Rosario Peyrou
EL INTERÉS por los pájaros se ha intensificado en los últimos diez años al calor de la toma de conciencia sobre la necesidad de preservar la naturaleza en un mundo crecientemente depredador. Pero aunque ese haya sido un factor de estímulo para esta suerte de "ornitofilia", es cierto que más allá de las legítimas preocupaciones ecologistas, el mundo de las aves genera una fuerte atracción en quien se asoma a su notable riqueza y variedad. En el Uruguay, no es raro encontrar organizaciones como Aves del Uruguay, o grupos de personas que organizan excursiones para ver pájaros, o acuden a charlas sobre ornitología como las que año a año se realizan en el mes de enero en el Balneario Solís.
A los trabajos pioneros de Gore y Gepp, se han agregado más recientemente los de Claramunt y González sobre aves de Montevideo, y los de Azpiroz y de Arballo & Cravino, entre otros, que relevan aves de todo el país. Ahora este hermoso libro de Gabriel Rocha trae todo lo que un aficionado querría saber sobre nuestra avifauna y lo hace con un excelente despliegue gráfico en color, en una edición que llama la atención por su calidad.
El auge de la ornitología ha llevado al registro actual de 450 especies de aves en el país, un número nada despreciable si se tiene en cuenta que en el mundo entero hay alrededor de 10.000 especies. Y sobre todo, si como aclara Rocha, Uruguay tiene algunas características privilegiadas para el avistamiento de pájaros: "en una salida al campo durante un solo día y eligiendo el lugar adecuado, se puede identificar y observar entre 70 y 120 especies, lo que es poco frecuente en otros países". A facilitar esa tarea se dedica el autor en la primera parte de su libro donde resume los elementos necesarios para la observación de aves, hace recomendaciones y brinda una lista de algunos lugares privilegiados de distintas zonas del país, incluyendo Montevideo. Identificar especies implica conocer las diferentes partes del cuerpo de un ave, las variantes que caracterizan a una y otra especie, y manejar algunos conocimientos sobre los criterios internacionales de clasificación. A esa información que Rocha brinda de forma clara y ágil, apoyado en buenos dibujos, se agrega una lista sistemática de las aves uruguayas hasta ahora identificadas.
El libro se ocupa largamente de la reproducción, de los diferentes tipos de canto y del fenómeno migratorio. Hay datos curiosos e interesantes, como las prácticas de "cortejos nupciales", los dimorfismos sexuales entre machos y hembras de la misma especie, los cambios de plumajes en la época reproductiva. Por ejemplo la Gaviota Capucho Café, (un ave que se ve con frecuencia en las playas del este) tiene la cabeza marrón oscura durante el período de cortejo y blanca durante el invierno, dato a tener en cuenta a la hora de identificarla.
El canto de los pájaros ha suscitado siempre una enorme atracción y es la clave de su prestigio entre los poetas ("me llamo pájaro Pablo/ ave de una sola pluma", escribió Neruda). Rocha explica que ese lenguaje tiene una parte transmitida genéticamente y otra aprendida, de modo que existen variaciones individuales y regionales significativas, y hasta se puede hablar de "dialectos" en ciertos passeriformes.
El 35 % de las especies que pueden verse en Uruguay son migrantes. El lector encontrará también información sobre este fenómeno misterioso en cuanto a su origen. Un investigador inglés intercambió los huevos de dos especies de gaviotas, una migratoria y otra residente. El resultado fue que los pichones de la migratoria viajaron a pesar de que sus padres adoptivos no lo hicieron, mientras que los pichones de la especie sedentaria acompañaron a sus padres adoptivos en la migración. Datos como éstos se encuentran en profusión en el libro de Rocha, quien también consigna las especies en peligro o amenazadas de extinción en el Uruguay. La última sección del volumen incluye las fichas técnicas y fotografías en color de 136 especies de la avifauna uruguaya, una guía imprescindible para quien comience a interesarse por la observación de pájaros, un "deporte" ideal para los tiempos de crisis, puesto que no requiere mucho más que paciencia.
EL PAÍS DE LOS PÁJAROS PINTADOS. Aves del Uruguay, de Gabriel Rocha. Banda Oriental, Montevideo, 2003. 143 págs.
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Infantil
EL ATAQUE de Eleuterio Fernández Huidobro, Montevideo, ediciones demipueblo, 2003, 151 pp.
ES DIFÍCIL que un relato para niños no se convierta en una alegoría. Muchos pronunciamientos acerca de la gratuidad con que se escribe este tipo de narración se ahogan entre mensajes y moralejas. La novela El ataque de Eleuterio Fernández Huidobro no intenta pasar gato por liebre. En ella el gato es gato, la liebre es liebre y ambos animan una fábula explícitamente aleccionante. A veces el factor letal de esta literatura es la "poesía". El ataque no se salva de intenciones "poéticas" cuando usa "la mar" o abusa del "tú" en los diálogos.
