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Mamá hundió un barco

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Fogwill
RAFAEL CALVI„O

Revelador prólogo a la última edición de lo que es una de sus grandes novelas, Los pichiciegos, quizá la mejor escrita sobre la Guerra de las Malvinas.

VENÍA DE esas novelas inútiles lleno de buenos propósitos y vivía en una pocilga cinco pisos por encima del departamento de mi mamá. Cada día, volviendo de trabajar, pasaba por su casa a saludar, informarme de la evolución de su enfermedad y a surtirme de comida antes de sentarme a escribir. Ella estaba enferma y yo trabajaba en una agencia de publicidad donde se daban cita comodoros y generales a repartirse las ganancias de las cuentas publicitarias de las empresas intervenidas por el Banco Central: las marcas Noel, Resero, Ferrum, el grupo Greco, el grupo Catena y otras. Era una mina de oro y allí participaba en reuniones donde un brigadier retirado Cabrera, por entonces vicepresidente del Banco Central, y un general activo Saá nos explicaban las razones de la inminente victoria de las tropas argentinas. Como imaginaba miles de muertos, la escena no daba risa, sino una mezcla de odio y pánico.

Aquella tarde, creo que fue el primer martes de mayo de 1982, al llegar a la casa encontré a mamá y a la empleada que la cuidaba pegadas al televisor y mamá me recibió gritando entusiasmada:

—¡Hundimos un barco…!

Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi familia.

Entonces subí a mi pocilga, escribí la frase "mamá hoy hundió un barco", di por terminada para siempre mi fallida novela, cargué una nueva hoja en la máquina de escribir y doce horas después empezó a amanecer, y había completado la mitad del relato de Los pichiciegos: cien mil caracteres que, sin matar a nadie, siguen tan vigentes como en vísperas de la rendición y antes de la llegada de la misión pacificadora del Papa, cuando fotocopias corregidas del libro llegaron a las editoriales. Nadie lo quiso publicar. Un vivo prometió editarlo, pero inspirado en las escenas del grabador de los pichis, encomendó a un periodista la compilación de relatos de sobrevivientes que tuvo éxito por su ingenuidad y su tono antibélico. Los pichiciegos —manifesté desde la contratapa de la primera edición de 1983— no fue escrito contra la guerra sino contra una manera estúpida de pensar la guerra y la literatura.

Desde entonces, el librito tuvo tres ediciones y media docena de reimpresiones en la Argentina, tres en España, una en Cuba, y fue traducido al portugués, al inglés, al italiano y al alemán.

En razón de mi edad, la presente edición de Editorial El Ateneo, realizada atendiendo a las indicaciones de la editora cubana Nancy Maestigue Prieto, debe considerarse la versión definitiva de la obra. Ante ella, repetiré que no he escrito un libro sobre la guerra, sino sobre mí y sobre la lengua de uno que jamás escribirá contra la guerra, contra la lluvia, los sismos, ni las tormentas, y siempre contra las maneras equivocadas de nombrar y de convivir con nuestro destino.

Buenos Aires, 1° de abril de 2010

El autor.

RODOLFO FOGWILL (Buenos Aires, 1941-2010) fue un destacado narrador, poeta, ensayista, periodista y agitador cultural. Sociólogo de profesión, trabajó como docente y realizó una notoria carrera en publicidad. Entre sus varias novelas, que están siendo siempre reeditadas, destacan Vivir afuera (1998) y Un guión para Artkino (2008). En relatos cabe señalar Muchacha punk (1998). En 2011 Alfaguara publicó sus cuentos completos en un tomo. El texto adjunto es la "Nota del autor a la séptima edición" de su novela Los pichiciegos (1983) publicada por Editorial El Ateneo (Gussi). Está considerada la mejor novela sobre la Guerra de las Malvinas, fue concebida durante el conflicto y antes de la capitulación argentina. Su cumplen cinco años del fallecimiento de Fogwill, ocurrido a raíz de una grave dolencia pulmonar que se agravó tras un periplo frenético por Montevideo, en un helado mes de julio. Esa vez visitó un par de veces la redacción de El País Cultural, dejando un recuerdo imborrable.

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