Publicidad

VIAJES

Arequipa: la bella ciudad peruana entre volcanes

Más tranquila que Lima, en la segunda población del país andino brillan joyas coloniales como el monasterio de Santa Catalina, y la cocina de sus picanterías.

Compartir esta noticia
Una de las calles de
Una de las calles de monasterio de Santa Catalina, ubicado en la ciudad peruana de Arequipa.<br/>
Sammael

Rafael Pola (El País de Madrid)

Situada al sur de algunos de los más conocidos destinos turísticos peruanos, como Nazca, Cuzco, Machu Picchu o el lago Titicaca; rodeada de imponentes volcanes en plena zona de desiertos alpinos poblados por vicuñas, alpacas y llamas; ubicada cerca de los cañones más profundos del planeta, y con un centro histórico declarado patrimonio mundial por la Unesco. La ciudad de Arequipa, segunda en importancia de Perú, ofrece una cautivadora visita.

Levantada generación tras generación con materiales volcánicos, destruida en varias ocasiones por devastadoras erupciones y terremotos, el origen de su nombre no está del todo claro. Para algunos deriva de la expresión en lengua aimara ari quipa, que podría traducirse como “que está detrás de la cima”, quizás haciendo con ello alusión al hecho de que se levanta tras el enorme cono del volcán Misti (5.822 metros de altura). La otra interpretación se basa en la creencia popular de que, cuando el cuarto inca Mayta Cápac vio el valle en el que se asienta la ciudad, dijo impresionado: “Ari, quipay”, que en quechua significa: “Sí, quedémonos”.

Aunque se tiene constancia de que la región ya estuvo poblada en tiempos preincaicos, Arequipa fue fundada en agosto de 1540. Su casco antiguo conserva la estructura urbana característica de la época colonial: calles formando un damero en torno a la gran plaza de Armas y edificaciones de poca altura construidas con sillares de la impecable y vistosa piedra blanca de origen volcánico que tanto abunda en la región.

Las opciones para pasarlo bien aquí son muchas y variadas. Para empezar, lo primero será realizar un buen recorrido callejero para disfrutar del enorme patrimonio histórico cultural. Lo mejor será iniciar la ruta en la plaza de Armas, completa y hermosamente porticada en tres de sus cuatro lados, ocupando su cuarto lateral la imponente catedral, construida en el siglo XIX. La plaza de Armas es el corazón de Arequipa, que bulle de vida y la bombea a toda la ciudad a través de las cuatro calles, que, como arterias, parten de ella.

Al inicio de una de estas vías -la calle del General Móran- se erige la iglesia de la Compañía de Jesús, construida a mediados del siglo XVII siguiendo el modelo de la iglesia de Gesù, en Roma. Luce una espectacular fachada churrigueresca colonial. Poco más allá, se sitúan los antiguos Claustros de la Compañía, únicas edificaciones que se conservan prácticamente intactas desde época colonial, ya que la mayor parte de las construcciones originarias han tenido que reconstruirse más de una vez (en parte o en su totalidad) como consecuencia de los frecuentes terremotos que históricamente han asolado la zona. Construidos en 1660, los tres claustros de la Compañía de Jesús constituyen una exquisita y armoniosa muestra del barroco andino, o arquitectura mestiza.

A lo largo del paseo arequipeño, nos veremos sorprendidos por multitud de antiguas iglesias, conventos, monasterios, grandes casas señoriales… Entre las iglesias que no deberíamos dejar de visitar están las de Santo Domingo, la de San Francisco y la de La Merced; tampoco convendría olvidarse de ver el convento de la Recoleta, con su gran biblioteca y su curioso museo amazónico.

Entre las antiguas mansiones coloniales, merecen conocerse la Casa del Moral, la de Goyeneche, la casona Irriberry y la mansión del Fundador -situada a nueve kilómetros de la ciudad-, que fue residencia de Garcí Manuel de Carbajal, fundador de Arequipa, y que hoy todavía conserva el mobiliario y las pinturas originales de la época. Si tiene oportunidad, acérquese al mirador de Yanahuara, desde el que se tiene una de las mejores vistas de la ciudad y, si da tiempo, dese una vuelta también por el barrio San Lorenzo ―-el más antiguo de Arequipa- y por la casa natal y museo de Mario Vargas Llosa.

Una ciudad dentro de otra

Arequipa, un paisaje colonial entre montañas.
Arequipa, un paisaje colonial entre montañas.
Sammael

Pero si hay una visita imprescindible en Arequipa esa es la del monasterio de Santa Catalina, el monumento religioso católico más importante de Perú. Fundado en 1580, con sus casi 20.000 metros cuadrados, es una auténtica ciudad dentro de otra. Una verdadera ciudadela, rodeada de elevados muros que durante siglos preservaron su celosa condición de gran convento de clausura. A pesar de ello, durante más de 300 años buena parte de las religiosas que ingresaban en él llevaban una vida hedonista, más parecida a la de una dama de alta alcurnia que a la de una humilde monja. Todos los excesos e irregularidades monásticas concluirían finalmente a mediados del siglo XIX con una estricta reforma de la comunidad religiosa. El complejo conventual es tan grande que cuenta con un sinfín de plazas y calles con sus propios nombres. Todo el recinto, salvo la pequeña área reservada a las pocas religiosas que actualmente aún viven en el monasterio, se puede visitar: alojamientos de las monjas, capillas, comedores comunitarios, jardines… Recorriendo sus claustros, calles y pasajes se tiene la sensación de pasear por algún pueblo español.

La ruta urbana puede concluir con la visita al Museo Santuarios Andinos, donde se exhibe, dentro de una urna de cristal a 19º bajo cero, la momia de Juanita, la niña de los hielos, encontrada en 1995 ―prácticamente intacta― por el antropólogo estadounidense Johan Reinhard en la cumbre nevada del volcán Ampato. Juanita, una niña de 13 o 14 años que vivió en el siglo XV, fue víctima del sacrificio ritual que practicaban los incas para aplacar las devastadoras fuerzas de la naturaleza.

Aire libre y gastronomía

Si se tienen varios días, hay que salir de la ciudad. Por los alrededores de Arequipa se pueden realizar estimulantes y apetecibles actividades al aire libre: alpinismo, trekking, senderismo o bicicleta de montaña por cualquiera de las muchas rutas posibles por las espectaculares cumbres y laderas de los tres grandes volcanes que la rodean: Chachani (6.075 metros), Pichu Pichu (5.664 metros) y el imponente Misti, cuya cautivadora estampa, de perfecta forma cónica y deslumbrante cumbre nevada, tiene poco que envidiar a la imagen del monte Fuji.

Y no hay que dejar de hacer una excursión de dos o tres días al valle y el cañón del Colca.

En lo gastronómico, resulta obligado probar alguna de sus picanterías.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

viajes

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad