Redacción El País
El vínculo cada vez más estrecho con el celular y la costumbre de revisarlo aun sin necesidad han llevado a que distintos equipos científicos estudien cómo estas interrupciones permanentes afectan la atención y la memoria. Cuando la conducta se vuelve repetitiva, explican, aparecen más lapsus cognitivos y mayores dificultades para concentrarse, algo que hoy se detecta tanto en jóvenes como en adultos.
Cuando el hábito de desbloquear se vuelve automático
Investigaciones de las universidades de Nottingham Trent (Reino Unido) y Keimyung (Corea del Sur) advierten que mirar el celular unas 110 veces al día ya es un indicador temprano de uso problemático. No importa si no hay notificaciones nuevas: el simple acto de desbloquear por inercia genera una sensación de urgencia y mantiene al cerebro en alerta constante.
Un análisis de la Universidad de Gestión de Singapur encontró que estas interrupciones frecuentes predicen más fallos cotidianos de memoria y atención, incluso más que el tiempo total de pantalla. Según los autores, “la frecuencia de las revisiones, más que las horas acumuladas, es el factor que más se asocia a los fallos cognitivos diarios”.
A esto se suma un dato revelador: un sondeo de YouGov en Estados Unidos, citado por el Washington Post, mostró que muchas personas subestiman cuántas veces desbloquean el teléfono. La cifra real suele ser bastante mayor y queda registrada en los propios ajustes del dispositivo.
Cómo impacta en el cerebro mirar el celular a cada rato
El doctor Francisco Ceric, investigador del Instituto de Bienestar Socioemocional de la Universidad del Desarrollo (Chile), explicó al diario La Tercera que el foco atencional es clave para consolidar recuerdos. “Cuando la atención cambia de golpe, se activan sistemas de alerta que desregulan la asignación de recursos cognitivos”, señaló. Incluso tener el celular sobre la mesa —sin usarlo— puede interferir, porque una parte de la mente queda “en guardia”.
Ceric remarcó que no son las horas frente a la pantalla lo que más altera la memoria, sino la frecuencia del chequeo. Esa conducta se sostiene en el sistema de recompensa del cerebro, que se activa con cada aviso, actualización o “me gusta”, mecanismo similar al que participa en las adicciones. Por eso, revisar el aparato puede sentirse como una necesidad, aunque no haya nada relevante.
También es habitual que el celular funcione como escape ante el aburrimiento o la incomodidad social, lo que termina afectando habilidades básicas como tolerar la espera o mantener la concentración en una tarea sostenida.
Un estudio citado por el Washington Post, realizado por la investigadora Gloria Mark (Universidad de California en Irvine), reveló que en reuniones laborales de solo 30 minutos, una de cada cuatro personas mira el teléfono al menos una vez. Y recuperar el foco luego de una interrupción puede llevar más de 25 minutos.
Cuando la revisión del celular se transforma en un problema
Según Ceric, más que contar las veces exactas en que se revisa el teléfono, lo clave es identificar patrones y consecuencias. El uso se vuelve preocupante cuando hay pérdida de control —decir “no lo voy a revisar” y hacerlo igual— o cuando interfiere con tareas laborales, estudios o actividades cotidianas.
También es signo de alerta modificar rutinas para poder chequear el aparato, revisar el celular en situaciones riesgosas (como manejar o cruzar la calle) o sentir ansiedad, inquietud o mal humor cuando no se lo puede usar. Ceric equipara estas reacciones con pequeñas formas de abstinencia, y explica que el alivio al recuperar el celular muestra un grado de dependencia.
Qué hacer para reducir la necesidad de mirarlo a cada rato
Para el académico, el punto no es demonizar la tecnología sino aprender a regular la relación con ella. Entre las estrategias más efectivas, recomienda:
- Observar durante algunos días cuándo y por qué se desbloquea el celular.
- Desactivar notificaciones no esenciales y reordenar las apps de la pantalla de inicio.
- Mantener el teléfono en silencio o en otra habitación durante la noche.
- Establecer momentos concretos para revisarlo, alternando periodos sin dispositivo con pausas cortas para atender mensajes.
- Entrenar la espera: demorarse unos minutos antes de desbloquearlo o realizar actividades sin pantalla.
- Buscar reguladores alternativos del aburrimiento o la ansiedad, como caminar, escribir, leer en papel, conversar o hacer actividad física.
Si pese a estos cambios la conducta sigue generando malestar o afecta la rutina diaria, Ceric aconseja consultar con un profesional para trabajar en un abordaje más específico.
En base a El Tiempo/GDA
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