Redacción El País
El cáncer de próstata continúa siendo el tumor más frecuente entre los hombres en Uruguay. Cada año se diagnostican más de 1.400 casos y unas 570 personas mueren por esta causa, lo que la convierte en la tercera causa de muerte por cáncer en el país, después del de pulmón y el colorrectal.
A pesar de los avances médicos, los urólogos advierten que los uruguayos siguen llegando tarde. Y no solo frente al cáncer: también ante síntomas que podrían ser una primera señal de alarma, como la disfunción eréctil.
“El tiempo importa”, subraya el doctor Carlos Montoya, gerente asistencial de UCM. “Un chequeo anual puede cambiar un pronóstico. Pero seguimos creyendo que ir al urólogo es opcional, y no lo es”.
Noviembre es, cada año, el mes en que los mensajes de prevención se multiplican. Campañas, moños, hashtags y recordatorios buscan poner el foco en la salud masculina. Sin embargo, la práctica médica muestra que la conciencia no siempre se traduce en acción.
“Las campañas ayudan a visibilizar el tema, pero la verdadera toma de conciencia llega cuando el hombre entiende que prevenir también es cuidarse”, apunta Montoya. “A veces hace falta un síntoma o una conversación con la pareja para que se animen a consultar”.
El especialista recuerda que, en los controles anuales, un simple examen de sangre —el conocido PSA— puede detectar alteraciones antes de que aparezcan síntomas. En los casos diagnosticados a tiempo, el pronóstico mejora de forma notable.
El síntoma que se esconde
La disfunción eréctil es un tema que se aborda poco, pero que afecta a una mayoría silenciosa. Según estimaciones internacionales aplicables a la población uruguaya, más del 60 % de los hombres adultos presenta algún grado de dificultad, aunque pocos lo consultan.
“En general, los pacientes llegan cuando ya probaron de todo por su cuenta. Pero la disfunción eréctil no es solo un tema sexual: puede ser la primera señal de un problema vascular, de diabetes o de hipertensión”, explica Montoya.
Los urólogos insisten en que este síntoma debería tratarse como una ventana de prevención cardiovascular. “A veces, el cuerpo avisa antes de que el corazón lo haga. Ignorarlo es cerrar los ojos ante algo mayor”, resume.
Más allá de los números, los médicos identifican una barrera persistente: la reticencia masculina a consultar. Según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo del MSP y el INE (2024), seis de cada diez hombres no tuvieron ninguna consulta médica en el último año y nueve de cada diez jamás hablaron con un profesional sobre su salud sexual.
“Hay un mandato cultural de aguantar, de no mostrarse débil. Pero cuando un hombre posterga un control, lo que está en juego no es la imagen, es la vida”, advierte Montoya.
Para revertir esa tendencia, distintas instituciones médicas han comenzado a incorporar consultas regulares de urología en sus policlínicas. “El objetivo es integrar el control prostático al chequeo general, igual que la presión o el colesterol. Que el urólogo no sea el médico de la urgencia, sino del cuidado”, añade.
Los progresos científicos contrastan con la lentitud del cambio cultural. Desde 2024, estudios realizados por la Universidad de Oxford y la Johns Hopkins School of Medicine han mejorado la detección temprana mediante biopsias líquidas: análisis de sangre capaces de identificar fragmentos del ADN tumoral antes de que el cáncer sea visible en una imagen.
Otros trabajos prueban marcadores moleculares que distinguen entre tumores agresivos y aquellos que pueden controlarse sin cirugía, evitando tratamientos innecesarios.
En el campo de la disfunción eréctil, las investigaciones más recientes apuntan a terapias regenerativas, como las ondas de choque de baja intensidad y el uso de células madre para restaurar la función vascular.
“Podemos tener la mejor ciencia del mundo, pero si los hombres no consultan, los avances no llegan”, reflexiona Montoya. “El problema sigue siendo el silencio”.
Los especialistas coinciden en que Noviembre Azul tiene valor simbólico, pero no sustituye la rutina médica. “La verdadera prevención no empieza con una campaña, sino con un hábito”, resume Montoya.
En distintos países se ensayan estrategias más cercanas: en Australia, programas de salud en espacios laborales; en Dinamarca, chequeos exprés durante la jornada; en España, campañas que asocian bienestar masculino y vida familiar.
En Uruguay, el desafío es cultural y sanitario a la vez: asumir que hablar de salud no es debilidad, sino responsabilidad.
“Cada consulta a tiempo es una oportunidad de adelantarse a lo que podría complicarse después. Cuidarse no es un gesto extraordinario: es parte de vivir bien, y hacerlo a tiempo siempre vale más que hacerlo tarde”, concluye Montoya.