“Anoche en el Parque Central quedó claro que Eolo (dios del viento) es hincha de Defensor Sporting. Ayer dejó de lado la imparcialidad que deben tener los dioses y fue decisivo para que los violetas lograran lo que en lo previo parecía muy difícil: dar vuelta el resultado que habían cosechado en su propio escenario del Franzini”.
Así daba inicio el comentario de José María Bello de lo que en 2005 era la sección Deportes del diario El País (luego devenida en Ovación). La noche anterior —martes 23 de agosto— el Uruguay había vivido uno de los mayores temporales de los últimos años, pero en el recientemente reinaugurado Gran Parque Central se había jugado un partido por Copa Sudamericana de principio a fin sin que la mayoría de los presentes tuviera noción de lo que estaba pasando en las calles de Montevideo (ver recuadro).
En el partido de ida —16 de agosto—, jugado en el Estadio Luis Franzini, Danubio había sacado un muy buen resultado como visitante venciendo al local 3 a 2, en épocas en que el gol de la visita valía doble. Eso obligaba a los violetas a ganar por más de dos goles si querían avanzar a la segunda fase de la Sudamericana.
“Había un buen número de las dos parcialidades, pero de Danubio, sin duda, habían ido muchos porque estábamos en un buen momento. Éramos los vigentes campeones uruguayos, habíamos ganado el partido de ida, estábamos peleando el Uruguayo Especial del 2005… eran muchas cosas que estaban pasando”, recuerda Gonzalo Peralta, uno de esos hinchas de la franja que esa tardecita-noche se hicieron presentes en el Gran Parque Central, estadio en el que debieron oficiar de locales por no contar con una cancha propia que reuniera las condiciones necesarias para una copa internacional (entre ellas, contar con iluminación).
El primer tiempo del partido confirmó en parte esa confianza con la que los danubianos encararon la contienda. Ya a los siete minutos, Juan Salgueiro puso en ventaja a los de la Curva. Había algo de viento a favor de Defensor, pero nada que inquietara el transcurrir del encuentro.
Entonces se dio la primera situación fuera de lo normal. A los 24 minutos se apagaron las luces de la tribuna de los palcos —en ese entonces solo había en la José María Delgado— y el partido estuvo detenido unos 14 minutos. “Eso ayudó a Defensor porque Danubio bajó un poco la intensidad ya que estaba jugando muy bien”, apunta Peralta.
“Ese apagón fue muy importante, lo usamos a favor”, comenta Juan Tejera, el entrenador violeta de ese entonces. “Julito Gioscia, que era el preparador físico, me dice: ‘Juan, ¿qué te parece si mandamos a buscar los camperones que esto capaz que va para rato y así los muchachos no se enfrían?’ Los trajimos y además los jugadores no se quedaron quietos, se siguieron moviendo”, agrega el técnico sobre lo que cree que fue un acierto. “Los jugadores de Danubio, en cambio, no realizaron ningún trabajito”, apunta.
Al volver la luz, el repunte violeta se empezó a sentir y terminó por cristalizarse con el gol del empate, convertido a los 34 minutos por Nelson Semperena. Nada hacía pensar lo que ocurriría en el segundo tiempo…
Los que estuvieron esa noche en la cancha
El partido por la primera fase de la Copa Sudamericana se jugó en el Gran Parque Central, el martes 23 de agosto de 2005, a las 18:30. Ganó Defensor Sporting 3 a 1 (partido de ida: Danubio 3 - Defensor 2).
Danubio (local): Esteban Conde, Cafú Barbosa, Marcelo De Souza, Pablo Melo, César González, Omar Pouso, Walter Gargano, Pablo Lima, Ignacio González, Miguel Ximénez y Juan Salgueiro. DT: Gerardo Pelusso.
Defensor Sporting: Juan Castillo, Ignacio Ithurralde, William Martínez, Nelson Semperena, Fernando Fajardo, Carlos Díaz, Maximiliano Pereira, Sebastián Ariosa, Diego De Souza, Álvaro Navarro y Sebastián Taborda. DT: Juan Tejera.
