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¿Cómo altera la vida diaria la desaparición de insectos?

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CAMBIO CLIMÁTICO

El cambio climático está provocando cambios en la población de insectos, se multiplican por el calor y se vuelven en plagas, pero su combate también tiene consecuencias

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Hay más de un millón de especies distintas. Viven a nuestro alrededor y visto de cerca pueden resultar pesadillezcos. Los insectos, sin embargo, podrían resultar las primeras víctimas de la especie más peligrosa del planeta: los seres humanos. Dada la enorme cuota de responsabilidad humana en el cambio climático este factor ya está produciendo efectos no deseados en la llamada entomofauna. Uno de ellos es el incremento de plagas que afectan los cultivos, el otro la proliferación de vectores que pueden ocasionar enfermedades graves e incluso letales para las personas.

Los insectos son necesarios para el mantenimiento de los ecosistemas, de ahí que recientes investigaciones científicas adviertan con enorme preocupación la inminencia de su extinción. La causa principal es la acción combinada del cambio climático y el uso de insecticidas para combatir las plagas.

La sexta extinción masiva

Según un estudio de la Universidad de Sydney (Australia) los insectos están desapareciendo de la Tierra a gran velocidad. El 41% de las especies está en franco declive debido al efecto combinado de la acción humana y el cambio climático. Los expertos estimaron que al ritmo verificado las especies invertebradas más diversas podrían desaparecer totalmente en un siglo. Los científicos ya hablan de la sexta extinción masiva y sus efectos podrían resultar catastróficos para el planeta. Los insectos son necesarios para el funcionamiento de los ecosistemas, desde la polinización al reciclado de nutrientes y además constituyen la dieta básica de varias otras especies. Hay más de un millón de especies conocidas contra los 5.400 entre los mamíferos, para tener una idea de su tamaño. Las nuevas generaciones de insecticidas están haciendo estragos.

“El cambio climático puede afectar no solamente la actividad de los insectos, también su sobrevivencia y reproducción. Todas las tasas vitales de los insectos están influenciadas de alguna manera por la temperatura ambiental ya que son animales ectotermos”, señala la bióloga Sabrina Clavijo, investigadora del Instituto Clemente Estable, consultada por Domingo.

Clavijo recuerda que “en el útlimo informe del IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental de Cambio Climático), señala para nuestra región, que dentro de los cambios que ocurirán se encuentra el aumento de las enfermedades trasmitidas por vectores o un aumento en la distribución de los vectores”.

Por lo pronto, algunos fenómenos meteorológicos recientes sí están teniendo una incidencia directa en la mayor actividad de insectos. Las temperaturas altas, generalmente asociadas a elevados índices de humedad, que han dado lugar a las olas de calor facilitan la proliferación.

“Existe bastante certeza de que el aumento de la temperatura y la variabilidad va a incidir en las poblaciones de insectos. Sin embargo, la relación entre tasas vitales y temperatura no es lineal, lo que dificulta realizar predicciones”, dice Clavijo.

Este aspecto es central para las investigaciones que Clavijo viene realizando en el Clemente Estable, en particular con aquellos insectos clasificados como vectores —por ejemplo, el mosquito Aedes aegypti, trasmisor del dengue, chikungunya y zika; o el Triatoma inestans, o vinchuca, trasmisor del mal de Chagas— cuya proliferación puede derivar en un grave problema sanitario.

“En este momento me encuentro trabajando con vectores de enfermedades y los efectos de la temperatura sobre su tolerancia térmica y otros rasgos. Por ejemplo, estoy evaluando los efectos de la temperatura y su varianza sobre la tolerancia térmica y la frecuencia de alimentación de Triatoma infestans, el principal vector de la enfermedad de Chagas en el cono sur”, explica la investigadora.

En la comunidad científica hay certezas en cuanto a la incidencia del aumento de las temperaturas —una tendencia global que se ha verificado en el incremento de décimas en los últimos años y que el aumento de la temperatura de las aguas océanicas puede elevar más— tiene una incidencia directa en la mayor actividad de los insectos. Una relación simple y directa: más insectos y más hambrientos.

