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Un fenómeno inédito

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Massa, Santullo y Burel

crimen uruguayo

Se consolida una colección, Cosecha Roja, crecen los autores en varias editoriales, y hay lectores fanáticos.

LÁSZLÓ ERDÉLYI

El género en Uruguay se consolida. Varias obras recientes lo confirman. En 2017 se publicaron las novelas Todos mienten de Rafael Massa y Sorocabana blues de Hugo Burel. Dos reediciones no pasaron desapercibidas: Mujer equivocada de Mercedes Rosende y Tres buitres de Henry Trujillo. Y todavía suenan, del 2016, Luces de neón de Rodolfo Santullo y El miserere de los cocodrilos de Mercedes Rosende.

Todos mienten, penúltimo de la serie Cosecha Roja de Estuario, sitúa el lector en la noche de los cafés de Montevideo cuando apenas se iniciaba la dictadura militar, en 1974. Año de delaciones, venganzas y libertades que se van limitando, y de un texto de origen incierto que revela una serie de crímenes. No faltan ni el guerrillero ni el policía corrupto vinculado al régimen militar, ni la referencia a viejos conflictos en España. A medida que transcurre el libro lo que parece no es y se refuerza la trama, que además se ve bien sazonada por las terneras al horno con papas y boniatos de los bares de la época, los cigarrillos Republicana sin filtro consumidos como al descuido (de tufo fuerte, ácido, repugnante para los no fumadores) y las largas madrugadas en esos recintos, sus olores, ansiedades y tristezas. En ese sentido Todos mienten también podría ser una geografía del Montevideo nocturno que, según dicen, aún sobrevive en algunos nombres de cafés bien reconocibles. Es una obra de estructura compleja, de trama entretenida y de giros sorprendentes, tanto que llega a plantear la posibilidad del crimen perfecto (el máximo enigma), "cuyo requisito inevitable es la libertad. La de quien no precisa a nadie. La de quien no tiene necesidad de contarlo", afirma el protagonista. Rafael Massa es ingeniero civil y experto en gestión de proyectos, productor teatral, creador del festival La Pedrera Short Film Festival y autor de la novela La estafa de la muerte. La novela Todos mienten recibió una mención de honor en los Premios Nacionales de Literatura, edición 2015.

Sorocabana blues, el segundo libro de la trilogía de Keller según anuncia el propio Hugo Burel (el primero es Montevideo noir de 2015, y se espera un tercer volumen), también pone al lector en la noche de los cafés montevideanos y en la psicología de un protagonista, Gabriel Keller, que decidió dejar la vida "normal" y convertirse en un criminal, proceso que trata de justificar con motivaciones poco convincentes. Keller siente que "el crimen le revelaba quién era" aunque sus motivaciones —que ni el policía ni el juez logran entender— colocan al lector frente al verdadero enigma: las motivaciones ocultas, secretas, encerradas bien en lo profundo de la cabeza del criminal. ¿Sufre Keller de una grave psicopatía, o es un mero inocente víctima de las circunstancias (un eterno dilema de la sociedad frente al crimen)? En este sentido Burel lleva lo negro de la trama hasta los límites, sin atentar contra la tensión narrativa, bien resuelta en capítulos cortos, como disparos, y a un oficio narrativo evidente en su prosa elegante y eficaz, y que supo tener puntos muy altos con obras como la novela El caso Bonapelch.

