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Cuando una aguja es sinónimo de terror

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COMPORTAMIENTO

La fobia a las agujas, o belonefobia, afecta más a los niños, pero también entre adultos hay un temor irracional a esos puntiagudos instrumentos que están al servicio de la prevención y el cuidado.

Para poder superar estos estados hay que primero identificar las causas de las fobias. "Las causas son muy variadas", señala Orrico y añade que "cada persona tiene una historia de vida que explica su temor. Puede aparecer luego de haber vivido un episodio traumático, como haber estado un largo período en un hospital. En los niños —y la belonefobia es mucho más común en niños que en adultos— el miedo también puede desarrollarse al observar a otras personas que reaccionan con gran temor o llanto en esas situaciones". Fernández aporta que las fobias también pueden ser adquiridas, o inculcadas. "A veces, los padres le transmiten sus propias fobias a los hijos, que las adquieren. Mi madre siempre me dijo que los perros eran peligrosos, por ejemplo".

La docente explica que hay dos formas de tratar a las fobias: "Psicoterapias y fármacos. Lo que da resultado a largo plazo es la terapia, que es lo que le da las herramientas necesarias al paciente para desenvolverse en aquellas situaciones en las que la ansiedad le pone el mundo patas para arriba. Una parte importante de esas terapias consta del aprendizaje de diferentes técnicas de respiración y relajación. "Siempre deben utilizarse técnicas de exposición en sus diversas variantes, que implican acercarse de forma gradual y sucesiva a las situaciones temidas", afirma Orrico. "Ir de a poco es fundamental", coincide Fernández, "porque quien padece una fobia hace un gran esfuerzo por evitar el objeto causante".

Por suerte, no tendré que vacunarme hasta dentro de diez años. Tengo una década para aprender a relajarme y respirar.

Jorge Quian:"Oponerse a una vacuna que salva vidas es absurdo"

Jorge Quian
Foto: El País

Jorge Quian, actual subsecretario de Salud Pública, recuerda que como pediatra durante tres décadas tuvo que darle vacunas a niños, pero que no son tanto los más pequeños quienes le causaron más problemas, sino los adolescentes. "Le cuento una experiencia personal: la Hepatitis B se transmite sexualmente. Hace unos cuantos años, cuando se tomó la decisión de vacunar contra esta enfermedad, se pensó inicialmente en hacerlo en muchachos de 12, 13 años, en el entendido que iban a empezar a ser sexualmente activos y de se los quería proteger. Pero fue tan complicado que cuando se vio que esa vacuna se la podían dar a bebés, se cambió. El adolescente no quiere darse una vacuna. Podrá soportar mil pinchazos para un tatuaje, pero una vacuna no", recuerda Quian y agrega que se trata de una generalización. "Un poco es miedo, otro poco es que el adolescente se siente inmortal y piensa que nada lo va a afectar".

Sin embargo, más allá de fobias a las agujas, hay otro miedo a las vacunas que puede llegar a ser mucho más pernicioso: el movimiento "antivacunas", que por ahora tiene una presencia relativamente modesta en Uruguay. Eso puede cambiar, claro. Y no para mejor. De acuerdo al jerarca, Uruguay cuenta con un muy buen índice de vacunación, cercano al 95% de la población. "El país no tiene sarampión desde 1999. Eso se logró teniendo ese índice de vacunación", comenta Quian.

Para el médico y viceministro, las razones aducidas para no vacunarse tienen que ver con que "hay gente que vincula las vacunas a enfermedades que se desarrollan posteriormente. De eso no hay pruebas. Lo que sí ocurre es que, como cualquier procedimiento médico, puede tener efectos adversos, por lo general muy leves. Se dice que uno en un millón o uno en diez millones puede tener un efecto grave, incluso fallecimiento. En Europa existe actualmente una epidemia de sarampión, y por eso se está advirtiendo a quienes vayan a viajar a Rusia para el Mundial, que se den una doble dosis de la vacuna contra el sarampión. Han muerto niños por esto. Oponerse a una vacuna que salva vidas es algo muy absurdo para el criterio médico". Hay, también, razones históricas, que ayudan a entender el fenómeno. "Por lo general, se trata de gente que no tuvo que ver, como me tocó a ver a mí, a niños morir de sarampión. Y no uno. Muchísimos. También ocurre que como ya no se ven esas enfermedades, la gente se pregunta para qué se va a vacunar. Pero si no se vacunan, esas enfermedades vuelven".

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