Cual retazo de los cielos: curiosidades y polémicas sobre las banderas departamentales

Las banderas que identifican a los departamentos son bastante recientes. Montevideo y Tacuarembó son los únicos que no tienen una propia

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Bandera uruguaya.
Bandera uruguaya.
Foto: Leonardo Mainé

¿Podemos imaginarnos un mundo sin banderas? Imposible. Flameamos una blanca si nos rendimos, una roja para advertir sobre un peligro, una de cuadros negros y blancos para celebrar que alcanzamos una meta. Y, por supuesto, existen las banderas que reivindican las causas más variadas y aquellas que comparten que no haya otra fortuna ni más honor que morir por ellas. Lejos de ser un trozo, por lo general, rectangular de tela, las banderas sintetizan historias, pensamientos y orgullos de algo o alguien en particular. Es por eso que a varios de los consultados para esta nota les parece extraño que Montevideo y Tacuarembó todavía no tengan una propia. ¿Qué historias esconden las banderas departamentales?

Colores y dibujos.

Se nota el pudor en la voz de Alberto Caramés cuando dice que existen 120 escudos de su autoría. Es “autodidacta y entusiasta” de la heráldica, disciplina que describe, estudia y explica el significado de imágenes y figuras de los escudos de armas. Pero también tiene conocimientos de vexilología, la disciplina que estudia las banderas, pendones y estandartes. Y por la última tuvo participación en dos banderas: la de Salto (como consultor técnico) y la de la Armada Nacional (creador).

La salteña, izada por primera vez en 1997, tiene un elemento que la diferencia del resto: cinco líneas blancas “quebradas” que simbolizan los rápidos del Río Uruguay. De esta manera, se representó “estéticamente” un valor geográfico del departamento. Además de la estética, Caramés destaca la “simpleza”, uno de los principios fundamentales de la vexilología. Es decir, una bandera debe ser simple para que un niño pueda dibujarla de memoria. “Es un salto simulado con cinco fajas blancas que también hacen referencia a la patria. Nuestro pabellón tiene fajas azules sobre fondo blanco, entonces, con muy pocos símbolos simulamos la patria y el departamento”, explica.

Otro principio de la disciplina indica que los símbolos, imágenes, colores y diseños deben relacionarse entre sí y ser expresivos de lo que quieren representar o transmitir. Además, se deben usar pocos colores (no más de tres) y estos tienen que ser básicos y deben contrastar entre sí.

Ahora, ¿por qué incluyeron el escudo en el cantón si complejiza el conjunto? Se colocó en el cantón que es el espacio que está al lado del asta. Esta es la explicación: “Cuando hay calma chica y apenas ondea la bandera, la figura se va a ver igual” y, por tal motivo, será una bandera reconocible. Y agrega: “Son cosas que a veces los tribunales no saben; hay reglas para considerar, además de la estética”.

Respecto a los principios de la vexilología, Omar Doglio, miembro de la comisión directiva del Instituto de Estudios Genealógicos del Uruguay (IEGU), tiene para resaltar un par de cosas al ver las banderas departamentales. Por ejemplo, se indica que no hay que poner inscripciones, escudos ni sellos, algo que no cumplen nueve de las 17 banderas existentes. Para su colega del IEGU, Pablo Rivero, el uso de lemas o leyenda, algo que sucede en las banderas de Soriano y Lavalleja, está por fuera de las normas; en particular, calificó que el uso de la palabra “Lavalleja” en el paño es “totalmente incorrecto”.

Del conjunto, Doglio destaca la de Cerro Largo (2018) y la de Canelones (2010) por ser diseños convencionales. La primera es un fondo azul con tres fajas blancas. Según propuso su creadora, la maestra Cristina Cardozo, el campo azul representa al cielo y simboliza la virtud de la justicia y las fajas corresponden a la pureza, integridad y anhelo de paz. Es igual a la bandera de los Insurgentes Orientales, la supuesta primera bandera oriental de 1813.