La novela elabora una aventura nutrida de acontecimientos marítimos, terrestres y subterráneos. Un día los autos se rebelan e instalan un régimen tiránico y homicida. Un grupo ejemplar formado por un viejo, un niño y un perro (luego se suma una gaviota) se fuga hacia el mar y comienza una conspiración clandestina. Mientras la conspiración gana tierra firme, el mundo dominado por los autos se ha vuelto sangriento y opresivo. Los hombres gobernados por las máquinas viven un estado policial que los controla sin piedad. La organización clandestina, por su parte, desarrolla su estrategia al tiempo que los animales ganan protagonismo en la lucha. La novela propone pues el enfrentamiento entre dos extremos: la vida primitiva que se organiza solidariamente y logra una acción coordinada; y las sofisticadas creaciones del hombre que se ponen de acuerdo para dominar y destruir a la naturaleza.
En el cuento "Andrógino" del libro La llave de plata (1995) al escritor Juan Introini se le había ocurrido pensar que la unión (imperiosa, fatal) del hombre y el auto remitía, atávica, al mito del andrógino. Este ser poderoso, esta antigua perfección que reunía dos criaturas, se movía con sus ocho miembros girando como una rueda. Según Introini el automóvil restauraba el poder del andrógino, penado por Zeus con la división. La tiranía de los autos en El ataque podría leerse como la denuncia de los pecados de exceso de los hombres, aquella hybris griega que la tragedia inevitablemente castigaba.
El hombre juega en la novela un papel excéntrico y prueba de ello es la diversificación de personajes sin que ninguno alcance pleno desarrollo. El viejo que lidera la rebelión conserva protagonismo pero las otras criaturas (el niño Joaquín, su madre Josefina, el loco Jorge, Eduardo el marino) son sombras breves que no llegan a adquirir cuerpo. Prima la acción con ribetes de thriller y fragmentos bélicos de tono épico. No escasean escenas y muertes violentas. El relato se solaza en concebir tácticas militares y guerrilleras, en describir los movimientos de los conspiradores por cloacas y montes. Desenvuelve con fruición detalles navales, topográficos, logísticos. Algunas veces, no muchas, realiza una guiñada en la que se adivina la experiencia del propio autor, décadas antes de ser senador de la República.
Como se sabe Eleuterio Fernández Huidobro fue fundador y dirigente del Movimiento de Liberación Nacional, preso y rehén durante los años de dictadura. Tan singular como toda esa peripecia es, desde su salida de la cárcel, su condición de escritor. En testimonios y ensayos se ha revelado, como un creador de raza que siente la escritura como un desafío del que quiere salir airoso. El ingenio, la imaginación, que otras veces ha volcado para ilustrar su pensamiento político, se ponen en El ataque al servicio de la ficción: resulta de ello un relato vital y firme, con levísimos desbordes.
La parábola de El ataque tiene reminiscencias de Rebelión en la granja de George Orwell. En las antípodas de Orwell no son los animales los que se rebelan sino los autos. Y no lo hacen como aquellos para llevar a cabo una revolución granjil sino para instaurar una tiranía urbanizada. En la antiutopía orwelliana los animalitos de dios terminan instalando un régimen tan cruel como el de los hombres. En la de Fernández Huidobro los bichos derrotan a los autos pero el hombre desaprovecha la victoria y vuelve a hipotecar su libertad futura.
O. B.
Policial
MORIR EN PUNTA DEL DIABLO, de César Murillo. Ediciones del Karax, Montevideo, 2003. 173 págs.
UN CADÁVER aparece a orillas del mar, alterando la tranquilidad del conocido balneario rochense. Lo encuentra el gringo Larsen, el recordado personaje de Juan Carlos Onetti, ahora reciclado como recolector de boyas, caracoles y objetos varios traídos por las aguas. El hallazgo de un vehículo en los alrededores e informaciones provenientes del cercano puesto militar de Santa Teresa permiten reconocer al muerto como el coronel Alfonso Bróccoli, confeso torturador en los años de la dictadura "cínico-militar". Lo inusitado del hecho interrumpe las vacaciones de Echagüe, un comisario demasiado atípico, avezado investigador y a la vez atento devorador de la mejor literatura, capaz de citar tanto a Platón como a Oscar Wilde o Antonio Machado. Será secundado en sus andanzas por Bermúdez, un afable pero inexperiente agente policial y Narváez, un obeso y eficiente corresponsal del diario La República.
