Publicidad

Conscientemente incompetentes

Compartir esta noticia

Hace unos cuantos años ya, en el primer día de clase de mi maestría, uno de los profesores abrió su sesión diciendo algo que me quedó grabado: “Ustedes ahora son inconscientemente incompetentes. Se creen que saben, pero en verdad saben muy poco. Al final del primer año, intentaremos que sean conscientemente incompetentes. Y, con suerte, algunos de ustedes terminarán al final del segundo año siendo conscientemente competentes”.

Más allá de las risas del momento, con el tiempo descubrí que se refería al síndrome Dunnning-Kruger.

A fines de la década de los 90´, David Dunning y Justin Kruger, profesores de la Universidad de Cornell, presentaron una investigación a través de la cual demostraron que los individuos más ignorantes tienden a considerarse más inteligentes de lo que son, mientras que los individuos con mayores conocimientos suelen ser más modestos a la hora de reconocer sus capacidades.

Esto se debe a que la sobrevaloración del incompetente nace de la mala interpretación de la capacidad de sí mismo, mientras que la infravaloración del competente nace de la mala interpretación de la capacidad de los demás.

Este sesgo cognitivo tiene un doble peligro: por un lado, la inhabilidad de ciertas personas para reconocer su propia ineptitud.

Bertrand Russell, uno de los filósofos más influyentes del siglo XX, ya lo decía: “uno de los dramas de nuestro tiempo es que aquellos que sienten que tienen la razón son estúpidos y la gente que comprende la realidad es la que más duda”. Es decir, la ignorancia proporciona más confianza que el conocimiento, porque cuanto más sabemos de un tema, más comprendemos la complejidad detrás.

El contrario a este efecto es el síndrome del impostor, que ocurre cuando una persona que es exitosa piensa que todo lo que consiguió se debe a la suerte, por ende no lo merece realmente.

El otro peligro es que las personas muy competentes, al subestimar sus capacidades, dan por sentado erróneamente que las tareas que son fáciles para ellos también son fáciles para otros, lo que tampoco está excento de problemas.

“La ignorancia es la madre del atrevimiento”, dice el refrán. Y es más común de lo que imaginamos. No es raro encontrarnos con gente que cree saber de todo y opina de todo como si tuvieran un doctorado en el tema en cuestión. Esto se potencia en la era de las redes sociales, donde el anonimato y la distancia dan rienda suelta a este efecto a niveles insospechados, con total impunidad.

Pero en el mundo real también sucede y puede ser muy peligroso. Vemos personas que demuestran una enorme seguridad en sí mismas, parecen y están convencidas de saberlo todo cuando es lo contrario, y esa actitud equivocadamente nos transmite seguridad.

Como resultado, muchas veces terminan en posiciones de demasiada responsabilidad. El problema es que la incompetencia es más dañina cuanto mayor es el poder del incompetente.

Otro error muy común, es creer que porque una persona sabe de un tema, lo habilita a opinar de cualquier otro asunto con la misma propiedad.

Pero no nos creamos inmunes. Es importante reconocer que esta distorsión puede afectar a cualquier persona y no está relacionada a su coeficiente intelectual.

Como decía Confucio “El verdadero conocimiento consiste en conocer el alcance de la propia ignorancia”.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

Isabelle Chaquiriand

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad