Cassidy Hutchinson, la whistle blower del momento

Cassidy Hutchinson

NOMBRES

Fue la asistente del jefe de Gabinete del expresidente de Estados Unidos. Y su vida cambió cuando decidió dar su testimionio sobre lo ocurrido tras las últimas elecciones en su país.

El término whistle blower significa, literalmente, “el/la que sopla el silbato”. Con ese término se designa a aquellas personas que revelan aspectos ocultos de, por ejemplo, una gestión política o empresarial habiendo formado parte de esa misma gestión. De acuerdo a dónde uno se ubique en el paisaje ideológico, una persona así será alguien más o menos heroico que revela irregularidades o delitos, o —para este caso— una buchona, una delatora que quiebra el tácito acuerdo de lealtad entre pares. Si se quiere ir un paso más allá, se puede hacer como sucesivos gobiernos estadounidenses y calificar al whistle blower como “espía” y una amenaza a la “seguridad nacional”, como en el caso de Julian Assange.

Cassidy Hutchinson es la whistle blower del momento. Esta joven estadounidense (25 años) dio recientemente varios testimonios que dejan muy mal parados al expresidente de su país, Donald Trump, y gran parte del equipo que respondía al exmandatario.

Los testimonios forman parte de las audiencias parlamentarias que actualmente se están llevando a cabo en la capital de Estados Unidos sobre el intento de golpe de Estado llevado a cabo por Trump, cuando quedaba claro que, tal como ocurrió con George Bush padre, él sería presidente de un solo término y no sería reelecto.

No es la única convocada por la comisión parlamentaria bipartidaria que investiga la así llamada “insurrección”, claro, pero Hutchinson ha adquirido su notoriedad en parte porque ha aportado un anecdotario entre trágico y cómico.

Hutchinson quiso formar parte del sistema político, ser una funcionaria, desde chica. Luego del liceo, se mudó de su ciudad, cerca de Nueva Jersey, al estado de Virginia, para estudiar politología en una universidad pública. Hutchinson sintió que había tocado el cielo con las manos cuando le aceptaron la solicitud de hacer una pasantía en la Casa Blanca hace apenas cuatro años. De acuerdo a familiares y allegados, no pudo contener las lágrimas de la emoción al recibir la confirmación que su solicitud había sido aprobada.

Apenas pudo contarle a alguien, Hutchinson declaraba su fascinación por estar en las mismas habitaciones que el máximo poder político de Estados Unidos: “Estuve en varios eventos encabezados por el presidente, como ceremonias en las que se firmaban decretos, celebraciones nacionales y anuncios presidenciales y a menudo iba a ver cómo despegaba Marine One (el helicóptero presidencial) de la Casa Blanca. Mi aporte a mantener la prosperidad y la excelencia de Estados Unidos va a ser una de las memorias de las que más honrada me voy a sentir”, fueron algunas de las frases que dijo en una entrevista para la revista de su antigua universidad, la Christopher Newport.

Pronto quedó claro que la muchacha no era solo entusiasta, sino que también tenía muchas aptitudes para desempeñarse en la función pública. De ser una pasante a ser asistente de un jefe de Gabinete, Mark Meadows, en apenas cuatro años podría ser una definición de “ascenso meteórico”. El corazón de Hutchinson, además, siempre estuvo a la derecha. Antes de trabajar para el jefe de Gabinete de Trump, había hecho otras pasantías para políticos como Ted Cruz y Steve Scalise, ambos del Partido Republicano.

Tampoco parece ser que lo hacía por algún tipo de compromiso. Según varios raccontos publicados en la prensa de su país, Hutchinson estaba encantada con ejercer funciones en el gobierno de Trump e incluso militó activamente para la reelección de este.

Pero incluso para ella, lo hecho por Trump y varios de sus colaboradores fue la gota que rebalsó su límite de tolerancia interno. Y lo que determinó que se diera vuelta como un tortilla fue lo que presenció durante los días que llevaron hacia los disturbios del 6 de enero del año pasado, cuando una turba entró por la fuerza al congreso estadounidense para, según lo que muchos afirman, torcer —violencia mediante— el resultado de las elecciones presidenciales.

Uno de los testimonios que dio fue la reacción de Trump cuando se enteró que sus seguidores querían entrar por la fuerza al congreso o Capitolio. Gran parte de esos seguidores estaban “armados”. Las comillas denotan que el armamento no era el que habitualmente llevan quienes cometen asesinatos masivos en escuelas o lugares públicos. Pero que no hubiera rifles semiautomáticos AR-15 no quiere decir que los sediciosos no estuvieran preparados para la violencia.

De acuerdo a lo declarado por Hutchinson, varios de sus superiores le dijeron que entre los insurrectos había pistolas, cuchillos y que los mástiles en los que llevaban el pabellón nacional eran, en realidad, lanzas camufladas. También declaró haber oído, de boca del propio Trump: “No me importa que tengan armas. No me van a atacar a mí. Dejen que mi gente entre”.

Hutchinson también dio a conocer otros episodios que pintan la imagen de alguien que estaba poco preparado —o no quería— para moverse en el dinámico y cambiante dominio de la política. De acuerdo a la exasistente de Meadows, Trump perdió los estribos cuando vio una entrevista con quien había sido ministro de Justicia de su gobierno, Raymond Barr, diciendo que las elecciones habían sido limpias y justas (o sea, lo exactamente opuesto a lo afirmado por Trump). “Pasé por una habitación y vi que el personal de la Casa Blanca estaba limpiando y juntando trozos de vidrio y platos desperdigados. Una de las personas me dijo que el presidente se había enojado tanto con lo que vio de Barr que tiró platos y vasos —estaba comiendo— contra la pared”.

Más allá de la desilusión con Trump, Hutchinson parece haber sentido más encono contra su exsuperior, el jefe de Gabinete Mark Meadows. Según lo que contó en las audiencias, intentó más de una vez hacer que este reaccione y aporte una advertencia a Trump y otros del gobierno para que estos se desmarcaran de la muchedumbre enardecida e hicieran algo para detener la insurrección. Pero no hubo caso: Meadows, en el racconto de Hutchinson, queda como un casi apático y algo cobarde jefe de Gabinete, incapaz de plantarse ante alguien y pedir que se tomen medidas para salvaguardar la institucionalidad.

Actualmente, Hutchinson está por fuera de la política y no ostenta cargo o puesto alguno. Además, apenas terminó su testimonio empezaron a llegarle presiones y críticas tanto del propio Trump (que la calificó de "buchona" y "trepadora"como de los aún numerosos seguidores del expresidente. Y ahora tiene una guardia de seguridad personal, porque no se puede descartar algún tipo de atentado. “Ella sabía que su vida iba a cambiar cuando diera su testimonio”. Lo mismo dijo Edward Snowden cuando decidió revelar cómo el gobierno de Estados Unidos entonces espiaba a propios y ajenos. Ese es el destino de los whistle blowers.

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