El “arquitecto del thriller moderno”, Dan Brown, está de regreso. Y con él, las aventuras de Robert Langdon, el profesor de simbología de Harvard que se convirtió en su personaje más célebre. El nombre de su nueva novela es El último secreto. Y, por supuesto, se comercializa como perteneciente al “autor del Código Da Vinci”, el libro que le dio (para algunos merecidamente, para otros no), abundante fama y dinero.
Hace casi 20 años, el estreno de la película El Código Da Vinci fue un verdadero suceso en Uruguay. Durante su primer fin de semana en cartel, vendió unas 28.300 entradas en todo el país, superando estrenos previos como Harry Potter y Spiderman. En Montevideo, varias salas agotaron localidades incluso antes de la proyección oficial, lo que evidenció el interés anticipado del público. Y según reseñas de la época, la película se convirtió en el debut más exitoso hasta ese momento, siguiendo el efecto “arrastre” de lo que venía ocurriendo en las principales salas de cine del mundo.
El libro de Dan Brown ya había generado controversias a nivel internacional por su mezcla de historia, religión y ficción, y en Uruguay tampoco pasó desapercibido. En medios nacionales se discutieron las afirmaciones más polémicas, y columnistas cuestionaron el valor narrativo tanto de la novela como de la película. Sin embargo, la Iglesia Católica local optó por una postura moderada, al punto que el Episcopado llegó a aclarar que no existía un boicot institucional contra la obra.
El debate mediático también giró en torno a la calidad cinematográfica. Críticos señalaron que la película no lograba sostener la tensión narrativa y que ciertas escenas clave resultaban forzadas, aunque la controversia alimentaba el interés del público.
Más allá de las cifras de ventas, la novela contribuyó a que muchos lectores se acercaran a temas históricos y simbólicos vinculados a la tradición cristiana y al arte europeo. Y las discusiones sobre conspiraciones, sociedades secretas y el papel de la Iglesia se colaron en charlas cotidianas, programas de televisión y columnas de opinión, en un efecto cultural que trascendió la lectura misma.
¿Pero qué pasó con Dan Brown (61) desde entonces? Una avezada periodista opinó sobre esta misma nota: “Ni sabía que estaba vivo”. Pues lo que siguió después de El Código Da Vinci fueron algunos “chispazos”, en los que el autor lejos estuvo de alcanzar la fama y el dinero que obtuvo con su obra magna. Y aunque es difícil que aquello vuelva a ocurrir, porque ese libro para conspiranoicos fue un fenómeno de su tiempo, el escritor estadounidense ha regresado con El último secreto. “Una obra de acción trepidante, llena de giros inesperados y enigmas por descifrar que entretendrá a los lectores como solo Dan Brown puede hacerlo”, dice la reseña de Planeta, su grupo editorial.
El padre del thriller moderno
Hijo de un profesor de matemáticas y de una música religiosa, Dan Brown creció en un hogar donde convivían con naturalidad la ciencia y la fe, dos universos que más tarde se transformarían en la esencia de sus tramas. Estudió en el Amherst College y complementó su formación en la Universidad de Sevilla, experiencia que le permitió conocer de cerca la cultura europea y cimentar el interés por el arte y la historia, elementos claves en sus novelas. Antes de dedicarse a la literatura, incursionó en la música como cantautor y llegó a publicar varios discos, aunque sin mayor repercusión. Fue recién a finales de los años 90 cuando decidió apostar por la escritura a tiempo completo.
Su debut literario llegó en 1998 con La fortaleza digital, un thriller tecnológico ambientado en la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU., que ya mostraba su interés por los códigos, los secretos y las conspiraciones. Dos años después publicó Ángeles y demonios, primera novela protagonizada por Robert Langdon, el profesor de simbología de Harvard que se convertiría en su personaje más célebre y que sigue presente en su última novela. En 2001 apareció La conspiración, centrada en intrigas políticas y científicas, pero el gran punto de inflexión llegó, en 2003, con El Código Da Vinci.
El éxito fue inmediato y arrollador. La novela vendió más de 80 millones de copias en pocos años y fue traducida a decenas de idiomas. También generó polémica: la Iglesia Católica criticó duramente el libro por poner en cuestión aspectos centrales de la fe cristiana. Sin embargo, esa controversia no hizo más que aumentar el interés del público. La posterior adaptación cinematográfica, dirigida por Ron Howard y protagonizada por Tom Hanks, consolidó el fenómeno.
Después de “El Código Da Vinci”
A partir de allí, Brown se convirtió en una figura central de la literatura de entretenimiento. Con El símbolo perdido (2009), Inferno (2013) y Origen (2017), continuó la saga de Langdon, llevando al lector a escenarios como Washington, Florencia, Venecia, Barcelona o Bilbao. Cada obra mantiene la estructura que lo caracteriza: capítulos breves, ritmo vertiginoso, enigmas históricos y científicos, y la constante tensión entre la tradición y la modernidad.
Más allá de la saga de Langdon, la impronta de Brown se percibe en la forma en que renovó el thriller. Su capacidad para conectar símbolos del pasado con dilemas actuales atrajo a un público masivo que quizá no era lector habitual. Sus novelas inspiraron tours turísticos en ciudades europeas, debates académicos sobre arte y religión, e incluso motivaron a nuevos autores a explorar fórmulas similares.
En el plano personal, Dan Brown mantiene un perfil relativamente bajo. Durante años vivió en su ciudad natal de Exeter, en una casa con un estudio secreto que se abría mediante mecanismos inspirados en sus novelas. Tras su divorcio en 2019, alterna su tiempo entre Estados Unidos y Europa, y también ha apoyado proyectos de beneficencia cultural y educativa.
Hoy, con más de 200 millones de ejemplares vendidos en todo el mundo, es considerado uno de los escritores más influyentes del siglo XXI en el género del thriller. Para sus seguidores, sus libros son apasionantes; para sus detractores, son entretenimientos de fórmula repetitiva. Pero, en definitiva, el legado de Dan Brown está en haber hecho que millones de personas se acerquen a la lectura, sobre todo en tiempos en los que las redes sociales y la cultura de la inmediatez han reducido el hábito de lectura profunda, reemplazándolo por un consumo fragmentado y superficial de información.