¿Programa común ya?

La existencia de un programa mínimo común fue uno de los méritos que le dieron la victoria a los partidos integrantes de la coalición en 2019.

El propósito de coaligarse se hizo explícito antes de la primera vuelta: se sabía que el Partido Nacional no iba a estar solo si, como parecía seguro, debía disputar la presidencia en segunda vuelta. Pero cada partido hizo su campaña y disputó la primera ronda con su propia identidad. Dispuestos todos a caminar juntos, pero no entreverados.

Por esa vía, de algún modo nos reapareció una las olvidadas virtudes de la ley de lemas y el doble voto simultáneo: permitir que las inflexiones internas de cada partido quedaran plebiscitadas en la elección nacional. En los últimos comicios nacionales, después que se conocieron los resultados se debatió y aprobó el “Compromiso Por El País”, cuyo introito proclamaba: “Los abajo firmantes fuimos competidores en las elecciones del pasado 27 de octubre. En conjunto, los uruguayos nos honraron con el 53 % de votos emitidos. Los legisladores electos por nuestras listas acumulan 56 bancas en la Cámara de Representantes sobre un total de 99 y 17 bancas en el Senado sobre un total de 30. Todos juntos podemos ofrecer al país lo que nadie más está en condiciones de ofrecer: una mayoría parlamentaria que permita gobernar con fluidez, y una variedad de enfoques y sensibilidades que nos ayude a dar mejores respuestas a la diversidad de necesidades y aspiraciones de los uruguayos. Hasta el 27 de octubre fuimos competidores. Hoy ya no lo somos. Partiendo de la diversidad de nuestras tradiciones y de nuestras miradas políticas, nos hemos puesto de acuerdo en un conjunto de rumbos estratégicos que aseguran una acción de gobierno sólida y coherente. Cada uno de esos rumbos se traduce en medidas concretas, sobre las que hemos acordado y sobre las que seguiremos profundizando.”

Transcribimos ese Compromiso con la serenidad que, a quienes lo apoyamos, nos da saber que, al borde de 3 años de gobierno, el gran propósito de servir al bien común se está cumpliendo con altura, eficacia y perspectivas. Pero repasamos ese texto no para medir lo que hizo bien el gobierno sino para prevenir los males que podrían derivarse de apurarse a firmar un programa común ahora o antes de la primera vuelta de octubre de 2024.

El Compromiso de 2019 fue un acuerdo programático en que cada partido confirmó la voluntad de conservar su individualidad. Y eso fue trascendental para el ánimo de un pueblo que supo conocer definiciones recias con ciudadanos ejemplarmente jugados a sus convicciones, pero que también supo lograr coincidencias nítidas y reconciliaciones ejemplares.

La inquietud por conjugar una imagen común es comprensible, pero ningún apetito electoral debe pasar por encima de las diferencias de identidad.

El senador Manini Ríos ha hecho público que se opone a que se haga un programa común antes de las elecciones. Más allá del cálculo electoral de la fuerza que fundó, objetivamente tiene razón.

Si todos nos ponemos lúcidos, es posible, y deseable, que se logren grandes acuerdos nacionales que no respondan al esquema binario que se remacharía si en vez de proclamar los ideales propios, por querer homogeneizarnos pasamos a licuarnos todos.

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Leonardo Guzmán

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