TOMER URWICZ
Una mujer cuarentona cabecea una pelota que se estrella contra un póster con la imagen del ídolo: queda bautizada, amén. A su lado un grupo de muchachos reza en voz alta: "Diego nuestro que estás en las canchas, santificada sea tu zurda, venga a nosotros tu fútbol, háganse tus goles recordar, así en la tierra como en el cielo". Amén. No son uno ni dos fieles de la religión Maradoniana, sino 40.000 en todo el mundo y hasta hay inscriptos antes de nacer. Se arrodillan ante botines, invocan a un Cristo devenido en futbolista y realzan sus tatuajes con el rostro del Diez argentino como una bendición. Los creyentes no pierden la esperanza de que algún 30 de octubre, fecha del nacimiento de Diego Maradona y de Año Nuevo para la iglesia que lleva su nombre, el astro se aparezca como una divinidad y celebre junto a ellos el comienzo de un nuevo ciclo. Por ahora es solo un deseo, porque el ídolo como un Mesías se hace esperar.
Otro zurdo también tiene quien le rece. Tampoco son uno o dos seguidores, sino miles. Es que para varios betealmaníacos el 15 de abril, día en que Paul McCartney se presenta en el Estadio Centenario, es ya una fecha santa. Ellos, los fanáticos, darían todo por su ídolo. Por estar más cerca, por conseguir la mejor fotografía o, incluso, por conocer los sitios que transitaron y frecuentaron sus adorados.
Al estudio de grabación de Los Beatles en Londres no se puede entrar. No dejan. Un fanático se hizo pasar por un músico que quería grabar allí. Un técnico lo recibió y le mostró las instalaciones. Entre lágrimas y toma de fotos a escondidas, el fan conoció el suelo en donde John Lennon cantó In my life y McCartney Hey Jude. Este ingenioso en hacer de todo por estar más cerca de sus ídolos es uruguayo. Sí, en Uruguay también cabe la idolatría, aunque en menor medida que en otras sociedades. "Menos mal; esto habla de un país al que le cuesta fabricar imágenes de ídolos por una educación cívica", dice el filósofo Sandino Núñez. "La historia del país, el proceso de inclusión, el sistema educativo laico y gratuito, los espacios públicos urbanos, la idea de Estado-Nación, y por tanto de ciudadanía, hacen que no se tengan imágenes a idolatrar; distinto es el caso de países que basan su unión en la tenencia de tierra", agrega.
El show del exjoven de flequillo y saco con cuatro botones parece despertar esa adoración dormida. Las entradas que se agotan en minutos, publicidades con cifras millonarias y la imagen del ídolo repetida en cuanto afiche se pueda imprimir. Y todo por ser parte de ese momento.
"Sir Paul sigue encarnando al muchacho bueno de algún barrio de Liverpool que ha sabido surfear la ola del éxito sin abandonar la cresta durante medio siglo. Tiene pocos competidores, es vegetariano, desarrolla campañas en favor de los derechos humanos y de los animales, mantuvo una de las parejas más sólidas de la historia del rock con Linda Eastman, se lo ve como un padre ejemplar y realizó una de las mayores donaciones de la historia en la lucha contra el cáncer. De todos modos, el furor que despertó en Uruguay responde más a la necesidad de la gente de participar en un evento histórico y a las ganas de ver a un beatle en escena que del seguimiento de un fan", señala el psicólogo social Juan Fernández Romar.
A los 69 años, McCartney sigue cosechando un selecto grupo de admiradores. Personas que están dispuestas a colgarse del avión que lo traslada para estar más cerca, como asegura Raúl Valdez.
Este fanático, exadmirador del Club del Clan, conoció al grupo inglés cuando estaba en el liceo y desde entonces su enfermedad (como él mismo describe su estado) ha ido en crecimiento. "Un día en 1964 nos hicimos la rabona con unos compañeros y nos fuimos al Bar Rodó. Pusimos en una rockola algunas canciones de Palito Ortega. En eso se acerca un mozo y nos dice: `Muchachos: ¿escucharon algo de este grupo que está haciendo furor en Europa y Estados Unidos?`. `¿Qué es esto?`, preguntamos. `Es en inglés`. Apretó el botón y escuchamos Please Please Me. Los pelos se me erizaron. Se me aturdieron los tímpanos. Me fui al Palacio de la Música en 18 de Julio y Paraguay y me puse a escuchar el long play, disco que mi viejo recién me pudo comprar cuando pasé de año", recuerda.
Desde entonces cada peso que juntaba con alguna changa iba a parar en los ahorros para comprar los elementos de su santuario. Hoy dice contar con la colección más grande de Los Beatles que haya en Uruguay. Recortes de prensa, más de 2.000 libros, unas 20 partituras originales, más de 400 casetes de VHS, muñequitos, pósters y hasta una lunchera. Luego, a raíz de la influencia de sus ídolos, se hizo músico. Copió el estilo, también estético, y compró instrumentos idénticos a los que utilizaban los verdaderos artistas. Ahora solo aspira a que Paul le autografíe el bajo.
