Literatura de Ecuador
En su novela El coleccionista de sombras, el ecuatoriano Javier Vásconez elige como escenario a un casino, algo poco frecuente.
A la hora de inventar teorías, más, a la hora de hallar leyes físicas fuera de la física, se me ocurre que la forma de identificar si una novela es del siglo XIX es si en ella se desmayan las señoras, o si hay adulterio o si hay casos de ludopatía. En novelas del siglo XX sólo recuerdo que un señor se desmaya en alguna novela de Saul Bellow, hay bastantes adulterios pero no existen novelas del adulterio como Madame Bovary o Anna Karenina; y, salvo la estupenda Los tontos mueren de Mario Puzo, poco de ludopatía. Sin embargo el ecuatoriano Javier Vásconez (1946) escenifica en un casino de Quito buena parte de su novela El coleccionista de sombras, especialmente en una sala amarilla “porque ahí se hacían las entregas o, lo que es lo mismo, los sobornos a todo tipo de personas. El maletín de la suerte se desplazaba en todas las direcciones, unas veces salía rebosante de dinero del salón amarillo y otras regresaba engordado del Palacio de Gobierno”. El dueño del lugar es un conde (¡un conde!) que recibe una comisión y se deleita observando la corrupción y hasta encargándole a su amante “que tome fotos de las manos, sólo de las manos en el momento de la transacción”. Ella guardaba todo un archivo donde podía notarse “el puño blanco de la camisa de un uniforme y la mano con la piel irritada de un militar, o la palidez de los dedos donde resaltaba la gema y el oro del anillo del obispo de la ciudad”.
El narrador omnisciente presenta un personaje que se llama como el autor, Vásconez, que ha escrito libros con títulos idénticos a los del autor, y que confiesa que “su relación con la literatura era pasional. La llevaba en el alma, en los sueños, en las orillas del amor. En realidad convivía con ella como un paciente con su enfermedad. Acosado por el insomnio y la violencia de las palabras cuando éstas se resistían a salir con la libertad que él necesitaba para vivir”. Y este personaje, a la vez narrador en tercera persona, a lo largo del texto asocia cada cosa con el mundo de las letras, y aprovecha para confesar cosas de su infancia, como la estadía en un internado inglés, recién llegado, sin conocer el idioma. Un relato en el que se invierte la relación entre ficción y realidad y un autor termina observando desde fuera, como a otro, sus propias obsesiones, su infancia remota, sus andanzas por la ciudad, todas ellas, ahora, convertidas en ficción.
EL COLECCIONISTA DE SOMBRAS, de Javier Vásconez. Pre-Textos, 2021. Valencia, 224 págs.