admitirlo. "Solo había escuchado cosas maravillosas, que era la riviera de Sudamérica, que la gente era linda, la comida rica... por lo que he conocido me encanta. Y estoy emocionado por compartir nuestro show con una nueva audiencia aquí".
Entrenamiento.
Noventa minutos antes de cada show todos los artistas deben estar bajo The Big Top, como llaman a la carpa principal. A partir de ese momento arranca una cuenta regresiva que, aunque los engranajes estén perfectamente aceitados, siempre está cargada de adrenalina. Y también, siempre, hay algo más por hacer.
"Es como la tapicería, de un lado se ve todo muy bonito, del otro está lleno de nudos. Desde atrás parece que hubiera desorden, pero en el fondo es todo como una máquina, muy refinada, todo súper coordinado", dijo Patrick a El País. Los directores de escena —en Kooza hay dos, Peter Anastassi y Anna Ashley— dan las directivas técnicas y artísticas. Y aunque el equipo sepa de memoria qué hacer, siguen sus indicaciones. En medio de ese hormiguero de movimiento, de hombres todos vestidos de negro, señala el director, hay un oasis de calma.
Detrás de la carpa principal y comunicada con ella está la de los artistas. Es sin duda más pequeña, pero no tiene desperdicio. Cada rincón parece una puesta en escena en miniatura. Allí es donde los artistas hacen el calentamiento, entrenan, se cambian y maquillan. Allí también están los fisioterapeutas y hay una gran pantalla y dos sofás desde donde pueden seguir el espectáculo en vivo. A partir del mediodía, cada uno de esos rincones empieza a poblarse. Los artistas de circo son bichos de la noche. En general, los espectáculos comienzan sobre las 20 horas, por lo que madrugar no es una opción. La mañana, además, es el único momento del día que tienen libre. O, como dice Mami Ohki, encargada de prensa y comunicación de Kooza, el horario en el que pueden reunirse "con gente normal" por fuera de las instalaciones circenses.
Es viernes por la tarde y en uno de los espacios suena fuerte el pop latino. No es lo más habitual y tiene una explicación. Quienes entrenan son Flouber Sánchez Moreno y Brayan Sánchez Muñoz, dos artistas colombianos que se preparan para la Cuerda floja. Sobre una colchoneta y rodeados de pesas y pesitas, ejercitan abdominales y bíceps. Hecho como en una especie de patchwork, el piso alterna sectores tapizados en moquette y otros forrados en caucho. "Tenemos diferentes requerimientos para cada acto. Para hacer el calentamiento algunos artistas precisan saltar, correr y hacer piruetas y usan un piso acolchonado. El que es de goma sirve para los que usan bicicletas, ruedas y ese tipo de accesorios", explica Mami.
Todos los actos del show se entrenan casi a diario. Los artistas se trasladan en una camioneta que sale a cada hora desde el hotel. Un equipo integrado por tres chefs y varios ayudantes —algunos locales— prepara el buffet de platos fríos y calientes que ofrecen como almuerzo o cena, y que también sirven a modo de colaciones. La cocina es "el corazón del pueblo". No hay una hora fija para las comidas, funciona a demanda y como punto de reunión. "Debido a las distintas nacionalidades y requerimientos tenemos que asegurarnos que nutricionalmente todos estén cubiertos, por eso también hay tres chefs diferentes", dice Ron. En promedio, se sirven 300 platos al día.
—¿Probaste los pasteles que hicieron hoy?, le pregunta Mami a Ron.
—No, ¿estaban buenos?
—Mmmmm... ese dulce de leche.
Mami no recuerda qué marca de este producto típicamente made in Uruguay eligió el equipo de cocina, pero seguramente vaya en busca de un par de frascos antes de seguir rumbo a Argentina, su próximo destino. Al llegar a cada ciudad, parte del staff hace el surtido de alimentos y bebidas con proveedores locales. Antes se realiza un estudio de mercado.