Árbitros: Olivier Viera, Edgardo Acosta, Pablo Fandiño y Martín Vázquez.
Goles: Semperena (34’), Pereira (63’) y Taborda (65’), en Defensor. Y Salgueiro (7’), en Danubio.
Expulsados: Melo, Gargano y Pouso (Danubio todos).
Ingresaron: Ortiz y Paredes (Danubio), y Peinado (Defensor Sporting).
Defensor Sporting debió enfrentar a Cerro Porteño en la segunda fase. Perdió en el partido de ida en Ciudad del Este (Paraguay) 2 a 0 y en Montevideo empató 1 a 1, por lo que quedó eliminado de la Sudamericana 2005.
Viento decisivo
En el entretiempo se produjo otro apagón que retrasó un poco el inicio del segundo tiempo. Esta vez la que se hizo presente fue la lluvia, en tanto el viento comenzó a aumentar.
“Me acuerdo que le había dicho a Omar Pouso, que era nuestro capitán, ‘elegí viento en contra el primer tiempo’. La idea era aguantar para salir a arrollarlos en el segundo tiempo con el viento a favor. Esa fue la estrategia pensada”, cuenta Gerardo Pelusso, director técnico de Danubio esa noche, sin imaginar que el viento no solo iba a cambiar su dirección, sino que iba a volverse el gran protagonista de ese partido.
“Fue terrible, una impotencia tremenda. No pudimos pasar la mitad de la cancha en todo el segundo tiempo”, se lamenta el entrenador. “Ellos tiraban la pelota de cualquier lado y caía en nuestro arco”, agrega.
Pablo Melo, defensa del equipo de la franja, recuerda que no podían salir del arco y que no veían el arco de enfrente por la cortina de lluvia que se había formado. “Decíamos: ‘¿cómo vamos a llegar al otro arco si no lo vemos?’ Era imposible”, relata.
Quien estaba en el arco de enfrente y que casi fue un espectador de lujo durante todo el segundo tiempo, fue el golero Juan Castillo. “Cuando tenía que hacer un saque de arco, algo que prácticamente no hubo, era un pelotazo largo que llegaba al área de Danubio”, señala el jugador.
Con ese panorama no tardaron en llegar los goles que Defensor necesitaba para clasificar. A los 18 minutos convirtió el segundo Maxi Pereira y dos minutos después hizo el tercero Sebastián Taborda, elegido el jugador del partido. Muchos mencionan un llamativo tiro suyo de tres cuartos de cancha que pegó en el travesaño ayudado por el viento.
El que la tuvo más que complicada fue el arquero danubiano, Esteban Conde. Varios de los presentes aquella noche se acuerdan de que quería sacar la pelota y volvía para atrás. Incluso en una oportunidad realizó un saque de arco y el viento hizo que el balón se fuera al córner. “No lo podíamos creer”, comenta Melo, uno de los tres futbolistas de Danubio que fue expulsado esa noche por reacciones que atribuye a un partido imposible. “Fue por una patada medio alevosa que di por la impotencia de estar quedando afuera de la Sudamericana en las condiciones que se estaban dando”, acota.
Castillo admite que el viento jugó un papel clave en el desenlace del partido que, a priori, estaba más para Danubio que para Defensor Sporting. “Lo terminamos dando vuelta un 70% por el viento y un 30% por el juego”, se sincera.
De todas formas, el técnico Tejera considera que sus dirigidos tampoco la tuvieron muy fácil. “Muchas veces el viento nos hacía perder pelotas”, analiza en diálogo con Domingo.
Su colega, Pelusso, sostiene que no tiene ninguna duda de que esa fue la peor noche de su carrera como entrenador. “Una pesadilla, una noche de terror”, asegura y dice que solo puede rescatar como anécdota risueña que esa noche estrenó un par de zapatos que nunca más pudo usar porque se le arruinaron por las condiciones climáticas.