La bandera canaria presenta 10 fajas blancas y nueve azules, “invocando al primer pabellón nacional”, señala Doglio; es completada con una faja diagonal roja, haciéndose más que explícito su origen artiguista. No fue casualidad. Así se solicitaba en las bases del concurso del que resultó ganador Edgardo Taranco. Lo recuerda para Domingo: “Se pedía destacar dos elementos históricos: la infancia de Artigas y la primera bandera uruguaya, así que asocié las franjas con licencia artística”. No obstante, Taranco confiesa que no era su primera opción pero la idea convenció al jurado. No tenía conocimientos sobre vexilología pero se preocupó en estudiar “algo para no hacer un disparate”. Diseñador gráfico y dibujante de profesión, comenta: “Me acostumbré a que sea parte del paisaje de Canelones. Ya no es mía, es pública. Sí tengo guardada una en casa que la cuelgo en todas las fechas patrias”.

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De izquierda a derecha: Soriano, Salto, Rocha, Treinta y Tres, San José, Rivera, Río Negro, Paysandú y Lavalleja
FIEBRE EN LOS MUNICIPIOS

El especialista en genealogía y heráldica, Pablo Rivero, dice a Domingo que hoy se repite el boom de la década de 1990 de las banderas departamentales en una “fiebre” por dotar de escudos y banderas a los municipios en todo el país. El problema que ve es que no se suman expertos en vexilología en los jurados, por lo que las creaciones, a menudo, no cumplen con los principios básicos. Por ejemplo, la bandera de Ecilda Paullier mezcla demasiados elementos para ser un símbolo claro (tiene estrellas, cintas, trigo y un queso gigante).

Los colores artiguistas -rojo, blanco y azul- se repiten en la mayoría de las banderas departamentales. Pero hay una que Doglio y Rivero calificaron de “particular” porque presenta una forma única: la de Artigas. Es esa que tiene un triángulo rojo atravesado por cuatro líneas azules horizontales. Su creador, el arquitecto Hugo Ferreira Quirós, quiso transmitir con la figura la condición de departamento limítrofe con dos países; el óvalo, en tanto, es una abstracción de la riqueza mineral de la zona; las líneas azules aluden a la bandera nacional y la faja azul inferior representa los ríos y arroyos.

Otra bandera “particular” para Doglio es la de Paysandú (1992) pero por su elemento central. ¿Qué es eso? ¿Un sol? ¿Una estrella? El símbolo es una flor de mburucuyá cuyos tres pistilos representan las tres defensas históricas de la ciudad. La inclusión de un elemento vegetal nativo solo es compartida con las banderas de Rocha (dos palmeras) y Treinta y Tres (una flor de zucará). Pero antes de hablar sobre esta última hay que decir que el resto de la bandera de Paysandú es la de la Unión de los Pueblos Libres y por la que el prócer dijo que el rojo correspondía a la “sangre derramada para sostener nuestra libertad e independencia”.

La bandera que flamea en tierras olimareñas es una creación de la artista Caryl Suárez y se izó por primera vez en 2003. Eligió varios símbolos (ok, vexilólogos, quizás no es tan simple) del departamento: un cuervo y una flor de zucará comparten el espacio central del paño blanco que del lado izquierdo luce cuatro olas azules -por los ríos Cebollatí y Olimar, el arroyo Yerbal y la Laguna Merín- y la mitad de un sol del lado derecho. “Mucha gente dice que Rocha tiene el sol de la patria y no es así; nosotros lo tenemos porque somos el departamento más al este”, reivindica en diálogo con Domingo.

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Caryl Suárez izando la bandera de Treinta y Tres por primera vez

Suárez anticipa que la historia de esta bandera es “bastante cómica” y lo cumple. Primero porque cuenta que el diseño se le apareció en la mente mientras estaba en la ducha, de la que salió con champú en la cabeza para ir a dibujar un boceto. Es cómica también porque la artista tenía una vendetta pendiente: “Mi hermano y yo éramos alumnos sobresalientes en la escuela. Pero lamentablemente yo tenía muy mala conducta porque era muy inquieta. De quinto a sexto año me negaron las tres banderas de la patria y a él también porque era mi hermano. Fue un dolor terrible. Mirá lo que son las vueltas de la vida. Ahora la bandera del departamento es mía. Lo que es el karma”. Suárez ama tanto su bandera que tiene cuatro en su casa; una está colgada en una habitación.

