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Bienvenido a la duda, lector

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO 

"Hay una zona de desquicio en la posverdad que padecemos que resulta alienante". Por Washington Abdala

Es una época cargada de narcisismo. Hoy voy a discutir sobre ello. Digo que es una época enferma de narcisismo porque muchos de los que están subiendo fotos, posteos o lo que sea en las redes sociales todo el día, lo hacen para el like del otro, no lo hacen por ellos mismos. Sus vidas están desdobladas. Es más, viven del like del ojo escrutador y eso, creen, los valida. ¡Se bajonean si no les dan likes! Hasta hay gente que se ha quitado la vida por lo que dicen de ella en las redes sociales. La mitad de los que braman basuras en las redes sociales no las dirían si fuera en presencia real del otro. El anonimato construye supuestos valientes. En realidad, solo son patoteros de turba. Solos, esos mequetrefes con un fiscal adelante, lloran y piden perdón. Se les cae el gacho y arrugan.

Volvamos, venía buscando amonestar a los narcisistas. Es más, les quiero reprochar porque han construido algunos ideales estéticos -de la época- de forma autoritaria, y como los ideales son ideales, la pobre gente se rompe el alma para alcanzar cierta aproximación a semejante obelisco y nunca llega a esa altura. Y por eso vemos gente que mete horas de ejercicio obsesivo, horas de fotos posando en las redes, horas de lo que sea para que los miren, para que los aplaudan y para que les digan: “Sos estupendo, seguí, te amamos”. Definitivamente hay una zona de desquicio en la posverdad que padecemos que resulta alienante. La gente colecciona fans creyendo que son moneda de cambio en la medida en que las redes sociales monetizan los seguidores. Algunas plataformas se plagan de seres anodinos, excéntricos, cuerpos apolíneos, abordajes idiomáticos, clases de cualquier pelotazo, animales domésticos que viven casi como humanos, bailes excéntricos y cosas maravillosas como arte virtual, gente que inspira sabiduría y simpatías de todo tipo. De todo che. No estoy en Tik Tok porque un día me enojé al ver que su algoritmo era casi un espía de mis intuiciones, pero no dejo de reconocer que los tipos definen un recorrido de videos divertidos y donde se puede gastar tiempo tratando de entender una globalización que es real. Al debate sobre la adicción a las redes es necesario abordarlo rápidamente: son un vértigo enganchador y las horas que pasa la gente allí dentro define mucha cosa. La depresión, uf, mucho de esto sale de allí.

Va bocha: está lleno de gente que se cree el personaje que se inventó y que por alguna razón obvia -en muchos casos- los siguen algunas tropas y entonces se tragan su propio personaje. Acá es cuando aparece el problema, no todos son Wanda Nara o Angela Merkel. Las redes no son broma, solo gente especial con cierto amianto resiste el pasaje de cierto tiempo porque sus narrativas o discursos tienen algo (aunque no nos guste en muchos casos), el resto son palomillas de verano.

Las redes sociales son la vida misma, no siempre estamos en una esquina discutiendo sobre la religiosidad de Kant o el cinismo de Shopenhauer. Asumir que lo mundano, lo cotidiano, lo diario nos interesa.

El lector debería decirme: ¿Y tú cómo sabés que hay tanto boberío? Con franqueza, por curiosidad procuro desentrañar el mensaje de lo que se muestra y se dice en el presente. Ya no me cuesta, capto que siempre los humanos decimos y hacemos lo mismo solo que en envases distintos. Todo tiene su consecuencia. Si los Beatles no se hubiesen separado como grupo John Lennon no habría compuesto Imagine. O sea, si la tecnología no estuviera aquí para encapsular los mensajes en formato 2022, otra cosa lo haría. Lo que es, será. Punto. O sea, no nos enojemos con el mensajero, el mensaje siempre llega.

Igual, me cansa el híper-narcisismo actual, me parece que esa es una patología del presente y que algo se debería hacer con tanta desmesura. No sé, nunca predico nada, muchas veces dudo demasiado, hoy es uno de esos días. Bienvenido a la duda, estimado lector.

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