“Pobre Danubio, tuvo que luchar contra Defensor y contra el viento”, comenta Edgardo Acosta, primer asistente de la cuarteta arbitral de aquella noche. “Lo que me acuerdo es estar quieto con el banderín hacia abajo y que el viento hiciera una fuerza impresionante en la tela. ¡Nunca me había pasado!”, confiesa quien miraba con “envidia” a Martín Vázquez, el cuarto árbitro, porque podía estar de pantalón largo y camperón. “Aún así me comentó ‘che, ¡qué frío que está! Imaginate, si él me decía que estaba frío…”, apunta entre risas.
Por su parte, Vázquez se acuerda de que no podía soltar el tablero que es parte de su trabajo porque sino se le volaba y que, en un determinado momento, Acosta le manifestó que se le había volado el escudo de la FIFA que los árbitros llevan pegados al pecho. “¡Yo qué sé dónde puede llegar a estar el escudo ahora!”, fue su respuesta.
El que sí estuvo más activo fue el segundo asistente, Pablo Fandiño, porque casi todo el segundo tiempo transcurrió en el arco de la tribuna Héctor Scarone. “Fue impresionante. Era tanto el temporal que tenía miedo que la publicidad, que en ese tiempo era de chapas, se volara y degollara a alguno”, relata sin exagerar. “Yo me miraba las manos y tenía los dedos azules de frío”, agrega.
Así de frío los tenía que al llegar al vestuario, los árbitros debieron esperar un rato para hacer los formularios porque no podían escribir. Antes de eso, todos se metieron en la ducha caliente y estuvieron un buen tiempo debajo del agua. “Era tan grande el frío, que abrí la ducha y me metí todo vestido, con los zapatos... todo puesto”, describe Fandiño.
Algo similar ocurrió en el vestuario de los futbolistas. Por ejemplo, Pablo Melo recuerda la imagen de su compañero Cafú Barboza sentado debajo de la ducha caliente. Se dijo que había tenido un cuadro de hipotermia. Pelusso añade que esa fue una de las dos veces que vio al futbolista tan mal luego de un partido; la vez anterior había sido en la altura de La Paz, en Bolivia, tras enfrentar a Bolívar. “Él y Bruno Silva se sintieron muy mal en el aeropuerto y les tuvieron que dar oxígeno”, rememora.
Comunicadores
En una noche tan inhóspita y no tratándose de un partido que involucrara a los equipos grandes del fútbol uruguayo, solo había dos fotógrafos en el Gran Parque Central: Ariel Colmegna, del diario El País, y Fernando “El Gallego” González, de la empresa Tenfield.
Dada la ventaja en goles con la que Danubio llegaba a ese partido, los reporteros gráficos eligieron colocarse siempre tras el arco de Juan Castillo.
“Pero en el segundo tiempo era tanto el viento y el agua, y que la pelota no pasaba la mitad de la cancha, que le dije al Gallego: ‘estamos perdiendo el tiempo acá, se nos van a estropear los equipos; mejor nos metemos al túnel, esperamos que termine el partido y sacamos los festejos’”, recuerda Colmegna y agrega que hasta era complicado trasladarse en la cancha. “Tenía que hacer equilibrio con el lente largo de la cámara y con el trípode porque te llevaba el viento”, señala.
Carlos Scotto, camarógrafo de las transmisiones de fútbol en directo desde hace 31 años siempre a cargo de la cámara 1 (la que hace el paneo general del partido), esa noche estaba trabajando para Fox Sports. “Todo el segundo tiempo fue un caos, tanto para los jugadores como para nosotros. Yo tenía un asistente cerca, pero no podía hacer absolutamente nada con el viento. Es más, nunca podés plantear ni siquiera una sombrilla porque te la lleva y me lleva a mí puesto con la cámara. Ese es el gran tema”, explica. Lo más que podía hacer el asistente era ayudarlo a secar el lente de la cámara en cada oportunidad que fuera posible, dado que es la cámara que está continuamente al aire.