No es casualidad que el merchandising sea la excusa con la que Valdez sustenta la idolatría. "Los ídolos son un producto y marca a la vez", sostiene el publicista Pipe Stein. "Los medios masivos de comunicación amplifican la imagen de una persona para hacerla conocida más allá del contacto personal. Ese conocimiento, que puede tener diferentes grados de masividad, es lo que denominamos fama. Cuando el prestigio y la fama se unen, lo que lamentablemente no es tan usual en estos tiempos, estamos frente a lo que hoy se denomina un ídolo", dice.
En el siglo XX, tras la difusión masiva de imágenes, emergieron estrellas del cine, luego de la música y más tarde de la televisión. "Se les llamaba star system y su templo era Hollywood. Un reino encantado en donde viven, en medio de la grandeza y el misterio, algunos seres soberanamente talentosos y admirables. Seres que llevan una vida muy diferente al común de los mortales, quienes harán de todo por parecérseles un poco", sostiene Fernández Romar.
Tal es el apego, que el público los imita. Copia sus tics, su ropa, peinados y vicios. Porque estos seres de carne y hueso permiten que uno "proyecte todos los sueños que la humanidad más vulgar tiene y no puede saciar", dice el psicólogo. En ellos "uno puede reconocerse en sus goces y sufrimientos", y a través de ellos "personas diversas se unen, porque el ídolo cumple un rol integrador", dice la semióloga Hilia Moreira.
AMOR. Agustín Barbieri (21) se autodefine como "sabinero" e intenta hacerse presente en cuando evento haya de su admirado Joaquín Sabina. Hace dos años giró 300 dólares a un desconocido en Argentina, quien le compraría la entrada para estar en primera fila en el show del cantautor español. A cambio, el fan argentino lo albergó en su hogar, todo incluido. La transacción fue un éxito y ambos, además de amigos, forman parte de Ciudadsabina, un sitio creado por otro uruguayo (Guido) que nuclea a más de 7.000 seguidores del cantante andaluz.
Con esa confianza a ciegas se maneja este simpatizante de la filosofía sabinera. Después se hizo un tatuaje con una estrofa del cancionero y luego otro con la firma del artista, para que "quede estampado de por vida". Por más que justifica no ser un idólatra, título que al propio Joaquín le molesta, su conducta lo condena. "La palabra `ídolo` significa `imagen de una divinidad a la que se adora como si fuese la divinidad misma` y por tanto es alguien a través de quien algo prodigioso se manifiesta", asevera Moreira.
Para la Iglesia Católica esta adoración a un dios falso "es una perversión del sentido religioso", dice el obispo de Minas Jaime Fuentes. "Nuestra enseñanza pública laicista, en la que se forma la inmensa mayoría de nuestros niños y adolescentes, es un formidable caldo de cultivo de la idolatría", agrega. El exprofesor de Teología no es el único que sostiene que "reconocer y estar dispuesto a combatir la idolatría ya es un paso hacia la conquista de la libertad". Núñez, desde la academia, entiende que "tener ídolos es una condena, es parte de una adicción, un empuje o pegote, o la necesidad de estrellarse contra ese objeto que me hipnotiza".
A otros fans, en cambio, la admiración los condujo al éxito. Es el caso de Uruguay Catalogne, quien se hizo famoso en el programa de entretenimiento Martini Pregunta de canal 12, demostrando sus conocimientos sobre la vida de Elton John. El 21 de noviembre de 1992 el fanático conoció al músico en el estadio Monumental de Núñez (River Plate). Consiguió un pase libre luego de que el propio músico se interesara por él, sabiendo de sus participaciones en televisión. "Desde aquel momento pasó a ser tan o más importante que antes; pero más real", dice.
Eso sí, cuando el idolatrado "contradice los propios valores que representa o su mensaje ya no condice con los de su público, cae", explica la semióloga. El ídolo suscita, entonces, un estado de enamoramiento. "En su primera novela, El pozo, Juan Carlos Onetti dice que no todo el mundo puede enamorarse. Tampoco todo el mundo tiene los mismos ídolos. Y algunos no los tienen", afirma Moreira.
Valdez es un enamorado de Los Beatles y a su hijo le puso de segundo nombre Thebeatles. Un romance que nació junto a la efervescencia de la revolución cubana, la aparición de la píldora anticonceptiva, la llegada del hombre a la Luna, la moda de la minifalda, el asesinato de los Kennedy y las manifestaciones estudiantiles. El paso del tiempo no hizo más que reforzar la estrecha relación porque McCartney y sus excompañeros son un clásico. "Como sucede con las marcas, hay modas pasajeras y otras clásicas; estas últimas se identifican por ser un producto noble, capaz de trascender el lugar y el tiempo", cuenta Stein.
