Alejandro Giménez acudió rápido al llamado de su esposa. Miró por la ventana y no lo podía creer. Llamó a su hijo y a su padre para mostrárselo en vivo: estaba nevando. Sucedió en setiembre de 2023, en Bariloche. Era la primera vez que veía la nieve. Quien no sea uruguayo quizá se pregunte por qué tanto alboroto por un fenómeno tan habitual en otras partes del mundo. Pero lo cierto es que, en esta penillanura levemente ondulada, la nievees una rareza. Nos sorprende como el mar sorprende a quien ha vivido siempre tierra adentro.
Por eso, la posibilidad de nevadas -o de algo que se le parezca- acaparó los titulares esta semana. Cada episodio de este tipo se suma a una lista breve que un historiador se ha encargado de armar y que comparte con Domingo. El primer registro es de 1817 y el último -sin contar lo ocurrido hace unos días-, de julio de 2021, en zonas altas de Maldonado y Lavalleja. Y sí, hubo ocasiones en las que se pudo armar algún que otro muñeco de nieve.
Pero no todo lo que cae son copos, y la confusión es tan frecuente como persistente. Giménez recuerda una curiosidad: “Lucien Laurent, quien hizo el primer gol de los mundiales, el 13 de julio de 1930, dijo que ese día ‘el estadio estaba vacío y nevaba’. Pero las crónicas de la época hablan más bien de granizo que de nieve”.
Entre copos que se derriten antes de tocar el suelo, gotas blancas que parecen nieve pero no lo son, y memorias que el tiempo adorna con escarcha, distinguir lo que realmente cayó del cielo puede ser todo un desafío.
¿Es nieve o no es nieve?
Para que sea nieve, se tienen que dar al mismo tiempo cuatro condiciones bastante exigentes que, aunque nos gustaría que se cumplieran más seguido -aunque sea por la anécdota- “rara vez se dan en Uruguay”, explicó la meteoróloga Yilian Montesino, docente del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y Física de los Océanos de la Facultad de Ciencias (Udelar).
“No alcanza con que haga frío en la superficie: toda la columna de aire, desde las nubes hasta el suelo, tiene que estar lo suficientemente fría como para que el agua se mantenga en estado sólido”, detalló.
La primera condición, entonces, es que la temperatura sea menor a 0°C en casi toda esa columna de aire. La segunda, que haya nubes frías -de entre -10°C y -20°C- donde convivan gotas de agua muy fría y pequeños cristales de hielo. La tercera, que haya suficiente humedad para que se formen esos cristales. Y la cuarta, que existan corrientes de aire ascendente que ayuden a que esos cristales crezcan.
Cuando todo eso ocurre, se activa lo que se conoce como “proceso de Bergeron”, donde el vapor de agua se transforma directamente en hielo y se forman copos. Pero si en algún tramo del trayecto hacia el suelo la temperatura sube, esos copos se derriten y lo que cae es lluvia o aguanieve.
“La parte más difícil es que los copos lleguen enteros al suelo, sin derretirse”, agregó Montesino. Esto se debe a que las masas de aire polar que llegan desde el sur se van calentando cuando atraviesan el océano Atlántico o el continente: el suelo o el mar les transmiten calor, especialmente en los niveles más bajos de la atmósfera.
Además, Uruguay está en una latitud media-baja y no tiene cordilleras ni montañas altas que obliguen al aire a subir y enfriarse rápidamente, un proceso clave para formar nieve en otras partes del mundo.
Y acá usted podrá preguntarse: “¿Y si estoy en un cerro o en una zona más alta?” Como el Cerro Catedral, por ejemplo, donde se filmó un video el lunes pasado. En teoría, cuanto más alto se está, más fría es la atmósfera: se estima que la temperatura baja unos 6,5°C por cada 1.000 metros de altura.
Pero en Uruguay las alturas no son tan elevadas. El punto más alto del país es justamente el Cerro Catedral, que apenas alcanza los 514 metros. Según la meteoróloga, eso no alcanza para generar un enfriamiento significativo que favorezca la caída de nieve. “Aunque en un cerro pueda hacer uno o dos grados menos que en zonas más bajas, eso por sí solo no basta para que nieve, si el resto del aire en altura no está lo suficientemente frío”, explica.
Respecto a los videos que circularon en redes, Montesino señala que solo con mirarlos no se puede saber con certeza si se trata de nieve o aguanieve, especialmente en un día con tanto viento, porque no se puede distinguir si cae rápido o lento. Pero hay pistas que ayudan: por ejemplo, si la ropa de las personas que aparecen en el video está visiblemente mojada, es más probable que se trate de aguanieve. No obstante, en agosto de 2019, allí se registraron copos de nieve.