Hay una bandera departamental que a Doglio no lo convence y es la de Durazno (2000). Dice no es comprensible; pero a Rivero no le desagrada. Sí es bastante diferente al resto. Es un diseño del arquitecto Andrés Martínez: en un fondo azul hay un círculo de 18 estrellas -por los departamentos- con una estrella más grande en el centro -que representa a Durazno- que incluye una especie de vela que está presente en el escudo en señal de esperanza y dos cintas celestes que representan al río Yí y al río Negro. Martínez confiesa que presentó esta idea en el último momento del concurso y que, por tal motivo, hizo un collage con lo que tenía en su casa. Lo gracioso de esta historia es que, una vez que se conoció el diseño, las maestras mandaban de deberes averiguar quién era el creador; así que, por un tiempo, Martínez respondía a los escolares que llegaban hasta su casa. Cada vez que abría la puerta escuchaba la misma reacción: “¡Está vivo!”

Lo mismo le sucedió al artista Edgardo Cánepa, autor de la bandera de Río Negro, quien la diseñó cuando era “un muchachito” en 1995. “Llegaban a casa y se sorprendían porque pensaban que era un señor que había muerto hacía muchos años. Todavía tengo guardadas cartas que me escribieron... ellos creían que yo era un prócer”, bromea.

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Edgardo Cánepa y la bandera de Río Negro (sin errores)

Esta bandera no cumple con el principio de los colores porque luce cinco: azul, blanco, oro, celeste y negro. Pero esa no es la crítica que le hacen hasta hoy. “Algunos dicen que es demasiado argentina”, afirma. Se lo dicen por la disposición de dos fajas azules -aunque las del pabellón argentino son celestes- y una blanca en el medio que es la que lleva varios símbolos: una espiga de trigo, un sol -que le dicen que tiene aspecto argentino-, un ancla y dos olas. Esto no molesta a Cánepa pero sí hay algo que lo inquieta y es que, en realidad, su diseño sufrió una modificación involuntaria cuando se confeccionaron nuevas banderas. Él dibujó el trigo unido con las olas pero ya no está así. “Alguien habrá pensado que estaba mal pero, en realidad, la idea era que estuvieran unidos simbolizando el puente entre Río Negro y Soriano”, explica.

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De izquierda a derecha: Maldonado, Flores, Florida, Durazno, Cerro Largo, Canelones, Artigas y Colonia
ROJO, BLANCO Y AZUL: LOS COLORES PROTAGONISTAS

Siempre la pelota.

En un país futbolero como Uruguay a nadie se le ha ocurrido, hasta ahora, poner una pelota en una bandera; no obstante, esto no implica que el fútbol no esté detrás de dos emblemas. Uno de ellos es el de Florida (1990). Y este caso para el periodista local Emilio Martínez, es, al menos, “pintoresco”. La utilización de los colores rojo y blanco -que estaban estipulados en las bases del concurso- siempre le llamaron la atención. Allí se decía que se debían respetar los “colores tradicionales deportivos”. Esta combinación empezó a ser utilizada, según investigó, en la década de 1930 cuando la selección de Paraguay regaló camisetas a los jugadores floridenses. Esto se dio por intervención de un médico paraguayo que vivía en el departamento, Abente Haedo, quien fue delegado ante la Comisión Sudamericana de Fútbol.

El diseño no fue obra de una persona sino de una “cooperativa” conformada por Carlos María Carbajal, Mauricio Riva y Alejandro Martínez; sin embargo, oficialmente, la autora es María Elsa Echeverría, quien era novia de Carbajal en ese entonces, porque fue quien presentó el sobre. Y el diseño ganador, al que habían apodado la “F fulera” (son dos franjas rojas horizontales y una vertical en donde aparece el escudo del departamento), no era el favorito de ninguno de los tres. Carlos, el verdadero autor, ha relatado que él prefería uno que incluía azul pero, tal como indicaban las bases, debían primar el rojo y el blanco.

