Gabriel Gargurevich Pazos
(desde Lima)
SZYSZLO NO SOLO contribuyó a la historia del arte moderno peruano, sino también a forjar una pintura latinoamericana. El pasado 5 de julio cumplió 86 años y el Museo de Arte de Lima le hizo un homenaje con la más amplia retrospectiva de su obra que se haya presentado hasta el momento. Son cuadros inmensos donde conviven lo abstracto y lo precolombino, en total armonía. Casi cien obras, sumando pinturas, esculturas, grabados, proyectos experimentales y objetos de su colección personal, como por ejemplo un mechón de pelo del poeta César Vallejo, junto con un manuscrito original del libro España aparta de mí este cáliz, que la viuda de Vallejo, Georgette, obsequiara a Szyszlo en reconocimiento a su admiración por la obra del poeta peruano.
en su casa. Nuevamente, como hace diez años, me encuentro tocando el intercomunicador a la una de la tarde y vuelvo a sentir el olor a comida que despiden las casas de toda la cuadra donde vive, en el acomodado barrio de San Isidro. Como la última vez que lo entrevisté, a un vecino se le ha ocurrido remodelar su predio y los martillazos y taladros hacen casi imposible escuchar su voz susurrada, en el umbral de la puerta.
Al preguntarle si se acuerda de mí, asiente con una sonrisa resignada que me dice todo lo contrario; que no soy más que otro periodista que lo interrumpe. Entonces, entro y siento que yo podría guiarlo hasta su laberíntica biblioteca, donde acostumbra recibir a los periodistas. Al pasar por la sala principal de su casa, los ángeles en los cuadros de la escuela cusqueña parecen seguirnos con la mirada, y las calaveras de madera, traídas de Oaxaca, México, dan la impresión de que se burlan a nuestras espaldas.
Otra vez, nos encontramos sentados en el mismo sillón de cuero negro desgastado, flanqueados por estantes de madera repletos de libros, escuchando, además del ruido de la construcción, el piar incesante de unos pájaros. Si no tuviésemos esa "música" de fondo, se podría pensar que estamos en la habitación secreta de un monasterio, oscura y con carácter medieval. El artista está en silencio y, por un momento, pienso que está nervioso. Sin embargo, empieza a hablar, sin mirarme a los ojos, como si estuviera sonámbulo.
-Plus ca change, plus c`est pareil! ("¡Más cambia, más es lo mismo!"). Siempre he buscado lo mismo. Desde mis primeros cuadros hasta los últimos, pero nunca he tenido la sensación de que un cuadro mío me representa; siempre veo los defectos. Por eso a menudo digo que cada cuadro, para mí, ha sido una derrota. A Pierre Bonnard, un pintor que solía ir con sus pinceles para retocar sus cuadros en los museos, tenían que detenerlo los guardianes. Uno nunca cesa de creer que se puede mejorar.
Dos semanas antes de este encuentro, su secretaria me dijo que estaba en México. Ahora me explica que estuvo ahí para presentar una retrospectiva, dentro del marco de un evento que dedicó una semana a la cultura peruana, titulado "Viva Perú". Fernando Szyszlo cuenta que tiene "muchas vinculaciones" con ese país ya que, además de haber expuesto ahí infinidad de veces, su hermana, Juana María de Szyszlo, estuvo casada con Alfonso García Robles, diplomático mexicano galardonado, en 1982, con el premio Nobel de la Paz. "¡Y con Octavio Paz tuve una larguísima amistad!", añade.
-¿Y qué lo une a Uruguay?
-Uy, siempre me he sentido muy cercano a Uruguay -dice girando su cuello para mirarme, con una sonrisa ladeada, como si le hubiera preguntado algo obvio-. Desde que comencé a pintar tuve la presencia de Joaquín Torres García. Conocía muy bien su trabajo y su libro Universalismo Constructivo, ¡un tomo inmenso! Cuando fui a exhibir a Uruguay por primera vez, hace mil años, hice que me llevaran a su taller. Me recibió su viuda, la señora Manolita, ¡a sus 106 años! Seis años después, Manolita murió, ¡a los 112 años! -De pronto, como si se hubiera acordado de algo realmente triste, vuelve a mirar al frente y frunce el ceño-.
-Uruguay tiene muchos referentes; además de Torres García, estaban Rafael Barradas y Pedro Figari. También conozco muy bien la obra de… ¿cómo se llama?
A esas alturas, se levanta, con esfuerzo, para dirigirse, arrastrando los pies, a un rincón de la biblioteca.
-Ha muerto hace no mucho… Vargas Llosa ha escrito un libro sobre él -dice, dándome pistas, ahora riéndose un poco, incrédulo ante su estragada memoria, mientras parece buscar un libro-. Es un escritor muy importante…
-¿Juan Carlos Onetti?
