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Martín Caparrós encuentra la mano femenina de Dios

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Martìn Caparrós

Novela angustiosamente divertida

Mezcla de ciencia ficción y clase de historia, el libro revela a Martín Caparrós como un novelista con garra.

Conocido sobre todo por sus crónicas, por algún imponente ensayo (El hambre, 2014) y una ajustada biografía novelada (Echevarría, 2016), el argentino Martín Caparrós, nacido en Buenos Aires en 1957, es además un novelista con garra. Lo mostró en Los Living (2011) y en la distópica Sinfín (2020); en ambas el asunto de la muerte y su proyecto aún imposible (la inmortalidad) están presentes. También en esta reedición de una de sus novelas más angustiosamente divertidas, ciencia ficción soft con clase de historia dictada por un profesor que hubiéramos querido tener. Un día en la vida de Dios (2001) plantea la existencia de una Corporación interestelar habitada por “oficiales” —simples bolas dotadas de capacidad creadora— que deben crear mundos como modo de sumar puntos en su carrera laboral. Una de esas bolas crea la Tierra que habitamos, un pedrusco gigante, y la puebla de “bichitos”, nosotros. No es la más brillante de las alumnas de la Corporación. Mediocre e indisciplinada, el invento no le sale del todo bien (y sus Golem, los bichitos, no dejan de armar lío, duermen, crean “dioses” y pelean entre ellos por la supremacía de los mismos). Decide entonces mezclarse con sus creaturas, metiéndose en cuerpos humanos en distintas épocas, para tratar de entenderlos, pues aunque los creó no los entiende.

Sucesivamente, vigilada por una supervisora de la Corporación, Dios pasa por los cuerpos de: un luchador tebano, una sirvienta de Sara y Abraham, un barquero del Ganges, un médico de Éfeso, un funcionario romano, un escudero musulmán, un fraile disidente en el virreinato del Perú, un cura que confiesa a Voltaire y un judío científico trabajando en armas de destrucción masiva. Todo ocurre en milenios humanos que son un solo día de Dios. Cada encarnación pretexta un estudio de vilezas humanas y divinas, una movilización del sentido común y el sinsentido de los fanatismos, una exaltación medida del hedonismo, una denuncia de la estupidez y a la vez su aceptación como antídoto al veneno de la lucidez. Cada capítulo es adictivo por distintas razones (la escritura de Caparrós, torrencial y clara, es una droga); hay picos altos, como el destinado a Voltaire, hilarante de principio a fin; otros más eróticos, otros más sensibles.

El procedimiento técnico no es nuevo (lo hicieron, entre otros, Virginia Woolf en Orlando, Julian Barnes en Una historia del mundo en diez capítulos y medio), pero vale disfrutar su ejecución, sentir el peso de lo efímero, la broma al infinito de las “ruinas circulares” detrás de esa tapa invitadora: la mano femenina de Dios con las uñas pintadas de furioso rojo.

UN DÍA EN LA VIDA DE DIOS, de Martín Caparrós. Literatura Random House, 2021. Buenos Aires, 283 págs.

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