La diferencia está en la textura y el comportamiento de cada fenómeno. La nieve es seca, liviana y tiene cristales con formas visibles si uno los observa de cerca. En cambio, el aguanieve es una especie de “mezcla” entre nieve y lluvia: cae en forma de gotas blancas, frías y húmedas, más rápido que la nieve, y no suele acumularse fácilmente en el suelo. Cuando uno la toca, se siente como si fuera agua con pedacitos de hielo.
Otra posibilidad es que caiga graupel que se ve como una “pequeña bolita blanca, opaca y blanda, de forma redondeada”, pero que, a diferencia de la nieve, pierde la forma cristalina y cae al suelo como un gránulo más compacto que se deshace fácilmente al tacto. Este tipo de precipitación se da típicamente en nubes convectivas frías, como los cumulonimbos, esas de gran desarrollo vertical y amazacotada que avisa que hay que salir de paraguas.
“Desde lo visual, puede ser difícil distinguir un copo de nieve de una bolita de graupel o de aguanieve, sobre todo si caen rápidamente o se funden al llegar al suelo. Además, la duración breve de estos eventos en nuestra región hace que no siempre se identifiquen bien sin observación detallada o instrumental”, aclara Montesino.
Por eso, como en los memes… así de confundido me tenés.
Postales y memorias.
Con esta lección aprendida, surge la pregunta: ¿cuáles han sido los eventos históricos de nieve en Uruguay? El más antiguo data de 1817, y le siguen otros en 1850, 1853, 1870 y 1893, según el relevamiento realizado por Alejandro Giménez.
Entre los registros recogidos por la prensa y las primeras observaciones del observatorio meteorológico del Colegio Pío -fundado en 1882- y de la Estación Meteorológica de Antepuerto, que comenzó a operar en 1895, se destaca un episodio particularmente notable: en 1918 se documentó nieve en varios puntos del país. En Tacuarembó llegaron a medirse 10 centímetros de acumulación; en Salto, 2 centímetros. También se reportaron nevadas en Fraile Muerto y Río Branco (Cerro Largo), Pan de Azúcar (Maldonado), La Coronilla (Rocha) y Piedras Coloradas (Paysandú).
La siguiente nevada que merece mención es la que sorprendió a los vecinos de Treinta y Tres, Nico Pérez y Batlle y Ordóñez el 4 de julio de 1960. El Archivo Departamental conserva varias fotos de calles y campos blancos, y hasta de muñecos de nieve.
Luego llegó la del barrio Carrasco, en Montevideo, la mañana del 26 de junio de 1980. Las fotografías publicadas por El País, con fachadas de chalets cubiertos de blanco, parecen sacadas de una postal europea. Giménez recuerda que el vespertino Mundocolor tituló: “¡Nevó en Carrasco!”
Otro caso documentado es el de la localidad floridense de Cerro Colorado, el 1° de agosto de 1991, cuando también se registraron nevadas en el norte, Rocha y Lavalleja. La directora de una escuela de Florida contó que era la tercera nevada que presenciaba en su vida, recordando también las de 1954 y 1960. En una nota de Telenoche (Canal 4) se afirmaba que la nevada de ese día había tenido la misma magnitud. “Movilero y camarógrafo presenciaron hasta una guerra de bolas de nieve entre niños”, cuenta el historiador.
Una crónica de este diario sobre la misma jornada en Minas relataba que los autos no arrancaban y que el servicio de agua potable no funcionó hasta la tarde porque las cañerías se habían congelado. Pero en medio de los problemas, también hubo postales de alegría: muñecos de nieve improvisados en las veredas, manos heladas, risas y la emoción irrepetible de vivir algo extraordinario.
Siempre raras.
Y acá usted podrá preguntarse: ¿podríamos tener más nevadas en el futuro debido al cambio climático? Aunque este fenómeno puede provocar olas de frío más intensas o prolongadas, eso no significa que la nieve vaya a volverse algo común en Uruguay, según advierte la meteoróloga. Al contrario, en muchas regiones del mundo los inviernos se están volviendo más templados, lo que reduce las probabilidades de nevadas.
Para que ver copos blancos sea algo más que una rareza en estas latitudes, tendrían que producirse cambios profundos en la temperatura media y en los patrones generales del clima. Mientras tanto, seguirán siendo eventos excepcionales, tan fugaces como memorables.