Esta “identificación cromática deportiva” también fue recogida en la reciente bandera de Casupá en la que aparecen los rostros de Artigas y del indio Gasupá en blanco sobre un paño rojo con una diagonal blanca con otros detalles. En la descripción se lee: “Casupá es una tierra de deportes y tradición. Podemos apreciar la utilización del color rojo, ya sea en la camiseta de su fútbol como en las actividades hípicas”.

La otra bandera departamental inspirada en colores futbolísticos será la de Tacuarembó, la que está en proceso de creación. “Al intendente se le ocurrió eso”, bromea Carlos Arezo, director general de Cultura de Tacuarembó. La camiseta de Tacuarembó es roja y blanca y esos colores deben resaltar en el nuevo símbolo, lo que no fue bien recibido por representantes de San Gregorio de Polanco -donde la camiseta es azul- y de Paso de los Toros -donde es amarilla-.

Pero este no el único escollo por el que atraviesa la convocatoria que finaliza el 1° de diciembre. Tanto que Arezo se pone serio y dice: “Está muy peleada la cosa”. El tema es el siguiente: Tacuarembó tuvo una bandera anterior (por el año 2000) que no fue aprobada por la Junta Departamental pero quienes estuvieron a favor en ese entonces quieren que se retome ese diseño. Arezo recuerda que era verde y azul con tacuaras amarillas y un sol. En resumen: “Se ha creado un ambiente de oposición”.

Para Caramés, estas discusiones son entendibles porque una bandera “no es un simple trozo de tela con colores y figuras”, sino que es un “significado profundo que llega al corazón” y a veces lo hace tan fuerte que “hay gente que muere por ella”.

DOS POLÉMICAS: MONTEVIDEO Y COLONIA

Si Tacuarembó concreta su bandera según lo planeado, Montevideo será el único departamento que no tendrá una propia (solo tiene escudo). Ya van, al menos, tres intentos infructuosos. El último fue en 2015. Según la crónica de Andrés López Reilly para El País, la bancada del Frente Amplio en la Junta Departamental impulsó la creación de una bandera que identificara a Montevideo “con los colores artiguistas”, pero la propuesta fue rechazada por los ediles blancos y colorados por tratarse de los mismos colores utilizados por el Frente Amplio. A juicio del edil frenteamplista Dari Mendiondo, promotor de la iniciativa, la bandera debía “llevar los colores artiguistas” porque Montevideo mantenía “la legitimidad del artiguismo”. El colorado Mario Barbato explicó en ese entonces los motivos por los cuales votó en contra: “Se debe a la molestia que nos genera que se haya tratado con la liviandad con que se ha tratado la creación del pabellón del departamento, que debe ser un símbolo representativo de la ciudad. Inequívocamente, el único símbolo que representa a todos los montevideanos es el Cerro de Montevideo, sin condicionante en cuanto a su colorimetría”.

Algún día la ciudad tuvo bandera pero hay que remontarse a la época colonial, bien a principios del siglo XIX. El especialista Omar Doglio recuerda que era un fondo blanco con una cruz de Borgoña roja que llevaba en las puntas el escudo de armas que existía en ese entonces. “Hasta hoy no nos hemos puesto de acuerdo”, comento. Su colega en la heráldica, Alberto Caramés, considera que la capital del país se merece tener de nuevo esa discusión y llegar a un diseño para celebrar los 300 años que se cumplen en 2024.

La elección de una bandera para Colonia también se vio envuelta en polémicas. La Junta Departamental aprobó este año como bandera oficial del departamento su escudo sobre un campo blanco, una insignia que se usaba de manera provisoria. La iniciativa recogió 15 de 26 votos. El escudo contiene la Cruz del Sur, cuatro espiga por los cuatro puntos cardinales de donde provienen los inmigrantes y una abeja, que simboliza el trabajo.

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