Para cuidar el medio ambiente, no utilizan platos ni vasos de plástico. En el espacio más distendido de la carpa artística, frente a los sillones y el televisor, cuelgan de un panel medio centenar de tazas prolijamente etiquetadas con el nombre de cada uno. Además, el circo viaja con sus propios generadores de energía.
Los hijos de los artistas y técnicos viven con ellos, pero solo pueden estar en las instalaciones los domingos, cuando se celebra el family day. Durante la semana, en general, toman clases con sus madres/padres y quedan a cargo de una niñera contratada por cada familia. Hasta hace dos años, el Cirque du Soleil salía de gira con una escuela a cuestas. "Los chicos terminaban el liceo, pero por un tema de costos y porque los artistas ya no tienen tantos hijos, se cerró", cuenta Ron.
Inspiración.
Con más de mil trajes, el sector destinado al vestuario de Kooza —en manos de Marie-Chantale Vaillancourt— es uno de los más atractivos de la carpa artística. Cada traje, bota, gorro, peluca o guante está hecho a mano y a medida. "Todos tienen una etiqueta con el nombre del artista, porque aunque a simple vista parezcan iguales, no lo son", explica Mami. Y no se refiere solo a los talles, que es lo obvio, sino a cómo cada pieza varía incluso según el color de la piel de quien lo va a usar. "Los trajes con transparencias se hacen con matices para emparejar lo que se ve en escena". Para ella, que viene de trabajar en Corteo, este vestuario es "especialmente hermoso y colorido".
A la hora de crear el vestuario, Vaillancourt se inspiró en fuentes tan diversas como las novelas gráficas, la pintura de Gustav Klimt, las películas de Mad Max, las historias de viajes, India y Europa del Este. También tomó elementos de los soldaditos de plomo, los uniformes de las bandas musicales y las ilustraciones de los libros infantiles, con reminiscencias de Alicia en el País de las Maravillas y el Mago de Oz. En Montevideo, solo tres personas trabajan en esta área, además de un colaborador local. Cuentan con lavandería propia, tanto para el vestuario como para la ropa personal.
Además, en cada presentación hay seis músicos que tocan la trompeta, el trombón, el bajo, la batería, la percusión y el teclado; así como dos cantantes en vivo. Igual que en la escenografía, en la banda sonora de Kooza la influencia hindú dice presente.
Más allá de que artistas y técnicos tienen su espectáculo predilecto, hay coincidencia en que Kooza es la puesta en escena más circense de la compañía, una suerte de homenaje a sus orígenes. Al tiempo que combina las acrobacias y la comedia de payasos, explora el miedo, la identidad, el reconocimiento y el poder. La historia tiene como protagonista a El Inocente, un personaje ingenuo que emprende un viaje en el cual se cruza con cómicos de un mundo electrizante lleno de sorpresas y aventuras.
Este espectáculo se estrenó en abril de 2007 en Montreal y desde entonces ha estado de gira, presentándose en 50 ciudades de 12 países, ante más de cinco millones de personas. Luego de su escala montevideana, partirá rumbo a Buenos Aires y Santiago de Chile. Después será el turno de Australia, hasta el próximo febrero.
Los nervios recién empiezan a aflojar tras cada estreno. Con más de 2.500 funciones en su haber, Mami todavía se emociona como la primera vez. "En una de las ciudades, mientras miraba el show con la prensa, estaba gritando... Y un periodista me preguntó si era la primera vez que lo estaba viendo. No, le respondí, pero siempre me emociono", recuerda la encargada de prensa, que se sumó a la compañía en 2008. "Esto sucede porque los artistas nunca paran de mejorar y yo siempre encuentro algo diferente. Además, para la audiencia son artistas... pero yo sé que son humanos. Cuando los veo hacer cosas increíbles en el escenario me sale decir Guauuuu".
