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Alicia Escardó: "Hay que hacer cosas, pero pensarlo distinto"

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Ha organizado durante siete años la Semana Negra de Montevideo.
Alicia Escardo 20201005, foto Francisco Flores - Archivo El Pais
Francisco Flores/Archivo El Pais

El Personaje

Es escritora y gestora cultural, organizadora de la Semana Negra de Montevideo y actualmente de la Feria del Libro de La Floresta. En breve editorial Planeta publicará su obra.

Es una mujer inquieta o de inquietudes. Siempre encuentra el momento para todo. Escribe, organiza grandes eventos culturales, tiene grupos de lectura y junto a una socia dirige una empresa productora. Desde hace siete años es la responsable de la Semana Negra de Montevideo, un festival de literatura policial que excede ampliamente lo literario y por el que han pasado autores extranjeros de renombre, pero también detectives privados, expertos forenses, psiquiatras e incluso un célebre ladrón de bancos español que publicó sus memorias e hizo las delicias del público. Ha llenado salas de gente cada vez más ávida de participar en esta vertiginosa experiencia que convirtió en uno de los fenómenos culturales más atractivos de los últimos tiempos.

Alicia Escardó (57) no pudo organizar este año la Semana Negra; la pandemia lo hizo imposible. Su formato implica traer a autores del exterior; para este año estaba prevista la llegada de Lorenzo Silva, reciente premio Planeta y prestigioso autor de novela negra. Antes había traído a Juan Madrid, una leyenda del policial español junto a Manuel Vázquez Montalbán. Y al irlandés John Connolly, el creador del detective Charlie Parker que tiene miles de seguidores en todo el mundo. Pero no pudo ser. De todas formas Alicia no se quedó quieta y organizó la Feria del Libro de La Floresta, un regalo para los habitantes de la Costa de Oro en un año en el que la cultura parece estar de luto.

“Me parece que hay que empezar a hacer cosas, pero también hay que pensarlo todo distinto”, explica.

Eventos más chicos, en puntos alejados de la capital, menos personas y en lo posible al aire libre. Esas son las claves que encontró junto a su socia Susana Arzuaga para mantener viva la llama.

Y mientras corre detrás de los infinitos detalles que implica la organización de estos eventos, Alicia encuentra su tiempo para escribir. Ha desarrollado una serie de novelas juveniles que publica con éxito un sello editorial argentino. Pero acaba de firmar contrato con la editorial Planeta para su primera novela para adultos. “Es una historia en la que el tema principal es cómo algo que te pasa de manera inesperada y tenés que tomar una decisión sin tiempo para pensarla te puede cambiar la vida”, resume. La historia transcurre entre Madrid y Montevideo y tiene, por supuesto, profundos contenidos autobiográficos.

Y su biografía, precisamente, ha estado jalonada por vaivenes complejos y, por momentos, trágicos. Alicia es madre de tres hijos: Natalia (37), Jimena (29) y Diego, quien falleció en un accidente. Fue para sobreponerse a la muerte de ese hijo que se lanzó a escribir. Como si fuera una forma de nadar en ese mar de dolor. Hasta entonces las letras eran apenas un murmullo en su vida, la literatura siempre le había llamado la atención pero sus opciones la habían llevado por otro lado.

Dicen que la formación de un creador comienza en los primeros años. Y en el caso de Alicia esto parece cumplirse con pasmosa precisión.

“Yo empecé a trabajar a los 16 años porque mi padre murió cuando éramos muy chicos”, recuerda.

Mientras completaba el bachillerato comenzó a trabajar en un colegio y eso le despertó el interés por la docencia. “Quería estudiar para profesora, de literatura o historia que eran las materias que me gustaban”, relata. Pero los docentes con los que trabajaba la desalentaron y le hicieron cambiar de idea. “No te metas en eso, te va a ir horrible”, le dijeron. Eran los tiempos de dictadura y Alicia veía constantemente cómo los docentes que más apreciaba eran destituidos, encarcelados o perseguidos. Tenían que ganarse la vida vendiendo libros puerta a puerta. Así que se decidió por la carrera de informática. “Me pareció una aventura, era como 2001: Odisea en el espacio, el mundo de las computadoras”, cuenta.

Y se formó como técnico en informática. Luego de recibir el título trabajó en varias empresas hasta que obtuvo una plaza en el Banco Central y trabajó allí hasta la crisis de 2002.

Por entonces ni siquiera sospechaba que su experiencia en las oficinas del Banco Central tendrían una dimensión insospechada y serían años más tarde materia de su propia literatura.

“Todo lo que tuvo que ver con el avión de Bush, la plata, la renegociación de la deuda, todas esas cosas ocurrían prácticamente a mi alrededor”, señala. Pero, al mismo tiempo, por obligaciones de contrato, tenía la absoluta prohibición de revelar información o siquiera de hacer pública su opinión. “Sin embargo, sabíamos que la crisis era mucho peor de lo que decían, que había bancos que después se fundieron que cerraban en rojo y no tenían el encaje; eso lo veía todos los días y no podía decirlo”, asegura.

La crisis la golpeó como a todos los uruguayos. Su esposo, Claudio, perdió el empleo y poco después le surgió una oportunidad en España. “Yo no lo pensé más y renuncié al banco. Debo ser una de las poquísimas personas que ha renunciado al Banco Central”, dice.