-¡Onetti, claro! -responde y regresa al sillón de cuero, con una sonrisa amplia y honesta.
Otra vez, volvemos a estar unos segundos en silencio, mirando al frente. Luego, vuelve a mirarme, de reojo, como los loros, y continúa:
-En Uruguay he expuesto muchas veces. Este año, en febrero, expuse en Punta del Este, en la Galería del Paseo, que dirige Silvia Arrozés. Es la segunda vez que expongo ahí… Pero antes he expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Montevideo (en 1984, cuando se llamaba Centro de Artes y Letras de El País y era dirigido por María Luisa Torrens). Uf, hace muchos años… Recuerdo que la primera exposición que hice con esta chica Arrozés (en el 2000, cuando la Galería del Paseo estaba en la Ciudad Vieja de Montevideo), tuve que ir a la galería a las diez de la mañana a ver no sé qué papeles y había un señor mirando mi obra. Entonces Silvia me dijo que se trataba del presidente de Uruguay, creo que era Sanguinetti. El asunto es que se me acercó y me dio la mano, felicitándome…
A medida que la conversación avanza, Szyszlo se va entusiasmando, sobre todo al empezar a hablar de otro país con el que tiene una gran conexión: Francia; en específico, la ciudad de París.
París era una fiesta. Cuando cuenta su experiencia en París parece rejuvenecer y regresar a los 24 años, edad con la que llegó a la capital francesa, junto a su flamante esposa, la poeta Blanca Varela. Era el año 1949, la guerra acababa de terminar y todavía había muchas restricciones.
-¡Había muchas cosas que no se podían comprar sino con una cartilla que te daba el gobierno! Es la ciudad más fantástica del…- empieza, pero algo lo detiene, e inhala por la boca, como si un espíritu hubiese entrado en él, veloz. Luego sigue: Ya no es el centro del mundo pero es la ciudad más maravillosa que existe; muy estimulante, muy intelectual… ¡la calle es un destino en sí mismo!
Dos años antes de viajar a París, donde permaneció con Blanca hasta 1955, se adhirió a la agrupación Espacio, reunión de intelectuales, artistas y arquitectos interesados en los nuevos lenguajes de carácter universal. Este impulso moderno se cristaliza en su primera muestra individual (1947), donde deja entrever el surgimiento de un artista singular. Asimismo, en estos años inicia una exploración formal derivada de su fascinación por el arte precolombino. Esta exploración, en el horizonte del "primitivismo" del arte moderno, lo acerca a una abstracción de fuertes alusiones simbólicas. Sin embargo, es en París donde su educación plástica es más intuitiva que sistemática, pero le sirve para madurar hacia una expresión más segura y personal. Muestra de ello, es la serie de grabados "Homenaje a Vallejo", de 1950, siendo este el primer año en que realiza su primera exposición en la capital francesa.
-Recuerdo que en esa exposición vendí un cuadro. Me dieron algo así como treinta mil francos, lo que serían cien dólares. Éramos muy pobres, así que ese dinero vino bien. ¿Puede creer que vivíamos con noventa dólares mensuales del alquiler de un estudio que tenía en Lima? Nos gastábamos treinta dólares en cigarrillos y nos quedaban sesenta para la comida y el material para pintar, que era a lo único que me dedicaba. A veces, Blanca escribía para algún diario peruano pero pagaban muy mal. Pero valía la pena estar en París; era la época de oro; ¡todos los monstruos estaban vivos!
Szyszlo recuerda que cuando llegó a París con Blanca, lo primero que hizo fue contactarse con los latinoamericanos que vivían en la ciudad: "mi primer amigo fue Octavio Paz, ¡sin duda!". Luego, cuando empezó a frecuentar el Café Flore, hizo amistad con otros escritores como André Breton, Julio Cortázar, Arturo Serrano Plaja, Josep Palau, Jorge Eduardo Eielson, Carlos Martínez Rivas; también con pintores como Roberto Matta, Wilfredo Lam, Rufino Tamayo y Oswaldo Vigas. Hasta ahora recuerda con cariño el pequeño hotel donde dormían, en Saint Germain.
-El único que tenía un departamento era Octavio Paz; en ese entonces era tercer secretario de la embajada de México en París -cuenta con un brillo en los ojos-. Ahí, hacíamos fiestas y conocí a otros surrealistas como Benjamin Péret, Giuseppe Pierre, Jean-Pierre Duprey… Éramos un grupo de surrealistas que sesionábamos en un café de la Place Blanche.