La disputa de competencia entre la justicia militar y la civil, la polémica personalidad del muerto y las extrañas circunstancias que rodean a los hechos, obligan a cerrar el caso de inmediato. Solo Echagüe seguirá adelante en su porfía, más interesado en saber el porqué de la muerte que en identificar a sus culpables: "Este crimen cierra todo un círculo. La violencia del que quiso cambiar las cosas tomando un atajo. La violencia del que la asumió como profesión protegido por una investidura y finalmente una violencia más antigua cuyas raíces y razones procuro desentrañar...", afirma el protagonista.
El pintoresco escenario natural de Punta del Diablo, micromundo de estrechas callejuelas, cabañas de pescadores, locales comerciales y mercados de artesanos, y las constantes recurrencias literarias y cinéfilas, conforman el marco de una novela policial que se caracteriza, más que por su espíritu trasgresor por la habilidad en insertar motivos y personajes de atractiva actualidad. El apuro institucional por desentenderse del asunto, la ausencia de indicios, el comportamiento uniforme de los habitantes de la zona y la visita a una exguerrillera, en su tiempo conocida por su belleza y ahora anclada en la soledad, abren el relato a una suerte de reflexión sobre las consecuencias de la Ley de Caducidad, a un cuestionamiento que interpela al propio protagonista y por extensión al conjunto de la sociedad.
Ágilmente escrito, con una expectativa que no decae en ningún momento, el relato se afirma en pilares tradicionales como la omnisciencia del narrador, la absoluta linealidad, una detallada caracterización de los personajes y la unidad de espacio para reeditar con acierto una narrativa policial uruguaya que, desde sus tímidos comienzos hace veinte años, se ha tornado cada vez más prolífera, capaz de concitar la atención de un mayor número de autores. César Murillo, sociólogo, nacido en 1950 en Montevideo, ha sido finalista en más de un concurso de cuentos del género.
A. A.
Narrativa
El MENSAJE, de Nicholas Sparks, Salamandra, Barcelona, 2002, Distribuye Océano. 320 págs.
QUIEN HAYA visto la película Message in a bottle (1999), protagonizada por Kevin Costner y conocida en castellano con el título Mensaje de amor, quizá no encuentre demasiado atractivo acercarse a esta exitosa novela de Nicholas Sparks (Omaha, Nebraska, 1965). Porque el ingrediente que hace sostenida su fácil lectura es el deseo de correr tras el final que se espera feliz de una extraña historia de amor. La lectura de El mensaje requiere algunas condiciones previas para sellar —con suerte— el "pacto" que se propone. Porque la existencia del amor como una realidad trascendente, situada por encima de las contingencias, capaz de invadir todas las esferas de la vida; la unión de las almas como un destino predeterminado; la comunicación más allá de la muerte, son cuestiones que exigen fe. Sólo entonces serán posibles la emoción, las lágrimas, las claves de identificación que permitan hallar una esperanza para la propia vida. Eso parece buscar Sparks: alimentar una ilusión más con pretensiones poéticas que de manual de autoayuda, devolver la confianza moviendo el resorte de los sentimientos puros y simples que, se supone, tendrán un impacto masivo. No es difícil que acierte en su propósito. De hecho, el público al que se dirige —el que puede seguirlo en español desde su consagración con El cuaderno de Noah (1997) (ver El País Cultural N‚ 396) está presupuesto en la solapa del libro, en la que se afirma que es "el único autor masculino capaz de escribir con sensibilidad femenina sobre los más profundos sentimientos humanos".
Sin embargo, los personajes no son vulgares, sus vidas y tareas están animadas por la aventura y la intensidad. Teresa es una periodista importante, joven y atractiva, quien encuentra una botella con un mensaje a orillas del mar y comienza a buscar al autor, con un empeño que no oculta su pasión. Garrett —también joven y atractivo—, es profesor de buceo y náutica. Encontrarse y enamorarse resulta muy sencillo. Las pruebas, necesarias en todo romance novelesco, no tienen que ver con las opciones y formas de vida de los dos desconocidos —ya que el sentimiento salva esos escollos—, sino con la dificultad de olvidar un amor pasado, porque estos sólo saben amar "para siempre". No se busque el disfrute de esta novela en el encuentro con un estilo personal de escritura, ya que el lenguaje es llano, convencional y azucarado, y no escasean los lugares comunes.La historia, contada por un narrador omnisciente, que planea sobre sentimientos de los personajes sin adelantar nada de la acción, se desliza sin fisuras y sin sorpresas. Como para leer, quien sea afecto al "género", un sábado de lluvia.
M. Á. G.