El fenómeno Roblox, la plataforma que fascina a los más chicos: por qué atrae tanto y qué riesgos presenta

Mientras millones de niños pasan horas en mundos virtuales creados en la plataforma, especialistas alertan sobre material inapropiado, fraudes y contactos no deseados, y ofrecen pautas para un uso más seguro.

Roblox
El juego existe desde 2006, pero se popularizó durante la pandemia.
Foto: Difusión

Juan Manuel llega del colegio, deja la mochila y ya pregunta si puede jugar. Tiene 10 años y es un ritual que se repite: encender la tele, conectarse a Roblox y jugar con sus amigos. Del otro lado de la pantalla, no hay un solo juego, sino cientos. Carreras, misiones, desafíos, mundos inventados por otros usuarios. En apariencia, es un universo de imaginación y colaboración. Pero, por detrás del entretenimiento y de su fachada colorida, también existen mecanismos de recompensa que generan ansiedad, dependencia y, en algunos casos, riesgos más graves.

En los últimos días, en Argentina, se multiplicaron las denuncias de padres por casos de grooming (acoso o abuso sexual online) vinculados a la plataforma. La preocupación fue tal que, a comienzos de noviembre, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires bloqueó el acceso a Roblox en las escuelas públicas, una medida a la que pocos días después se sumó también la provincia de Córdoba. Las autoridades educativas justificaron la decisión por los reportes de acoso y exposición a contenidos inapropiados dentro de los juegos.

La noticia encendió una alarma también en Uruguay, donde la plataforma se ha vuelto parte de la vida cotidiana de miles de niños. Lo que comenzó como un espacio de entretenimiento, se ha convertido, para muchas familias, en un terreno difícil de regular.

“Es una plataforma con un enorme potencial creativo, pero también con desafíos importantes”, explica el psicólogo Roberto Balaguer, especialista en nuevas tecnologías. Su advertencia no apunta al juego en sí, sino al modelo que lo sostiene.

“Está basado en la atención y las microtransacciones. Hay juegos que funcionan con bucles de recompensa variable, a veces ganás, a veces no, y a veces te dan un objeto raro. Ese patrón dispara anticipación y búsqueda de novedad. En los cerebros infantiles, eso activa dopamina y genera insistencia: el ciclo de ‘una más y cierro’”, detalla en charla con Domingo.

Niños jugando Roblox
El gobierno de Buenos Aires bloqueó el acceso al juego en las escuelas públicas.
Foto: Difusión

El problema, dice, es que la corteza prefrontal —la parte del cerebro que regula los impulsos— madura recién hacia el final de la adolescencia. “Eso deja a los niños más expuestos a dinámicas de dependencia. Juegan más tiempo, se frustran más, y pueden caer en la lógica de las compras compulsivas dentro del juego”, advierte.

Peleando contra un gigante

Eugenia, madre de dos niños, de ocho y seis años, recuerda que al principio pensó que Roblox era un pasatiempo inofensivo con una dinámica interesante. Pero con el tiempo empezó a notar cambios. Sus hijos se muestran más irritables y ansiosos. Los ‘eventos’ del juego tienen horarios fijos y ellos quieren llegar a casa a tiempo para no perderlos.

Lo que más le preocupa es la dependencia que genera el entorno. Si no se conectan, sienten que quedan afuera. Incluso surgieron conflictos entre compañeros por los avatares o por objetos virtuales ‘robados’, parte de la dinámica del propio juego.

Eugenia activó todos los controles parentales posibles: bloqueó el chat, limitó el tiempo de pantalla a 45 minutos diarios y permitió el acceso solo a servidores privados. Sin embargo, la ansiedad no desapareció. La comparación constante con otros —quién juega más, quién compra más, quién obtiene más recompensas— sigue estando.

La compra de “Robux” —la moneda virtual del juego— es otro punto sensible. “Algunos padres cargan dinero real, y eso genera desigualdades y les altera la percepción sobre el valor real del dinero. Es un sistema diseñado para que desees más, todo el tiempo”, explica. Y remata con preocupación: “Me gusta que usen tecnología, pero a veces siento que estoy peleando sola contra un gigante”.

