El anticonceptivo inyectable, un método disponible desde la década de los 80 y sin embargo todavía poco usado en Uruguay, puede resultar particularmente efectivo en el caso de jóvenes en situación de riesgo social o con enfermedades psiquiátricas por las que deben tomar medicación. Así lo confirmó un estudio realizado entre 2002 y 2003 en el Centro Hospitalario del Hospital Pereira Rossell, en el que participaron jóvenes de entre 12 y 20 años que asistían a la policlínica de adolescentes de ese centro. Ellas tenían una vida sexual activa de inicio espontáneo o con antecedentes de abuso sexual, además de alto riesgo de ser víctimas de nuevos episodios.
En total se estudió a 64 adolescentes durante 30 meses, dividiéndolas en dos grupos; uno de ellos recibió el anticonceptivo inyectable mensual, mientras que a otro le fueron administrados anticonceptivos orales con bajo contenido de estrógenos y progestinas de tercera generación. Los integrantes de cada grupo fueron elegidos considerando el consejo del médico y el consentimiento de cada joven, familiares o tutores.
Luego de esos 30 meses de controles mensuales —que incluyeron desde chequeos de peso, talla y presión arterial hasta Papanicolau, ecografías y exámenes clínicos de todo tipo—, se comprobó que entre las jóvenes que habían utilizado los anticonceptivos inyectables no se registraron alteraciones importantes del patrón de sangrado mensual ni tampoco síntomas cardiovasculares o neurológicos secundarios a su uso. Tampoco hubo cambios importantes de peso. Pero tal vez lo decisivo para los investigadores: hubo una excelente adherencia al método y un 100% de efectividad.
Tal como explicó a DS la ginecóloga y especialista en ginecología de la infancia y la adolescencia, Mercedes Abreu, el estudio realizado en el Pereira Rossell demostró que en esa población de jóvenes el anticonceptivo inyectable era mejor tolerado, además de conseguir una mayor adherencia al método. "Una vez por mes es mucho más sencillo que una pastilla todos los días, sobre todo a esas edades en que la responsabilidad no siempre es el elemento número uno y más en situaciones complicadas como es el caso de estas adolescentes", explicó.
Abreu fue, junto con el catedrático José Pons, una de las codirectoras de la investigación realizada por la Clínica Ginetocológica A de Facultad de Medicina y patrocinada por el Centro Latinoamericano Salud y Mujer (Celsam), una asociación civil que intenta contribuir a mejorar la salud de la mujer a través de información, orientación y educación. Como tal fue presentado en 2004 en el 14 Congreso Mundial de Ginecología Pediátrica de Atenas, Grecia.
VENTAJAS. La gran ventaja del anticonceptivo inyectable frente a presentaciones de otro tipo, explicó la ginecóloga, es que se administra —generalmente— una vez por mes. El mismo es una combinación de enantato de nortisterona 50 mg más valerato de estradiol 5 mg (su nombre comercial es Mesigyina). El primer inyectable se aplica en el día uno o dos de la menstruación, repitiéndose luego la aplicación todos los meses en la misma fecha (con un margen de tolerancia de más menos dos o tres días), independientemente de si comenzó o no la menstruación.
El sistema actúa en tres niveles; en primer lugar inhibe la secreción de hormonas que desencadenan la ovulación, pero también produce modificaciones a nivel de moco cervical del cuello uterino, de manera que al espesarlo se dificulta el paso de los espermatozoides Por último, actúa en el endometrio —la mucosa que recubre el útero— haciéndolo más fino y menos apto para la creación de un embarazo.
Estas características del método son las que lo hacen más adaptable a las necesidades de una población muy joven pero sobre todo con grandes riesgos; en el grupo estudiado en el Pereira Rossell hubo muchas adolescentes con factores de comportamiento de alto riesgo, además de una mayor cantidad de usuarias con desórdenes psiquiátricos y con medicación psiquiátrica. A pesar de esos factores de riesgos las jóvenes que participaron del grupo que fue tratado con inyectables presentaron una menor tasa de abandono con respecto al de las adolescentes que tomaron pastillas anticonceptivas. Y esto, explicó Abreu, a pesar de que entre las chicas se contaban casos con algún tipo de discapacidad, retardo mental, patología psiquiátrica —incluso con intento de autoeliminación— y consumo de drogas.
