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El infierno de lo igual

Byung-Chul Han es un profesor de filosofía de la Universidad de las Artes de Berlín.

Es autor del libro “La Sociedad de la Transparencia” que llegó a mí por recomendación de un conocido hace unos años. Aproveché para leerlo en un viaje en avión. Tengo la costumbre vieja de marcar las páginas que me interesan para, luego en el verano, hacer fichas con los conceptos.

El libro de Han tiene noventa y pocas páginas. Me encontré marcándolas todas. No tiene una que no provoque el pensamiento o no despierte el interés.

Byung-Chul Han habla de la sociedad de la transparencia en que vivimos. La critica. Afirma que la demanda de información sobre nuestras vidas llevó al mundo actual a un exhibicionismo que llama la post privacy.

Su descripción (y queja) es impactante.

Mas si la comparamos con la vida actual donde en Instagram, Facebook, Twitter, Youtube, TikTok y hasta WhatsApp publicamos imágenes, fotografías, comentamos actividades o relatamos hechos, públicos y personales, a miles de personas. La mayoría de las cuales ni conocemos.

Cuanto más osadas son las fotos o los comentarios o, a veces, cuanto mas ingeniosos o agresivos o más invaden la privacidad, más éxito tienen.

Porque el éxito no se mide en la forma tradicional sino en la cantidad de me gusta, reacciones, retuits o vistas que la fotografía, el comentario, el artículo o el video obtienen.

El profesor Han se queja de que estos excesos llevaron a un desconocimiento de lo negativo y ello termina en una uniformización de todo.

Lo llama “el infierno de lo igual“.

En esta sociedad parece que solo se admite el me gusta que todo lo iguala. Señala como ejemplo que en casi todas las redes solo hay un botón para poner Me Gusta, no para No Me Gusta.

Para Han, todo lo positivo necesita compararse con lo negativo. Porque ¿cómo definir el negro sin el blanco y viceversa? ¿Cómo saber si una propuesta es buena si no la podemos comparar con otra?

Una fotografía o un comentario podría recibir muchos Me Gusta pero quizás muchos más No Me Gusta si es que esta opción estuviera permitida y ahí tendríamos el verdadero estado de la opinión.

A lo que se suma que asistimos a un exceso de información. Esta fluye de una forma nunca vista antes en cantidad y celeridad.

Ese exceso también es un impedimento para el análisis. Nos impone saber elegir las fuentes de la misma, analizarla y llegar a la conclusión. Muchas veces no lo hacemos y nos quedamos en el titular sin profundizar y en una reacción casi automática le damos el Me gusta.

En su memorable cuento “Funes, el Memorioso”, Jorge Luis Borges llega a una conclusión similar. Funes, el personaje del cuento, vive en la ciudad de Fray Bentos. Tiene una memoria prodigiosa. Recuerda cada lugar, cada cosa, cada persona que conoció. Pero la recuerda, además, en cada momento en que tomó contacto con cada una y hasta le llama de forma distinta según el instante en que la vio.

Pero, decía el maestro Borges con su habitual ironía, “sospecho que tanta información no le permitía a Funes pensar bien“.

Tanta información al igual que el exceso de Me Gusta terminan atentando contra la profundidad de los conceptos, y reduciendo todo a titulares y slogans.

Tan necesario es el contraste que naturalmente surgió una potente forma de expresar la insatisfacción.

La reacción han sido los comentarios negativos y agresivos en las redes sociales, en especial en twitter. A lo que se sumaron las fake news, los ejércitos de bots y los que hacen política de redes sociales.

Desde el semianonimato que dan estas agreden, insultan y mienten. Todo con tal de lograr defenestrar al contrario. Sea este alguien de otro partido, otra creencia u otro equipo de fútbol.

Se mezclan el ingenio popular con la mala fé y un coro de acólitos dan retuits o ponen me gusta para convertirlos en trending topic, el máximo premio de esta nueva realidad social.

No parece importar si se tiene razón, se dice la verdad o se actúa con transparencia en la información. Lo que interesa es tomar algo y repetirlo hasta convertirlo en una verdad que perjudique al otro candidato o beneficie al nuestro.

Aturden en redes y medios con apoyos, cierran filas, escriben comentarios positivos o negativos según convenga y repiten y repiten mientras ponen me gusta y mas me gusta.

Los apoyos populares se limitan a eso: a militancia en las redes.

Se vive hoy como en el pueblo imaginario Eldorado del “Candido” de Voltaire sin intermediarios. En este no existían sacerdotes porque los habitantes no querían a nadie entre ellos y Dios.

Hoy entre la información y las personas ya no parecen haber intermediarios. Para mejor, o peor, llegan las aplicaciones que escriben textos por nosotros. Lo hacen a medida pensando en el destinatario y lo que este espera se le diga.

Algo que revolucionará todo. La forma de escribir, de comunicar, hasta de pensar. La inteligencia artificial está acá y cambiará hasta la educación.

Algunos, en lugar de ocuparse de estas cosas, centran sus críticas en que la elección de horas docentes no ha funcionado bien.

Unos estadistas.

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