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Este comportamiento rutinario es señalado por los científicos por ser nocivo para la función cognitiva y el bienestar emocional

Un estudio de la Universidad de Stanford reveló que exponerse a quejas durante 30 minutos al día puede dañar el cerebro. Aunque parezca liberador, quejarse tiene consecuencias negativas a largo plazo.

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Tomografía en la pantalla de una computadora.
Foto: Freepik.

La Nación/GDA
En la búsqueda constante de mejorar el bienestar y la salud mental, a menudo se encuentran hábitos cuyo impacto podría estar subestimado. Estos comportamientos, arraigados en las rutinas diarias, pueden tener consecuencias significativas en la salud cerebral.

Entre ellos, existe uno en particular que, a pesar de su aparente inocuidad, es señalado por los científicos como especialmente perjudicial para el cerebro. Este hábito, presente en las interacciones diarias, despierta un creciente interés entre los investigadores por sus efectos negativos en la función cognitiva y el bienestar emocional.

Las quejas, un hábito perjudicial

Este hábito, el cual se encuentra arraigado en nuestro lenguaje cotidiano y a menudo pasado por alto, ejerce un impacto profundo y pernicioso en el bienestar. Es el acto de quejarse, una práctica común y aparentemente inofensiva, pero que bajo su superficie esconde consecuencias considerables para la salud mental y cerebral.

Un estudio de la Universidad de Stanford reveló que exponerse a quejas durante 30 minutos al día puede dañar físicamente el cerebro, afectando las neuronas del hipocampo, esencial para la resolución de problemas y el funcionamiento cognitivo.

Dicha afirmación, respaldada por el doctor Travis Bradberry en su libro 'How Complaining Rewires Your Brain For Negativity', sugiere que quejarse no solo expresa negatividad, sino que reconfigura el cerebro para que futuras quejas surjan más fácilmente. Además, advierte que este patrón de comportamiento negativo altera la percepción que otros tienen de uno mismo.

Persona enojada
Persona enojada.
Foto: Freepik.

La neurociencia de las quejas

Cuando nos quejamos, nuestro cuerpo interpreta la situación como una emergencia, activando el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal y liberando cortisol, según explica la neuróloga Lucia Zavala. Dicho estado de alerta lleva al cerebro a remodelar sus neuronas y dendritas, un fenómeno conocido como neuroplasticidad.

Sin embargo, la exposición crónica a estrés y negatividad puede desequilibrar los circuitos neuronales, afectando nuestra capacidad de decisión, descanso, alimentación y consumo de sustancias como el alcohol y el tabaco.

A pesar de la tentación de aliviar el estrés mediante la queja, su impacto a largo plazo puede ser perjudicial, similar a hábitos como fumar o consumir comida rápida. La doctora Zavala advierte que los cambios en la actividad genética provocados por un estilo de vida no saludable pueden no ser completamente reversibles.

Alternativas positivas

No obstante, hay esperanza. Una investigación de la Universidad de California descubrió que cultivar una actitud de gratitud puede mejorar el estado de ánimo, la energía y reducir la ansiedad, al disminuir los niveles de cortisol. Modificar pensamientos negativos por positivos y fomentar la neuroplasticidad saludable puede convertirse en un estilo de vida más beneficioso.

Trevor Blake, en su libro 'Three Simple Steps: A Map to Success in Business and Life', describe cómo la actividad cerebral se ve influenciada por diversos estímulos, incluidas las quejas. Sugiere estrategias para defendernos de la negatividad:

  • Tomar distancia: comparando las quejas con el fumar pasivamente, Blake aconseja alejarse de las situaciones negativas para proteger al cerebro.
  • Enfrentar al quejoso: pedir a la persona que se queje que busque soluciones puede ser una estrategia efectiva para cambiar el enfoque de la conversación.
  • ¡Escudos arriba!: utilizar técnicas mentales, como imaginarse en un lugar tranquilo, puede ayudar a bloquear los efectos negativos de las quejas. Blake ilustra esta última táctica con la anécdota del golfista Seve Ballesteros, quien imaginó una campana de cristal invisible para protegerse de la hostilidad de una multitud.

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