El hecho de que algunas de las jóvenes tomaran medicación psiquiátrica también fue un punto importante en la investigación; tal como explicó Abreu, muchas veces este tipo de drogas pueden interferir con los métodos de anticoncepción hormonal, algo que no sucedió con los inyectables.
Si bien en el mundo son millones las mujeres que utilizan este tipo de anticonceptivo —y en varios países latinoamericanos incluso son el primer tipo utilizado—, en Uruguay y las naciones del cono sur todavía no son usados masivamente, en opinión de Abreu como consecuencia del desconocimiento de su forma de acción. Entre sus ventajas, destacó la experta, está el hecho de que se absorbe más rápidamente. Por otra parte, uno de sus componentes, el valerato de estradiol, es un estrógeno de tipo natural que una vez que ingresa al organismo se convierte inmediatamente en el estrógeno fisiológico que producen las mujeres. Es por eso que esta hormona no se acumula y termina eliminándose sin consecuencias. En realidad, ayuda a estabilizar los ciclos menstruales de la mujer, haciéndolos más regulares y normales en abundancia.
La historia
La primera referencia escrita que se conoce sobre el uso de espermaticidas está asentada en papiros egipcios del año 1850 A.C. Desde ese entonces se utilizaron sustancias —o combinaciones de ellas— tales como miel y carbonato sódico natural, estiércol de elefante o cocodrilo, agua y vinagre, agua y limón, aceites y hasta soluciones jabonosas para evitar que el esperma avanzara.
Pero no fue hasta las últimas década del siglo XIX, en 1885, cuando se produjo un producto de este tipo comercialmente; los supositorios de quinina fueron desarrollados por Walter Rende. Mucho después, en 1937, se comenzó a utilizar como contraceptivo vaginal el acetato de fenilmercurio, que resultó tener mejor efectividad que la quinina. A mediados del siglo pasado surgieron los espermaticidas tal como se los conoce hasta ahora, en base a surfactantes o agentes activos de superficie.
Si de preservativos se trata, en Grecia y Roma ya se utilizaban membranas animales (vejiga o intestino) para evitar el paso del semen a la cavidad uterina. Fue en 1872 cuando se utilizó por primera vez el caucho para la fabricación de preservativos.
En cuanto al dispositivo intrauterino (DIU), su precursor fue Hipócrates, ya que descubrió el efecto anticonceptivo que se derivaba de la colocación de un cuerpo extraño en el interior del útero y utilizó el método en los camellos, para evitar que quedaran preñadas durante las largas travesías en el desierto.
Ya en pleno siglo XX se desarrollaron los anticonceptivos hormonales, en buena parte gracias al trabajo que el biólogo R.E. Marker realizó sobre una planta originaria del estado de Veracruz, México. Quien finalmente creó la famosa "píldora", en 1959, fue Gregory Pincus. Las pastillas anticonceptivas que se consumen hoy en día son muy diferentes a las de la década del 60, ya que las actuales tienen mucho menor contenido hormonal y no afectan la calidad de vida de la mujer.
Fuente: www.celsam.org
SUMA DE HORMONAS
Los primeros anticonceptivos inyectables fueron elaborados para uso trimestral y bimestral. A fines de los 60’ se les sumó el estrógeno, tratando de mejorar el ciclo, pero con un contenido hormonal alto. A estos anticonceptivos se los conoció como de primera generación. Fue a principio de los 80 cuando se desarrollaron los inyectables con menor dosis de hormonas. Actualmente la Organización Mundial de la Salud aconseja que se utilicen los de segunda generación, ya que aportan mejor seguridad anticonceptiva, se adaptan mejor a la fisiología de la mujer y son más fáciles de usar.