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El príncipe que trajo el glamour al Uruguay

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André de Badet

Investigación histórica

Un libro sobre André de Badet y la belle époque permite entender al personaje, un dandy pleno de refinamiento, excentricidad y lánguida sensualidad.

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Para rendir homenaje a André Giot de Badet y la belle époque, caracterizada por Ángel Rama como “una onda de alto refinamiento estético, de lánguidas sensualidades, de brumosas ensoñaciones” que “dominó a los escritores, artistas y a las clases altas” (Enciclopedia Uruguaya Nº 28), Juan Álvarez Márquez, responsable de la investigación y el texto, y la diseñadora Anabella Corsi, crearon un libro hermoso. Formado en Historia, Álvarez Márquez es un frecuentador de archivos de varios mundos. Fotos, cartas, postales, dibujos, mapas, afiches, discos, partituras, poesías, crónicas, testimonios son convocados para brindar, apoyados en el poder sugerente del diagramado, una figura de artista, un aire de época y su perduración en diversas manifestaciones culturales.

En la página inicial de André de Badet. Príncipe del Jagüel, Álvarez Márquez formula una especie de advertencia, aunque este término no aparezca en lo que escribe: “La lectura, en general, amalgama la capacidad de captar un signo, interpretarlo y reconcebirlo a partir de la imaginación. Este libro refleja ese fenómeno y contiene una inevitable dosis de ficción”. El autor elige organizar su obra en dieciocho relatos. Aunque el libro termine con la muerte de André, en general, no se ciñe a una línea cronológica. Cada relato funciona como la presentación de un tema o una perspectiva vinculada siempre a de Badet, pero que preserva cierta independencia del conjunto. Al rescatar la figura y su entorno Álvarez Márquez hace presente los claroscuros de la memoria, la imprecisión de sus contornos. No le molesta cierta dosis de arbitrariedad en las conexiones. Así, pueden repetirse informaciones de un relato a otro: no interesa el entramado de una secuencia perfecta. Álvarez Márquez parece seducido por un sentido del goce exquisito representado por su investigado que favorece la idea del deslizarse de un motivo a otro. Las imágenes no solo hacen a la belleza de este libro objeto, son, también, las que determinan los textos. Estos aparecen disparados por ellas o en diálogo con ellas. De ahí la simbiosis de recuerdo e imaginación planteada desde el comienzo.

Una y varias historias

El padre de André, Parfait Giot, fue un hombre de empresa francés, que expandió sus negocios en Argentina y Uruguay. Contaba con casi 60 años cuando nació su hijo Jean Charles André, el 30 de junio de 1891, en Escos (Francia). La madre, Jeanne Leronie Madeleine Marguerite de Badet tenía 22 años. La pareja llegaría a Montevideo con su hijo en brazos. En una zona deshabitada, en ese momento lejos de Montevideo, Parfait Giot hizo plantar miles de eucaliptos, creó un hotel y un tren para llegar a él. Así fueron los inicios de lo que sería la “Villa Colón”, actual barrio de la capital. Una foto de la entrada del “Giot Parc Hotel” muestra, en el centro, a los dogos del dueño. Difícil no recordar el cuento de Juan Carlos Onetti “El perro tendrá su día” inspirado en el padre de André. Onetti elabora una figura oscura y feroz que no tiene por qué corresponder a la realidad, pero que señala algo del dominio que podía emanar de ese gran señor en el medio desolado que se propuso conquistar. Onetti conoció esta historia in situ: fue un habitante de Villa Colón en la década del veinte del siglo pasado. Participó en una representación juvenil de Otelo de Shakespeare que facilitó el conocimiento entre el jovencísimo futuro escritor y el “aristócrata” André. (tomado de Construcción de la noche de Carlos María Domínguez).

Muerto el padre en 1898 cuando el hijo tenía siete años, André creció junto a su madre y sus tías, en un ambiente de cuidados y placeres compartidos. La familia no parece haber resistido su homosexualidad, sino haber convivido amorosamente con ella. André fue amante de la literatura, el teatro, el canto, el mundo del espectáculo. Cuando empezó a darse a conocer, el nombre artístico elegido fue André de Badet. En lugar del espíritu emprendedor y dominante del padre, el hijo se identificará con la veta artística que encuentra del lado de la madre. Esto explica una parte del título elegido por Álvarez Márquez; la otra, “El príncipe del Jagüel”, refiere a una pintura y un lugar. Hacia la mitad del libro, el noveno relato (“Las Artes”) vuelve a la afición de André por los trajes, los disfraces, las poses. Había conocido al pintor español Miquel Viladrich que residió por temporadas en Argentina y Uruguay. Le propuso que le hiciera un retrato y lo invitó, junto a su familia, al Jagüel, las tierras y residencias que la familia tenía en el departamento de Maldonado. André posó para el pintor vestido a la manera de un “noble toscano”: el resultado es un cuadro que Vilarich llamó “El príncipe” que se reproduce dentro del libro y en la tapa. Un mundo de anécdotas de hombres y mujeres del mundo del espectáculo se trenzan en la historia a André de Badet. Por nombrar algunas: su casamiento en París con Josephine Baker (la bailarina, actriz y cantante de origen afroamericano), su amistad con la cantante francesa Ninon Vallin y con el famosísimo bailarín ruso Vaslav Nijinsky, su conocimiento del arquitecto francés Eduardo Lemonnier a quien invitó a realizar las construcciones del Jagüel, su fervor hasta el fin de sus días hacia Valentin Hugo, la notable diseñadora surrealista.

Delmira Agustini

Juan Álvarez Márquez ha escrito también sobre Jules Supervielle, Susana Soca, Gisèle Freund: le interesan las vidas nómades, los artistas entre varios mundos. André de Badet se integra con comodidad a esta serie. En la historia de la literatura uruguaya fue el amigo de Delmira Agustini. Cinco años menor que ella, le proporcionó la posibilidad de hablar en francés y le acercó libros y chismes gestados en Francia. La conoció diez años: desde 1904, cuando iban juntos en tren desde Sayago y Colón al taller de Domingo Laporte, hasta su muerte. Pero Delmira vuelve una y otra vez, ligada a la historia de amor de André con Ángel Falco o sola, con el peso de no haberla conocido lo suficiente. Durante un tiempo, Ángel, André y Delmira formaron un triángulo gozoso que participaba de inquietudes artísticas e intercambiaba poemas, dibujos y cartas en las que se llamaban “hermanos”: con clara carga erótica entre los varones y, más ambigua, en relación a Delmira. Álvarez Márquez amplía el registro habitual de este intercambio al integrar cartas del archivo de Ángel Falco que muestran que el poeta anarquista solo toleraba la camaradería existente entre los otros dos. El autor señala el espíritu de libertad que habría hecho la felicidad de Delmira en sus visitas a la casa de los Giot en Colón e imagina la posibilidad de un amor diferente, “libertino” entre André y Delmira. Son apuntes para una historia de Delmira que suman atractivo a este libro valioso y desparejo.

ANDRÉ DE BADET, El príncipe del Jagüel, de Juan Álvarez Márquez. Edición de autor (con el apoyo de S.A.S. la Princesa Laetitia d´Arenberg), 2021. Montevideo, 261 págs.

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