El producto Paul McCartney es comprado hoy por los múltiples públicos. Su vigencia hace que a los seguidores del comienzo de la banda, como Valdez, se le sumen otros más jóvenes. Hernán Liotti escuchó al grupo de Liverpool en 1993, cuando apenas tenía 15 años. En ese entonces el programa Control Remoto (canal 10, que conducía Alfonso Carbone, el mismo que ahora trae al exBeatle) sorteaba la posibilidad de conocer al músico en su gira por Buenos Aires.
El fanático envió 467 cartas y ganó. "Unos 10 minutos antes de comenzar el show su representante nos presenta a Paul y su esposa. No le pude hablar. Lo miraba y me temblaba todo. Él me decía frases en un español básico y yo intentaba responderle en inglés. Nos dio la mano y se fue a cantar", recuerda. Casi 20 años después el ídolo llega a Uruguay, y su idólatra se casa. "Tengo fijada la fecha de casamiento para el 14 de abril. La venida de Paul es el regalo más grande que me pueden dar para después de la boda. Nuestras tarjetas de casamiento son con la imagen de la cebra en Abbey Road, entraremos al salón con mi canción favorita Let it be y tenemos preparado un recopilado con canciones de la banda", dice.
En un Uruguay acostumbrado a los músicos nostálgicos como Gardel, Mateo y Zitarrosa, la selección de fútbol que participó en el Mundial de Sudáfrica despertó un fervor especial. Ellas se desmayaban por un beso de Forlán y ellos rogaban que Suárez les firmara una libretita. Ahora es el momento de que Paul McCartney haga gritar a sus fanáticos, deseosos de ser su ídolo a imagen y semejanza.
La idolatría vista desde la humildad de un ídolo deportivo
Referente dentro y fuera de la cancha, hombre de fe y apasionado del deporte, Sebastián Abreu es un experto en generar admiradores en cada club que pisa. A sus 35 años es uno de los nombre más coreados cuando juega la Celeste.
- ¿Cuándo notó que para algunas personas era su ídolo?
- El día que a la concentración empezaron a llegar cartas, regalos y personas pidiendo un autógrafo. Me di cuenta que niños se acercaban con las mismas ilusiones que cuando yo era chico. El momento bisagra fue cuando convertí seis goles con Defensor Sporting en la Copa Libertadores de 1996. Ahí comenzaron los llamados, las felicitaciones y las camisetas con mi nombre.
- ¿Qué fue lo más extravagante que alguien haya hecho por usted?
- Los tatuajes con mi cara en un cuerpo ajeno. Alguien que no conoces tiene tu imagen marcada en el pecho, en el brazo o cualquier parte. Otros, han empapelado su cuarto con fotos mías. Es chocante.
- ¿En qué transformó su vida la idolatría?
- Me considero una persona pública, respetada y querida. Por estos atributos hay cosas que no puedo hacer, no sólo porque haya gente mirándome, sino porque debo ser un modelo. No tomo una cerveza a la vista de miles. Prefiero tomar la misma cerveza en mi casa sabiendo que no tendrá consecuencias deportivas (por la poca cantidad) y tampoco de repercusión.
- ¿Quiénes eran sus ídolos?
- Como delantero mi ídolo es mi viejo, quien fue el máximo goleador de Lavalleja. Luego, como hincha de Nacional tengo admiración por Wilmar Cabrera, Juan Carlos De Lima y Dely Valdés.
LA SEGURIDAD DETRÁS DEL ADMIRADO
La llegada de un ídolo es delatada por la cantidad de custodios que lo acompañan. "El sistema de seguridad debe ser solucionado desde el aeropuerto al hotel y desde ahí hasta el lugar del show", señala Javier Fornaro, jefe de seguridad privado. El "Gitano", como le dicen, recuerda que con Nick Jonas "fue difícil controlar el fanatismo juvenil". Luis Fonsi ha sido el artista que más lo marcó porque "un grupo de fans se vistieron con batas de baño y debajo desnudas e intentaron llegar hasta la habitación del cantante", dice. No lo lograron. Uruguay es, para este jefe de seguridad, un ejemplo en el comportamiento, "el objetivo es lograr un autógrafo sin importar en dónde sea, pero nunca hay escándalos". En el caso de los jugadores de fútbol el contacto con el público es más fácil, pero los artistas "suelen ser más reacios por desconocimiento del público".
LAS CIFRAS
641.699
Son los seguidores en Twitter que tiene el usuario oficial de Paul McCartney. Los Beatles juntos cuentan con 711.116 y Diego Forlán acumula 2.468.523.
40.000
Fieles tiene la religión en tributo a Diego Maradona en todo el mundo. Los admiradores tienen su templo (Iglesia Maradoniana) con sede en Rosario, Argentina.
467
Cartas envió Hernán Liotti, fanático de Paul McCartney, para conocer a su ídolo. Ganó el sorteo en un programa de Tv en 1993. Ahora quiere la revancha.
500
Efectivos de seguridad privada se necesitarán para el show que realizará el ex Beatle en el Estadio Centenario el 15 de abril; un guardia cada 100 espectadores.