Mujer equivocada de Rosende, novela de 2011 publicada bajo el sello Sudamericana, es ahora reeditada en Cosecha Roja. La novela había puesto en escena al personaje Úrsula López, que luego reaparece con energía en El miserere de los cocodrilos. En esencia todo está en el título de aquella primera novela: Úrsula es la mujer menos indicada con la cual uno podría cruzarse. De hecho el crimen se cruza con ella, y éste sufre las consecuencias, dejando en evidencia la compleja personalidad de la dama, un personaje tremebundo y revulsivo, contradictorio e inasible que se instala en la cabeza del lector, crece y se consolida, dejándolo en un gran dilema: o lo acepta como invitado, uno más en su experiencia emocional como lector, o sale a pedir a explicaciones a la autora, a la crítica, a quien sea. Si bien hay una evolución de Mujer equivocada a El miserere... (ésta última una de las novelas más contundentes que ha dado el género en Uruguay), en ambas la autora revela su capacidad para crear climas en base a un amplio registro de sensaciones y emociones, porque el mundo del crimen es sórdido, pero el uruguayo es además sucio, tugurizado y con mal aliento. Aunque sólo esté describiendo la pared descascarada de un juzgado o la mirada extraviada de un perdedor nato que quiso ser secuestrador.

Luces de neón de Santullo, también en Cosecha Roja, se dispara con el crimen de un empresario argentino en la playa del balneario Atlántida. La hermana del muerto contrata a un investigador que tiene poco de detective y mucho de matón, pues la consigna es clara: identificar a los asesinos y saldar cuentas con ellos, sin dar noticia alguna a la policía. Entretenida, ceñida de forma mucho más estricta a las reglas del policial negro, plantea un complot verosímil, a la vez que resulta valiosa la interacción entre los personajes Julieta y Soria, los únicos que aportan una gama de matices interesantes en su forma de percibir la realidad. El desenlace, sin embargo, no sorprende, y ese es un punto en contra.

Y por último la reedición de Tres buitres (2007) de ese notable narrador que es Henry Trujillo, con prólogo de Rosario Peyrou. Ezequiel De Rosso, que había citado a Trujillo durante su intervención en la Semana Negra, agregó para este reportaje que "de Trujillo me impresionó el doble emplazamiento de su escritura que, en primera instancia, parece contradictorio. Por una parte, hay un relato atento a la construcción de los espacios, al movimiento de los cuerpos. Es decir, un relato sobre el mundo material en el sentido más superficial (y por eso admirable) del término. Pero por otro, la impresión que deja la lectura es la de un conjunto de sensaciones relacionadas con lo táctil: las texturas, la temperatura, el roce del viento en la piel. Construye un mundo sostenido sobre una sensorialidad extraña. Ese doble emplazamiento, entre objetividad y sensación táctil es el rasgo que distingue su prosa y permite, tal vez, señalar la extrañeza de Trujillo en el horizonte del relato policial. Uno podría argumentar que el policial pretende desentrañar el misterio de la vida material, antes que derivar por él en busca de sensaciones. De ahí que las tramas de Trujillo sean laxas, o arranquen tarde: los experimentos con la prosa parecen luchar con la forma del género y esa tensión irresuelta es lo que hace que Trujillo siempre parezca adentro y afuera del género, al mismo tiempo".

Dentro, fuera o en los límites, el género goza de una muy buena salud. Entretiene y provoca (ya acumula, además, obras soberbias con las que medirse como la mankelliana Montevideo Street de Eduardo Pérez Vázquez, en Cosecha Roja). Hay un público lector que crece y se consolida. Quizá porque, además de entretenimiento, el lector busca otras respuestas, más metafísicas. Intuye que el relato de los crímenes y sus enigmas le podría aportar pistas para desentrañar una realidad cada vez más opaca, imprevisible, y con demasiados malentendidos.

TODOS MIENTEN, de Rafael Massa. Estuario/Cosecha Roja, 2017. Montevideo, 144 págs.

SOROCABANA BLUES, de Hugo Burel. Alfaguara, 2017. Montevideo, 302 págs.

MUJER EQUIVOCADA y EL MISERERE DE LOS COCODRILOS, de Mercedes Rosende. Estuario/Cosecha Roja, 2017 y 2016. Montevideo, 188 págs. y 226 págs.

LUCES DE NEÓN, de Rodolfo Santullo. Estuario/Cosecha Roja, 2016. Montevideo, 144 págs.

TRES BUITRES, de Henry Trujillo. Banda Oriental, 2017. Montevideo, 142 págs.

Todos son distribuidos por Gussi.

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