En las cabinas que estaban en la tribuna José María Delgado la cosa no estaba mucho mejor. Pablo Karslián, que ese día relató el partido para radio Oriental con Eduardo Rivas como comentarista, cuenta que algunos compañeros debieron salir varias veces a limpiar el vidrio porque sino no se distinguía nada. “Terminamos con la ventana abierta mojándonos para poder ver. Fue un partido increíble. Era imposible que Danubio llegara al otro arco con ocho jugadores; no le quedaba a 105 metros, le quedaba a 105 kilómetros”, grafica.
¿Había motivos para suspender el encuentro?
“Fue el partido más raro y más incómodo que me tocó presenciar en mi vida”, asegura Arturo Del Campo, presidente de Danubio en 2005 (hoy también lo es). “Fue de las pocas cosas que me han pasado en el fútbol que uno se arrepiente de no haber hecho algo, como meterme en la cancha para suspenderlo porque no podía creer que se estuviera jugando”, evoca con amargura.
Olivier Viera era el árbitro y en su momento declaró a Referí (El Observador) que la única situación atípica era la intensidad del viento y el frío. “No había tormenta eléctrica ni se inundó la cancha, ni había peligro para los jugadores”, señaló.
Esto fue apoyado por el primer asistente Edgardo Acosta en diálogo con Domingo. “No se me pasaba por la cabeza suspenderlo. La única chance era el tema de la iluminación”, manifiesta y explica que, de todas formas, quien tiene la última palabra es el veedor de la Conmebol. “Bajó para hablar con nosotros los árbitros en el primer apagón y luego no lo hizo más”, recuerda y reafirma que no se produjeron ninguna de las situaciones que el reglamento establece para suspender.
Fernando Sobral, presidente en ese entonces de Defensor Sporting, no está seguro sobre si era lo correcto suspender. “Había mucho viento, pero no tengo el reglamento para saber si cuando hay tantos kilómetros de viento se suspende. No tengo dudas de que el viento nos favoreció, pero fue muy disfrutable por el sacrificio de los jugadores y de los que estábamos ahí”, reconoce.
En las tribunas
En 2005, Gonzalo Peralta tenía 18 años y era cadete de una empresa de pilas y baterías que aún “vive y lucha” en el barrio Cordón. El martes 23 de agosto, Danubio, el club de sus amores y del que también es socio, jugaba el partido de vuelta de la Copa Sudamericana en el Gran Parque Central contra Defensor. Comenzaba a las 18:30, así que se fue directo del trabajo con su mejor amigo Danilo, que hoy vive en España.
Les tocaba la tribuna Héctor Scarone (detrás del arco) y desde allí vieron un primer tiempo relativamente normal que hacía pensar, ya con el empate transitorio, que se podía lograr la clasificación.
Pero el partido terminó siendo “épico”, según él mismo lo define, por la tormenta que sobrevino en el segundo tiempo. “Ahí no vi casi el partido porque el agua me pegaba en la cara. Precisaba un limpiaparabrisas, la verdad”, bromea. “El viento devolvía la pelota como un boomerang y desprendió varias banderas colgadas. Yo tenía una bandera chiquita y me rompió las puntas”, describe quien llegó a sentir miedo por lo que pudiera ocurrir. “Cualquier foco de luz se podía haber desprendido y caído dentro de la cancha o en la tribuna”, indica.
Como la mayoría de los presentes esa noche, si bien sentía que el estado del tiempo estaba muy complicado, nunca imaginó lo que estaba ocurriendo en las afueras del estadio. Recién advirtió la gravedad de la situación cuando, terminado el partido, se encontraron con el padre de su amigo en la puerta, que los había ido a buscar en auto para llevarlos de vuelta a Maroñas. “En el camino de regreso fuimos viendo todo el desastre”, dice.
Por el lado de los hinchas violetas, que ocupaban la tribuna Atilio García (Olímpica en el Centenario), la alegría inmensa por el resultado final los envalentonó para permanecer unos minutos más festejando con sus futbolistas. “Éramos unos pocos valientes que no éramos conscientes de lo que estaba pasando afuera”, relata Federico Stein, que en ese entonces tenía 14 años y había ido solo porque su tío y su abuelo, con los que habitualmente concurría a los partidos, estaban con problemas de salud.
