Horacio Centanino (Montevideo, 1956) vive en California desde 1985, donde obtuvo su doctorado en letras. De perfil bajo, es uno de los mejores poetas de su generación. Liminar, su último libro, es un canto de derrota y vejez, a nivel personal y generacional. El vocabulario es culto, apenas matizado por los giros rioplatenses justos y necesarios. El tono es triste pero digno y púdico, sin golpes bajos de sensiblería. Es un libro acerca de proyectos fallidos —políticos, poéticos, amatorios— en lo que va de la juventud a la vejez incipiente, del que el lector concluye que, con respecto a las ilusiones de infancia y juventud, toda persona madura termina exiliada. El siguiente texto, “DISCEPOLIANA”, resume bien el clima de este poemario:
Hay una bestia acezante
que vigila en la plaza
el juego intrincado de los párvulos
sobre la grava,
el vuelo bajo de las palomas
en pos del sustento,
la cháchara de las madres
con los senos tiesos bajo las blusas
matando el tiempo.
Hay una jungla invicta
que lucha por resurgir,
un estropicio de pulsiones
mal contenidas,
salivación en las fauces,
colmillos desnudos,
gorgoritos estomacales,
mefíticas secreciones,
glándulas comburentes,
apremios de bragadura,
venganzas en carmesí.
Hay sublimación in nuce.
Ángeles esperpénticos
que se humillan
en desdichada cabriola.
Hay una guerra letal
donde las huestes desdeñan
la menor etiqueta.
Y hay víctimas y verdugos.
Gatos maulas y míseros ratones. Y hay decepción
en el roto macramé
del ensueño.
No obstante, aquí y allá en el libro, aflora la terca apuesta a seguir amando y combatiendo, entre otras cosas para no fallarle al joven que el hombre ha sido:
Tengo a buen resguardo un haz de sueños
a los que el uso no consigue desfibrar.
Por ellos amanece y recomienda la fajina.
A sotavento oímos la borrasca
y todavía toca el amor
sus pífanos y chirimías.
El diseño de Gustavo “Maca” Wojciechowski, sobrio —casi austero— y elegante, encaja a la perfección con el sentido y el tono del libro.
LIMINAR, de Horacio Centanino. Yaugurú, 2022. Montevideo, 96 págs.