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¿Cómo atender a los que atienden a todos?

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Terapia

SALUD

Médicos, enfermeros y otros profesionales del sector de la salud se enfrentan a situaciones límite todo el tiempo en estos días pandémicos. ¿Cómo repercute eso en su propia salud mental y bienestar?

En un extremo, los escépticos. Los que comparan tasas de mortalidad de diferentes enfermedades y sacan conclusiones para aliviar y aliviarse. En el otro, los que necesitan una y otra vez reafirmación de que no les va a pasar nada y que, por las dudas, hacen cuanta consulta y test puedan, contribuyendo así a tensar las posibilidades de respuesta que tiene cada sistema de salud sea público o privado.

En el medio, médicos, enfermeros, asistentes y otros trabajadores de la salud, que en esta pandemia muchas veces tienen que hacer más que lo que les mandata la responsabilidad profesional. Al cliché de “es un trabajo sucio pero alguien tiene que hacerlo” se le puede cambiar “sucio” por “peligroso” y describe con precisión y certeza la situación de muchos profesionales de la salud en la actualidad.

Pero no se trata únicamente del peligro de contagiarse. Este grupo, además, está expuesto a problemas de salud mental y, también, problemas sociales como la estigmatización.

Largas jornadas de trabajo en las que la tensión, el estrés y el miedo siempre están presentes. Y esto es algo que se da en muchos países. En España, uno de los países europeos más afectados por el virus con atributo de realeza, los médicos y otros trabajadores del sector tienen que tomar decisiones harto difíciles. En El País de España salió hace poco publicado un artículo sobre Fátima, una enfermera que, como ella dice, ve a la muerte muy a menudo: “Ayer en mi turno de trabajo comprobé por primera vez como la vida y la muerte se miran en un parpadeo. Tuve que ayudar a vestir y desvestir a familias temblorosas a las que la muerte ha mirado a sus ojos inocentes, sin avisar. Y a una mujer la di la mano antes de administrarle medicación para que un ventilador respirara por ella. Le dije: ‘Todo va a salir bien’, y le fallé. La muerte volvió a ganar. Salí a la calle a gritar, a llorar”.

Otra enfermera, Gloria, contaba que lo más duro cuando muere un paciente “es ver a la familia con mascarillas gritar desde la puerta: ‘¡Papá, te queremos!’. Y tú te acercas y aunque esté sedado, le dices que han venido a despedirse. A veces hace algún gesto. Luego los suyos lloran. Yo lloro con ellos”.

Son muchos los que se preguntan de qué manera esas condiciones de trabajo afecta esos profesionales. Una columna de opinión publicada en New York Times se titulaba “El trauma psicológico que le espera a los médicos y enfermeros”. En Uruguay, de los casos confirmados de contagio al cierre de esta nota, 424, se constató que 59 de esos casos son personal del sistema de salud, casi 14% del total.

Presiones y urgencias

La preocupación por lo que les pueda pasar a médicos y otros integrantes de ese sistema se empieza a extender. La gremial Coordinadora de Psicólogos de Uruguay (CPU) elaboró varios documentos que pretenden ayudar a aliviar algunos de los síntomas más peligrosos en el estado de ánimo de quienes trabajan en la primera línea de acción. Uno de ellos describe los factores de riesgo: “Trabajar en solitario o en grupos con escasa organización (…); trabajar sin coordinación con el resto de la operativa en emergencias ni con el sistema de salud; presión de la urgencia; horarios extenuantes; contacto permanente con el dolor ajeno (físico y emocional) y presión por el compromiso asumido”, entre varios otros.

“Estar todos los días en un entorno de riesgo no solamente genera una incertidumbre en torno a la propia salud física, sino también puede derivar en impactos a nivel familiar, las rutinas, hábitos que se ponen en cuestión o son reconfigurados fuertemente en estas condiciones. Si usted tiene a su familia en situación de confinamiento y usted está saliendo todos los días para enfrentarse a la pandemia, no solo es la ansiedad personal, sino las resonancias que eso puede tener en el circuito más cercano”, dice el presidente de CPU, Luis Carrizo.

Martín Techera, psicólogo, dice a Revista Domingo que hay una saturación de ansiedad entre quienes trabajan en la primera línea de acción. El doctor o doctora tiene que cumplir tareas para las cuales no está preparado. “Tiene que intervenir en el momento y tiene que tomar medidas para poder cumplir con lo que se requiere de él o ella en cuanto a cumplir con el sistema de salud. Pero también tiene que calmar a quien viene a hacer una consulta. Ahí hay un problema puntual, porque muchas veces el o la profesional de la salud no está preparada para poder revertir la ansiedad de la persona que viene a consultar, y menos aún de aquellas personas que ya están contagiadas o que tienen los síntomas”.

Eso, dice el experto, lleva a estar en un estado constante de ansiedad. La ansiedad, agrega, es necesaria para subsistir, pero llega a un punto en el cual se convierte en un bloqueo. De ahí a que el individuo se enferme hay un trecho corto. Pero no se trata únicamente de lo que le ocurre a él o ella. Con el trabajo viene, en la actualidad, riesgos profesionales nuevos. “Uno es el estigma. Al estar en esa zona de riesgo, muchas personas no quieren acercarse sino lo contrario: se alejan. Otro riesgo es que quien trabaja ahí vive con la incertidumbre de cuándo podría llegar a contagiarse y, para complicar aún más las cosas, posiblemente contagiar a su familia. Ahí creo que empieza a haber un nivel de ansiedad bastante más profundo”, cuenta Techera.

En el documento anteriormente citado se describen algunas de las consecuencias de esta situación laboral para el personal de salud: “Dolor de cabeza, dolor muscular, mareos, náuseas, inquietud, pérdida de apetito; dificultad para dormir y descansar; irritabilidad, tristeza; indiferencia ante las propias emociones, sentirse paralizado; molestia al recordar olores, ruidos o imágenes; sentimientos de culpa por pensar que lo que se hizo se podría haber hecho distinto”.

¿Qué se puede hacer para aliviar esos impactos? Hay algunas recomendaciones prácticas: contactarse con la familia para no quedarse rumiando solo. Hidratarse constantemente. Disminuir el consumo de café, cigarrillos y evitar el consumo de alcohol y drogas. Coordinar descansos porque aislarse puede ser necesario como estrategia de autociudado... Esas son algunas de las medidas que recomienda la CPU, y Carrizo enfatiza que el gremio está a disposición para ayudar a toda institución pertinente que lo solicite, sin costo.

Para Techera esta crisis ofrece algunos aprendizajes. “Lo primero es ayudar a quienes están en esa situación, en este momento. Si se sienten contenidos van a tener una capacidad de resolver situaciones que es mucho mayor. Pero mirando un poco más adelante, esta pandemia nos puede dejar la enseñanza de que tenemos que tener una educación emocional fuerte desde la niñez. Si somos educados de una forma en la que podamos ser más independientes, más fuertes emocionalmente, será un beneficio”.

Esto no es solo un proceso individual, acota. “No. A nivel institucional se pueden hacer cosas para enseñar a ser más fuertes emocionalmente: estimular a que cada uno intente hacer su camino y no limitarlos, no seguir los mismos caminos de siempre. Siempre hay que tender a crear algo a partir de una situación difícil”.

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