Letras de Colombia

Realista, fantástica, horrorífica, antirromántica: una novela arriesgada de Antonio García Ángel

Plegarias atendidas de Kafka a Godzilla

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Antonio García Ángel
(foto Margarita Mejía)

por Mercedes Estramil
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“Llevaba unos años sin publicar y compartía con Nelson, el personaje principal, la sensación de derrota, pues mis libros habían ido desapareciendo de las librerías, no me tenían en cuenta ya y mi nombre se había venido borrando del panorama literario. Tenía la sensación de que debía hacer un libro que fuera lo suficientemente significativo para que mi regreso tuviera algún impacto. Eso me retaba y me asustaba al mismo tiempo”, dice el escritor colombiano Antonio García Ángel cuando le pregunto en qué sintonía o frecuencia emocional y artística surgió su última novela, Que pase lo peor. Honesta e inusual, la respuesta descubre el origen de lo que terminó siendo una novela, también, honesta e inusual. Tanto que la declaración de contratapa (que casi siempre es un tanto falsa) aquí es pertinente: “Esta novela es extraordinaria. Pero si le contamos de qué va se la arruinamos. Léala”. Tratando de no arruinarla —porque hay mucha tensión, intriga, punto de giro y guiños en ella— igual vamos a contar de qué va.

 

Un raid literario. Protagonista y narrador, Nelson Camargo monopoliza el relato con una historia que salta de registro en registro. Es realista, es fantástica, es horrorífica, es antirromántica. Y Camargo es todo lo que se requiere de un perdedor narrativamente atractivo: publicó un mal libro; fue despedido de su trabajo como profesor de lógica del discurso; tiene un contrato de arrendamiento expirado; murió su mamá; se descompone de los intestinos en una primera cita, para rechazo eterno de la chica; no tiene auto; y un comerciante tirado a político lo contrata para que le mejore el programa. No le faltaría nada en un relato más convencional. Pero García Ángel le da más. Esos datos biográficos de loser latinoamericano son solo el piso de un vasto y laberíntico edificio.

En Que pase lo peor, lo anecdótico (siempre atrapante, un subibaja de acontecimientos, emociones, aventuras) está mediado por algo que al final lo supera: el mal, es decir, el bien, de la literatura. Tanto Camargo como Reynaldo Mestizo —el disparatado y torpe político, hallazgo mayor del libro— como los demás personajes, no son solo figuras a semejanza de lo real (meta convencional de mucha escritura) sino personajes que cumplen el programa narrativo de algún otro texto. Lo vamos descubriendo de a poco, con deleite. Empieza por el hijo cucaracha, Yeison, animal que crece y se regenera, que el comerciante/político cuida y esconde. A ese inaugural saludo a Kafka siguen los otros. A Tolstoi, Stevenson, Defoe, Borges, Mary Shelley, Jorge Amado, Pilar Quintana, etc.

Pero no es desde la pose erudita ni ensayística ni crítica, que García Ángel los llama: “En esta novela convoqué a todos mis héroes literarios. Mi panteón personal. No podía desarrollarlos todos extensamente, así que me concentré mucho más en los que pondría en el podio. Quería hacer homenajes, pagar deudas, porque ellos me han dado muchas alegrías y de ellos he aprendido mucho. Me daba un poco de temor porque estaba abordando a los clásicos de una manera que podía leerse como irrespetuosa o banal, pero la verdad es que partí de la admiración infinita por ellos y la lectura asidua, minuciosa de sus textos. En el transcurso de la escritura fui llenándome de seguridad, pues comprendí que los clásicos no necesariamente se deben tratar con gravedad y grandilocuencia. Shakespeare sigue vivo porque lo adaptan en óperas rap, sobre hielo, en películas de Disney como El rey león y porque vimos a Leonardo DiCaprio conduciendo autos deportivos y recitando los parlamentos de Romeo y Julieta en camisa tropical; Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, sigue vigente también gracias al Diario de Bridget Jones y a Bridgerton, la serie de Netflix.”

 

Escalada. Hay libros que consiguen sacarnos de este mundo para meternos, felizmente atrapados, en otro, y es cúmulo de detalles, una combinación no formularia, lo que lo hace posible. En Que pase lo peor se suman un fluido de humor y cinismo, un trasfondo de crítica amarga (a Colombia, a sus políticos, a la banalización cultural, a las redes sociales, a las megalópolis), y un formidable manejo de la trama, que trepa en intensidad y no da respiro. Se suma una creación de personajes densos, ambivalentes, creíbles cuanto más increíbles son, en razón de su funcionalidad o su necesidad estética. Se suma un final inesperado y a la vez el único posible en función de la escalada de horror que el relato viene construyendo, a trazos mínimos, desde el inicio.

Antonio García Ángel (Cali, 1972) es un escritor con oficio consolidado. Su novela Declive (2016), o los sensibles relatos de Animales domésticos (2010) lo prueban. Pero Que pase lo peor es un punto de quiebre, una apuesta de medianoche en el gran casino. Dice el autor: “Es mi primera novela fantástica y abiertamente literaria, con un personaje escritor y con la voluntad de hacer muchas referencias literarias pero al mismo tiempo cinematográficas, musicales y de la cultura popular. Antes había tratado de esconderlas todas y hacer historias con personajes ajenos a la literatura: operarios de call center, empleadas domésticas, funcionarios de banco y hasta un jefe de recursos humanos de una fábrica de dulces y detergentes. También creo que hasta esta novela había sido cauto en el tema humorístico, siempre trataba de asordinarlo un poco, de cortarle las alas, acá solté la rienda.” Desde luego, no es un humor chistoso. Lo que te hace sonreír en la novela viene con carga de profundidad y es de una gratificación punzante, esa que constata con piedad la miseria del universo.

Podría decirse, en virtud del primer párrafo de esta nota, que Nelson Camargo es alter ego de García Ángel. Capaz, un poco. Lo que sí es, es un personaje que hace de la debilidad fortaleza, y que, al igual que el ambiguo título (¿súplica de que lo peor termine o demanda de que por fin venga?) contiene en su interior más de un Nelson Camargo. Decir por qué sería revelar demasiado. La verdad es que la contratapa del libro está cierta: hay que leer la novela.

QUE PASE LO PEOR, de Antonio García Ángel. Random House, 2025. Bogotá, 318 págs.

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