Y se fueron a vivir a Madrid. Estuvieron siete años en la capital española. Alicia consiguió un buen trabajo en el Banco Santander, en el área informática. Y poco a poco la intensa vida cultural de Madrid comenzó a conquistarla.

“Yo vivía a una cuadra de donde se hace la feria del libro de Madrid, que dura un mes. Iba todos los días cuando salía del trabajo, escuchaba desde Vargas Llosa a todos los autores de primera línea. Todos los viernes o sábado había una cosa para hacer. Mis compañeros de trabajo me decían: ‘Alicia, tú nos descubrís un Madrid que no conocemos’, porque la gente de la ciudad ya no hace nada, pero no podían creer todas las cosas que yo les contaba el lunes que había hecho”.

Vivió ese momento intenso en la vida cultural madrileña hasta principios de 2009. Había estallado la crisis global que golpeaba particularmente en Europa y decidieron volver a Uruguay.

“Me fui con una crisis acá y volví con otra crisis en Europa”, resume con humor. Pero mientras volvía a establecerse en Montevideo y comenzaba a trabajar en una empresa de contenidos multimedia la idea de “hacer algo más” iba germinando con fuerza.

Susy Arzuaga, que se convertiría en su socia hasta hoy, estaba organizando un evento cultural en La Floresta que se conocía como la Noche Blanca. A ambas les gustaba el género policial. Alicia había visto de cerca la impresionante movida de la Semana Negra de Gijón, probablemente el evento cultural vinculado al género más importante del mundo. “Entonces me gustó esa conjunción, porque también ahí va público que no necesariamente iría a la charla de un escritor, pero que se queda, lo escucha y se da cuenta de que le gusta”, dice.

Y así nació la Semana Negra de Montevideo, un evento que lleva siete ediciones y que solo la pandemia pudo parar.

Pero si bien este puede parecer un año de parálisis general debido a la impronta de la emergencia sanitaria, Alicia Escardó cree que es solo una oportunidad para ensayar nuevas ideas.

“Hay gente muy talentosa, con distintas ideas, pero hay como un desconcierto y dudas de qué va a pasar. Había mucha gente dependiendo de fondos que están congelados. Por un lado, hay un enojo de conseguir lo que se tenía y entiendo la legitimidad de eso. Pero, por otro lado, yo siento que quizás es el momento de intentar involucrar más a los privados, intentar hacer una mezcla de cosas diferentes. Si te quedás con que antes había tales y cuales recursos y si no lo consigo entonces no hago nada, bueno, es como una parálisis”, opina.

"Hay gente muy talentosa con muchas ideas".
"Hay gente muy talentosa con muchas ideas".

Y así es que está pensando en eventos más reducidos y descentralizados.

El mundo parece detenido, pero eso no le impide a Alicia Escardó seguir moviéndose. Esa parece ser la máxima de su vida. Mientras organiza la feria en La Floresta comienza a pensar en 2021 y en cómo hacer algo nuevo.

Una crisis personal fue el disparador

“Yo empecé a escribir por una crisis personal, debido a algo muy trágico que pasó en mi vida que fue la muerte de mi hijo Diego en un accidente”, dice Alicia Escardó. Prefiere no abundar en detalles, prácticamente no habla de ese doloroso incidente; sin embargo, ha sido el motor secreto de su escritura durante todos estos años. Y de esas íntimas reservas personales comienzan a salir nuevas historias. Y, precisamente, la novela en la que trabaja ahora tiene que ver con una de esas experiencias. En su época como empleada del Banco Central era común la broma interna del “robo” de los billetes que debían ser destruidos por deterioro, una operación normal que se hace en las bóvedas del banco. “Entre los funcionarios hacíamos bromas: antes de quemarlos sacate un fajito porque no están tan deteriorados”, recuerda. Y de esa broma interna nació la idea para su nueva obra. También ocurre en medio de la crisis de 2002, sobre todo porque desde aquel entonces los controles internos en el banco se han vuelto no solo más estrictos sino más precisos, gracias a la tecnología que prácticamente no deja brechas abiertas a posibles “fugas”. Un desafío para cualquier novelista.

Sus cosas

La Floresta. Es su lugar en el mundo y donde vive al menos cuatro de los siete días de la semana. Allí está organizando durante todo el mes la Feria del Libro de La Floresta, que ha tenido como invitados a Jaime Clara, Horacio Cavallo y en los próximos días a Fernando Butazzoni, Ignacio Martínez y Tato López, entre otros.
Magia de Café. “Me gusta ir a leer y a escribir a un café”, dice. Y entre sus predilectos se cuentan El Brasilero, en Ciudad Vieja, Atorrante, en el Centro, y el clásico Expreso de Pocitos. Una costumbre que adquirió durante sus años en Madrid, donde el café es una institución y una de las costumbres más extrañadas del confinamiento.
Pantallas. “Me encantan las historias, sea en novela como en series o películas”, admite. Dos series la han mantenido atenta en los últimos tiempos: la danesa Borgen, una de las joyitas perdidas de Netflix; y Juego de Tronos. Entre las películas la que más le impresionó últimamente fue The Professor and The Madman (Entre la razón y la locura).

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