"Ya no buscamos sentirnos bien, sino dejar de sentirnos mal": cómo nos afecta el déficit de dopamina

Según una psiquiatra, no solo las personas que son adictas a las drogas y al alcohol tienen problemas de dopamina, sino también aquellos que usan de manera excesiva los celulares.

Ansiedad, pánico, angustia
Mujer angustiada mirándose al espejo.
Foto: Freepik.

Muchas personas suelen sentirse sin energía, irritables y hasta desconectadas. Creen que todo se debe al ritmo acelerado de su vida diaria, pero la realidad podría ser que estén sufriendo una deficiencia de dopamina. Así lo explicó la profesora psiquiátrica y de ciencias de la Universidad de Staffordshire, Anna Lembke.

La vida moderna, donde los principales protagonistas son los alimentos ultraprocesados y las redes sociales, hace que esta hormona se eleve en exceso y se desequilibre. “La dopamina es una sustancia química que producimos en el cerebro vinculada a sentir placer, recompensa y motivación”, sostuvo.

Cuando las personas hacen lo que más les gusta, liberan dopamina como recompensa, por lo que el cerebro interpreta que debe repetir esa acción para sobrevivir y sentirse bien. Hoy, el cerebro suele estar saturado de mucha información, lo que hace que el órgano se adapte y compense negativamente la transmisión de esta sustancia, según la especialista.

Ansiedad, angustia, pánico
Hombre estresado.
Foto: Freepik.

“Esto nos lleva a un estado de déficit de dopamina, donde esencialmente hemos cambiado nuestro punto de referencia hedónico o de alegría. Ahora necesitamos más recompensa y en formas más potentes, no para sentirnos bien, sino simplemente para dejar de sentirnos mal”, aseguró.

Además, comentó que no solo las personas que son adictas a las drogas y al alcohol tienen problemas de dopamina, sino también aquellos que usan de manera excesiva los celulares.

Estos son los seis síntomas que indican un déficit de dopamina, según la psiquiatra:

  • Ansiedad.
  • Irritabilidad.
  • Insomnio.
  • Disforia (estado general de malestar o infelicidad).
  • Ansias o deseo intenso de consumir la sustancia o realizar el comportamiento adictivo.
  • Falta de motivación o pérdida de interés en actividades que antes resultaban atractivas o placenteras.

Wendy Pitre Ariza, El Tiempo/GDA

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