Mariana, madre de Juan Manuel, también lo notó enseguida: “Cuando juega Roblox, se pone mucho más ansioso que con otros juegos. Le cuesta dejarlo. Entonces, decidí no prohibirlo, porque me parece contraproducente, pero sí limitarlo”.

En su casa, el televisor y la consola están en el living, a la vista, y esa fue otra de las estrategias encontradas por ella. “Eso me permite ver lo que hace. También le repito que las reglas del mundo virtual son las mismas que las del mundo real: si no hablarías con un extraño en la calle, tampoco lo hagas en el juego”, comenta.

Generación entre mundos

Roblox fue lanzado en 2006, pero explotó durante la pandemia. Es una plataforma que permite crear y jugar millones de experiencias distintas, desde parques de diversiones hasta simuladores de vida. La empresa, con más de 200 millones de usuarios activos mensuales, sostiene que ofrece herramientas de seguridad y control parental. Pero en la práctica, el sistema resulta difícil de supervisar. “Sin acompañamiento adulto y reglas claras, puede desbordar fácilmente”, insiste Balaguer. “Cuando el uso es intensivo, las recompensas inmediatas reducen la tolerancia a la demora, deterioran el sueño y aumentan la irritabilidad. Si se juega de noche, el descanso empeora y el ánimo también. Por eso es fundamental intercalar pausas, actividades no digitales y mantener rutinas básicas”.

El especialista enumera algunas señales de alerta, que indican que el juego dejó de ser recreativo y pasó a ser una fuente de malestar: “Pérdida de control, interferencia con el sueño o la escuela, cambios de ánimo vinculados al juego, gastos no autorizados, aislamiento, agotamiento físico, vínculos que se vuelven tóxicos, burlas, presión para comprar, grooming”.

Además, el psicólogo advierte que los niños de hoy están construyendo gran parte de su identidad y socialización en entornos virtuales. “Todo lo online puede ser valioso, pero no debería sustituir las habilidades cara a cara, el contacto ocular, el juego corporal, la negociación”.

En Queen’s School, la subdirectora Mildred Olivera conoce de cerca el fenómeno. En el colegio, los celulares están prohibidos durante toda la jornada. “Saben que no pueden sacarlo en clase. Es un acuerdo y funciona bien”, destaca. Desde el área psicopedagógica, el centro educativo impulsa talleres sobre ciberseguridad, bullying y uso responsable de la tecnología con alumnos como con familias. “Buscamos que los niños disfruten de estos espacios digitales con responsabilidad y propósito. Pero también que descubran otras habilidades: la música, la lectura, el juego sin pantallas. El acompañamiento adulto sigue siendo clave”.

Los especialistas coinciden en que los adultos no pueden acompañar si no entienden el entorno digital en el que se mueven sus hijos. Más que prohibir, se trata de involucrarse: mirar, preguntar, incluso jugar con ellos. La confianza, refuerzan, es el mejor filtro de seguridad. Cuando el vínculo se basa en el miedo o el castigo, los niños tienden a ocultar lo que viven en línea.

Roblox
Se estima que Roblox tiene más de 200 millones de usuarios.
Foto: Difusión

Balaguer enfatiza la necesidad de establecer reglas claras y visibles: “Regular la cantidad —con horarios acordados para evitar conflictos—, revisar el contenido —qué juegos sí o no, priorizando los cooperativos o creativos— y atender el contexto: con quién, dónde y a qué hora se juega. Pero, sobre todo, mantener una comunicación abierta y de confianza. Es lo que garantiza que los hijos tomen menos riesgos, tanto en lo virtual como en lo material”.

Mientras tanto, Eugenia sigue ajustando horarios y reforzando cuidados, y Mariana vuelve a explicarle a Juan por qué no se puede aceptar a “ese amigo nuevo” del chat. La escena se repite en muchos hogares uruguayos, entre pantallas y consolas. Roblox puede ser una puerta a la creatividad, pero también un espejo de las tensiones de una generación que juega, aprende y se relaciona en mundos donde las reglas —y los peligros— no siempre están a la vista.

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