Era también la época de la nueva pintura abstracta, "que no era geométrica, que se llamaba lírica" y que influyó mucho en la obra de Szyszlo. Entonces, pintores como Hans Hartung, Pierre Soulages, Rembrandt, Tiziano y Tintoretto, fueron decisivos en la búsqueda de su propio lenguaje, que terminó de definirse cuando prestó especial atención al arte precolombino. Es así que Luis Eduardo Wuffarden, curador de la exposición del MALI, "Szyszlo. Retrospectiva", menciona que con esta muestra no solo se ha querido poner en evidencia la abundancia y diversidad de la contribución de Szyszlo a la historia del arte moderno peruano, sino su dimensión continental como forjador de una pintura latinoamericana. "Szyszlo encarna ese `arte de resistencia` -según expresión acuñada por la reconocida crítica Marta Traba- que expresa con gran eficacia la identidad cultural de América Latina, por oposición a un cosmopolitismo indiferenciado y unificador".
Los años siguientes, el artista los pasa entre Lima, París y Florencia, hasta que se instala nuevamente en el Perú en 1955, siendo ya un pintor con una sólida propuesta pictórica. Expone tres veces en Lima, "donde vendí algunos cuadros", pero el verdadero éxito vino después: "Más o menos vivo de mi pintura desde 1959".
Lamento quechua. El verso inicial del poema "Apu Inca Atawallpaman", un texto anónimo quechua del siglo XVIII que llora la muerte del inca Atahualpa dice así: "¿Qué arco iris es este negro arco iris/ que se alza?". Szyszlo tradujo el poema con la ayuda de su gran amigo José María Arguedas y encontró en sus versos el ámbito en el que su voz de pintor podía por fin desarrollarse como propia. Gracias a ese hallazgo surgió la serie "Cajamarca" (1959), donde consiguió una síntesis entre el arte abstracto y el legado ancestral prehispánico. Se expuso en el Instituto de Arte Contemporáneo de Lima. "Fueron trece cuadros y cada uno tenía como título el verso de un poema. En esa exposición sí vendí mucho", acota.
Nieto de Abraham Valdelomar, Fernando de Szyszlo ha sentado siempre una posición en el Perú no sólo estética sino también política. Por ello, asumió con gusto la presidencia de la Comisión del Lugar de la Memoria, museo donde "las nuevas generaciones podrán entender las consecuencias del fanatismo ideológico y la transgresión de la ley. Los jóvenes que han nacido en los noventa no conocen lo que se vivió; por ello es importante este proyecto para que esta tragedia no se repita". Y aquí se refiere a la guerra interna que azotó al Perú en la década de los ochenta y que dejó más de 60 mil muertos y desaparecidos.
-¿Qué es lo que más valoro de la vida? Estar vivo. André Gide, escritor francés de comienzos del siglo XX, en un libro que se llama Les nourritures terrestres, dice:"J`appelle Dieu tout ce que j`aime. Et j`aime tout" ("Llamo Dios a todo lo que amo. Y amo todo"). Estar vivo es eso: el deslumbramiento de estar en uso de las facultades para disfrutar lo maravillosa que es la vida. No le tengo miedo a la muerte; lo que me da horror es dejar de estar vivo.
Ahora la expresión en su rostro es severa, nuevamente, como si se hubiera acordado de algo realmente triste (¿acaso la muerte de uno de sus dos hijos, Vicente, arquitecto de 40 años, fallecido en un accidente aéreo?). Se queda por un momento mirando al infinito. El olor cada vez más penetrante del almuerzo, me hace llegar a la conclusión de que ya debo irme. "Lo acompaño a la puerta", dice gentilmente al anunciarle mi partida. Así que, a paso de tortuga, cuando cruzamos el jardín, los pajarillos anónimos parecen piar dentro de mis oídos. Entonces, le pregunto a Fernando dónde está la gran jaula que alberga a tantas aves; aguantándose la risa me señala un par de parlantes enormes. "Siempre pongo el mismo disco para espantar a las palomas", dice. Eso fue algo que no me había revelado diez años antes, cuando desde los jardines de su casa ya se podía escuchar el constante rumor de esa selva en estéreo.
Distinciones
FERNANDO DE SZYSZLO ha sido condecorado por el Gobierno de Francia con la Cruz de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, así como por el Gobierno de Chile que lo nombró Gran Oficial de la Orden de Bernardo O`Higgins. Su obra ha sido expuesta en las bienales de Sao Paulo (1957, 1959 y 1961) y Venecia (1958 y 1964). También presentó una individual en La Habana (1968). Además, ha llevado a cabo obras de arte públicas, como el "Paisaje de Paracas" para la Organización de Estados Americanos (OEA) -donde trabajó en la división de artes visuales, en 1958-, en Washington, en 1981, o el mural para la Vía Expresa de Lima en 1983 y, más recientemente, en esculturas en parques de Lima, Bogotá y Guayaquil. Dice que, en los últimos años, cada vez que le hacen un reconocimiento siente que lo están despidiendo.