por Gera Ferreira
.
Hace seis meses que la abuela Carmen se mató en la bañera. Ahora, sus cuatro nietas —Nora, Olivia, Erica y Lis—, que a la vez son primas, regresan al viejo caserón que heredaron de la noche a la mañana. Así comienza Las herederas, penúltima novela de la escritora española Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988). Decía que la novela comienza con una casa intacta, llena de fantasmas tan reales como mortales, porque las cuatro mujeres tienen planes diferentes sobre qué destino dar a su legado: Olivia, médica cardióloga, busca explicaciones en cada cajón, entre cajitas, prospectos y blísteres que ponen al descubierto la adicción de su abuela a automedicarse; Nora sería capaz de alquilar la casa a su propio dealer de cocaína o como almacén para salir de la precariedad; Erica imagina retiros espirituales y paseos botánicos en ese espacio convertido en parque, mientras recibe mensajes secretos de la abuela a través de tiradas de cartas; y a Lis, recién salida de una crisis (tiene diagnóstico psiquiátrico), le gustaría prender fuego todo e irse, ya que se convence de un determinismo genético: estamos malditas porque la locura corre en nuestros genes.
Así, cada una narra desde un centro de gravedad emocional distinto, pero todo gira sobre una misma pregunta: ¿heredaron una casa o una maldición genealógica? La estructura polifónica de la novela funciona como un caleidoscopio: en cada capítulo un mismo hecho cambia de perspectiva, de tono y de sentido. La autora muestra que la memoria es algo roto que se puede revisar con examen y ternura, ya que la novela resuena como un gesto político que no esquiva la crítica social sobre los problemas de salud mental, los estigmas médicos y los sentidos comunes que encorsetan el cruce entre psiquiatría y control social.
Las nietas de Carmen no solo cargan con un linaje familiar, sino con la herencia de un sistema que patologiza la diferencia y convierte el sufrimiento en expediente clínico. La novela propone otra rebelión: hacer de la locura una forma de lucidez, del síntoma un modo de resistencia. En ese gesto de la Cruz logra que la genealogía femenina deje de ser una condena y se vuelva escritura, un modo de reclamar que lo heredado también puede reescribirse.
LAS HEREDERAS, de Aixa de la Cruz. Alfaguara, 2023. Buenos Aires, 328 págs.