“Fue una noche increíble”, reconoce este hincha y socio vitalicio de Defensor Sporting que además fue secretario de prensa de la institución durante siete años. “Luego del apagón, Defensor revivió y se dio una victoria épica”, comenta y confiesa que en el segundo tiempo se le nublaban los ojos por la lluvia que lo tenía totalmente empapado. “No veía bien lo que estaba pasando”, sostiene.
Admite que el viento fue un gran aliado para conseguir un triunfo que en lo previo se vislumbraba complicado. “Lamento todo lo sucedido en el país después, pero deportivamente a Defensor le sirvió. Fue una tormenta que quedó marcada”, se sincera.
Tal como ocurrió con Peralta, se dio cuenta de la magnitud de la tormenta al salir del Gran Parque Central. “Tenía el cumpleaños de un tío muy querido y no pude llegar porque estaban todos los árboles caídos. Ahí fui consciente de lo que estaba pasando”, afirma quien al llegar a su casa estuvo como una hora bajo la ducha. “No sé cómo no me enfermé”, comenta.
Ese 23 de agosto de 2005 quedó muy marcado en todos los que estuvieron allí, especialmente en los hinchas. Mientras los de Danubio prefieren olvidar, los de Defensor Sporting lo evocan en cada partido gracias a la bandera de la Banda Marley que luce la leyenda “La Tormenta Perfecta”. “Por suerte no pasó a mayores y queda como una anécdota deportiva para los dos cuadros”, resume el danubiano Peralta.
Las sorpresas que se llevaron todos al salir
Como “ciclón extratropical” fue calificado el temporal que afectó el suroeste del Uruguay el 23 de agosto de 2005 con vientos superiores a los 200 kilómetros por hora. Esa noche fallecieron diez personas en distintas circunstancias: siniestros de tránsito, electrocutadas, aplastadas por árboles y hasta por antenas de radio, como la que cayó en el Cerrito de la Victoria o la de Luis Alberto de Herrera y Avenida Italia.
Quienes en la noche de ese martes estaban en el Parque Central, recién se empezaron a enterar de lo ocurrido al salir del estadio.
El árbitro asistente Edgardo Acosta recuerda que “fue una odisea” llegar hasta su auto: “Caminaba pegado a las paredes de las casas”.
La delegación de Defensor, que pensaba quedarse concentrada en el Franzini, tuvo que cambiar de idea porque se dañó uno de los techos de las habitaciones. Gonzalo Maulella, integrante del plantel, fue a ayudar a mover las ramas de los árboles que estaban donde guardaban los autos y una rama le cayó en la cabeza. “Perdí el conocimiento. Después me contaron que me arrastraron hasta la sanidad del Franzini. Me desperté, pero como estaba medio mareado, el Mono Pereira me llevó a una emergencia para que me hicieran una tomografía. Al final no fue nada grave”, relata a Domingo y se acuerda que de camino a su casa en Solymar se impresionó con todos los árboles caídos que vio.
Esto último le pasó a muchos, además de retrasar la llegada a sus hogares.
Fernando Sobral, entonces presidente de Defensor Sporting, comenta que a los dos días tenía que recibir una inspección de la Conmebol para ver si habilitaba el Franzini para la disputa de la siguiente fase de la Sudamericana. Obviamente que eso no iba a ocurrir.
Pablo Karslián cuenta que del Parque Central se fue a radio Oriental (Ciudad Vieja) porque tenía el programa Hora 25, que finalmente no salió porque se había caído parte de la antena. “La radio estuvo fuera de aire varios días”, apunta.
El fotógrafo Ariel Colmegna llegó a El País y enseguida tuvo que salir a sacar fotos en varios puntos de la capital. Fue el autor de la foto de la antena caída en el Cerrito de la Victoria.
Gerardo Pelusso relata que a un hincha muy querido de Danubio que estaba en el partido, un árbol le aplastó la camioneta.
Este temporal determinó la creación del Sistema Nacional de Emergencias.