La pieza central del decorado es una torre móvil denominada Bataclán, inspirada en el Teatro Bataclán de París, una referencia para los creadores de Kooza y uno de los sitios de la capital francesa donde en noviembre de 2015 ocurrieron una serie de atentados terroristas. Con esa pieza como base, uno de los actos más llamativos del show es el Equilibrismo sobre sillas, en el cual un artista utiliza ocho sillas para crear una torre de siete metros sobre la que realiza su número. Este es el favorito del director general. Ron, en cambio, prefiere La rueda de la muerte, donde dos artistas saltan y dan vueltas impulsando a toda velocidad una rueda que pesa 725 kilos.
Aunque la palabra riesgo siempre está presente, no es una preocupación. De hecho, no trabajan con extras; si un artista se lesiona, otro puede tomar su lugar. "Tenemos una baja tasa de accidentes, por eso tenemos tantos entrenamientos", explica Mami. Además, todos los técnicos "están entrenados" para responder ante una emergencia. "Si un artista no se siente cómodo, nosotros no lo forzamos", agrega. Por las tardes hay clases de yoga, pilates y fisioterapeutas a disposición.
Actualmente trabajan en el Cirque du Soleil unas 4.000 personas en todo el mundo, incluidos más de 1.300 artistas. Hay casi 50 nacionalidades representadas y en sus corrillos se hablan unos 25 idiomas, aunque todavía predominan el inglés y el francés. El sistema de casting es complejo, pero no hay edad de retiro. Así, algunos artistas han pasado más de 20 años con la compañía. Sin hablar de dinero, Ron asegura que los salarios son muy buenos y contribuyen a una baja rotación. "Mientras sean capaces de hacer el show que se les pide con el estándar que se espera de ellos, pueden seguir trabajando", comenta. "La compañía honra y respeta a los artistas. Y ellos siempre se quieren quedar".
Una vuelta a los orígenes.
Montevideo es la primera escala de Kooza en América del Sur, uno de los continentes menos explorados por el Cirque du Soleil. Por eso, y por llegar a un país al que conocían apenas por sus playas y sus carnes, la curiosidad fue superior a la habitual. Pero, además, Kooza no es cualquier espectáculo.
Este show que viene girando por el mundo hace nueve años "es un viaje a las raíces del circo pero suma la magia de acróbatas, músicos y cantantes increíbles", resume su director artístico, Ron Kellum a Domingo. "Es un show excitante que tantos los niños como los adultos van a amar", agrega. Las funciones en Montevideo cuentan con cinco artistas que se suman a Kooza por primera vez y un acto inédito: el Aro aéreo.
Los tiempos cambian pero la esencia sigue siendo la misma.
"La gente puede creer que nos propusimos reinventar el circo y que luego simplemente lo hicimos. Pero las cosas no sucedieron de esa manera. Éramos un puñado de locos que querían hacer cosas, y poco a poco, logramos tener una visión de lo que podría ser el circo moderno", dice René Dupéré, compositor musical de diez espectáculos de Cirque du Soleil.
La historia comenzó en los años 80, cuando una compañía de artistas fundada por Gilles Ste-Croix tomó las calles de un pueblo cercano a Quebec para hacer malabares, bailar, lanzar fuego y tocar música para el deleite de locatarios y visitantes.
En 1984, el líder del grupo, Guy Laliberté, aprovechó el 450º aniversario del descubrimiento de Canadá para emprender una gira provincial oficial junto a la compañía. Así, generó un espectáculo que combinaba artes circenses y actos callejeros con trajes alocados y extravagantes, iluminación mágica y música original. Laliberté lo llamó Cirque du Soleil porque, en sus propias palabras, "el sol simboliza la juventud, la energía y la fuerza".
Hoy, en su cuarta década de vida, la compañía generó un universo que incluye desde películas hasta indumentaria y desde boutiques hasta clubes nocturnos. "Pero la esencia de lo que hacemos se ha mantenido constante: invocamos la imaginación, despertamos los sentidos y evocamos las emociones de las personas de todo el mundo".
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