por José Arenas
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El pueblo desangelado. La chica que vuelve hecha mujer. El medio de la nada. Las amigas. Una madre soltera. La casa de los padres. El extraño que llega con su reminiscencia de diablo. Los recuerdos de la juventud ardiente.
Sin quemar la trama, esa es la línea por la que va Farmakeia, novela de Helena Corbellini. Y no hay doble sentido ni mucho que los recuerdos y la construcción de voces logren entrelazar con un presente dibujado al antojo de una escritora creando. No falta profundidad; no hay pretensiones escondidas, ni un revés agazapado entre el palabrerío. Se cuenta lo que se cuenta. Aun con una geografía reconocible en el Oeste del país, o algunos nombres trastocados de posibles referentes reales, la novela se desnuda con sutileza y sinceridad mostrando bellezas y heridas.
La narrativa que elige Corbellini es cursi, a la vez que seductora. Desde sus primeros textos la autora no ha podido o no ha querido deshacerse de expresiones y tópicos demasiado naif en tiempos de literaturas descarnadas. Quizá sea su forma de rebelión. Pero el paisaje bucólico, el pasado espectral, los hijos crecidos, o las compinches de pueblo chico remiten a un romanticismo decimonónico. Por eso se está dentro de la literatura de inmediato. Y aunque la música de Chopin que la protagonista se empeña en practicar en su piano viejo ya suene a vals de cumpleaños de quince, uno llega al final cómodamente, atrapado en las redes del filo kitsch.
En Farmakeia el diablo siempre está por meter la cola, y eso es una promesa para el lector. Los dioses griegos que introducen sus caprichos también son parte de una novela casta y extraña. Este pueblo, llamado Malángel, marcado por la semántica de su nombre, propone asiestadas personalidades para personajes de ominosas intenciones. La zona, de aura litoral, mete al lector en un fáustico revuelo de pueblo.
El único problema real de la novela son los registros de las voces que cada personaje tiene. Todos hablan igual. Se nota especialmente en los personajes adolescentes, que aparecen con una vida rebelde y un vocabulario a lo “Fleco y Male”, aquellos personajes animados que querían acercarse a los jóvenes hablando como viejos que se hacen pasar por adolescentes. Quizá ahí sí hace chirria la maquinaria del texto.
FARMAKEIA, de Helena Corbellini. Alfaguara, 2024. Montevideo, 287 págs.