Sangre fría

 “Los insectos son animales de sangre fría, por lo que son directamente dependientes de lo que suceda con la temperatura. Se desarrollan dentro de un rango de temperatura, existiendo una temperatura mínima por debajo de la cual se inhibe el desarrollo, una óptima que es la más favorable para que se realicen todos los procesos metabólicos, y por último una temperatura máxima, a partir de la cual el insecto entra en quiescencia, y detiene su desarrollo”, explica por su parte la investigadora Valentina Mujica, del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA).

Aunque la incidencia de las temperatura varía según la especie, los incrementos pueden actuar como una suerte de aceleradores.

“Cuando las variaciones de temperatura se dan dentro del rango óptimo es que se visualizan algunas alteraciones en el comportamiento de las poblaciones. Por ejemplo, al aumentar la temperatura se acorta el tiempo que necesita un determinado insecto para completar su desarrollo y por lo tanto una generación”, señala Mujica. Ello implicará que al finalizar la temporada existan poblaciones de insectos más numerosas.

Estos fenómenos están provocando verdaderos dolores de cabeza a los agricultores. Las plagas parecen mutliplicarse y con ello los productores se ven cada vez más empujados a utilizar potentes insecticidas para repelerlas. Una consecuencia directa de ello es la reiterada floración de cianobacterias que viene aquejando a toda la costa uruguaya.

“En el área frutícola existen varios órdenes de insectos que se consideran plaga, dentro de ellos, una de las familias más importantes es la Torticidae”, explica la investigadora del INIA. Esta polilla afecta a diversos frutos y suelen ocasionar pérdidas importantes.

“Dentro de esta familia de lepidópteros se incluyen las principales plagas de la fruticultura, quienes son el foco de la mayoría de las aplicaciones de insecticidas necesarias para la obtención de fruta de calidad: Cydia pomonella (polilla de la manzana), Grapholita molesta (polilla del duraznero), Bonagota salubricola y Argyrotaenia sphaleropa (lagartitas de los frutales)”, describe Mujica.

La investigadora explicó que para estas especies es que se lleva adelante el Plan de Manejo Regional de Lepidópteros Plaga que desarrollan desde hace varios años la Dirección General de la Granja, la Dirección de Servicios Agrícolas, la Facultad de Agronomía y el INIA.

Entre los fenómenos extremos que están afectando a las poblaciones de insectos se encuentran las lluvias copiosas y, sobre todo, las inundaciones provocadas por estas. Al respecto la investigadora explica de qué modo incide el fenómeno.

“Las inundaciones o lluvias abundantes son factores de mortalidad importantes para los insectos en general, por lo que ellas no serían responsables de la aparición de ninguna especie de insecto en particular”, precisa en primer lugar.

“Lo que sí podrían hacer las inundaciones es favorecer el traslado de especies de un punto al otro, por ejemplo cuando se registran lluvias importantes en las nacientes del río Uruguay o en el alto Paraná”, añade luego.

Lo mismo puede ocurrir con embarques de frutas, como fue el caso reciente de las arañas bananeras en Maldonado.

Invasión de cianobacterias
Cianobacterias

La floración de cianobacterias ha afectado más de 450 kilómetros de costa en los últimos días, según estimaciones de la Facultad de Ciencias que monitorea el fenómeno. Su aparición se produce como consecuencia de la aplicación de algunos potentes agroquímicos. Los altos contenidos de nitrógeno y fósforo, sumado a las altas temperaturas son las condiciones ideales para la floración de estas bacterias, las más antiguas que pueblan el planeta y responsables de la formación de la atmósfera a través de procesos de fotosíntesis.

Unos se van, otros vuelven
Mosquitos

El mosquito Aedes aegypti es uno de los vectores más peligrosos y responsables de la trasmisión del dengue, la chikungunya y el zika. Las medidas de prevención promovidas por las autoridades sanitarias y adoptadas por la mayoría de la población han permitido contener la proliferación de estos mosquitos, cuya población ha disminuido sensiblemente. Sin embargo, preocupa a los expertos el resurgimiento de otros vectores con consecuencias graves para la salud, como la vinchuca. Se ha constatado su presencia en zonas rurales.

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