Redacción El País
El kéfir no es solo una bebida: es una comunidad de vida microscópica. Según la cepa, puede contener entre 30 y 60 tipos de microorganismos, lo que lo convierte en una de las matrices probióticas más diversas que existen. Favorece la digestión, refuerza la barrera intestinal y participa en la regulación de las defensas del organismo.
Se elabora a partir de gránulos blancos y gelatinosos que combinan bacterias lácticas y levaduras. Al fermentar azúcares, generan ácido láctico, etanol, dióxido de carbono y compuestos bioactivos que transforman por completo el líquido base. Existen dos grandes familias de kéfir:
- Kéfir de leche: tiene un sabor ácido, textura cremosa y una composición similar al yogur. Aporta proteínas, calcio, fósforo, vitaminas del grupo B y K2, además de bacterias beneficiosas.
- Kéfir de agua: se elabora con azúcar, frutas secas y cultivos específicos. Contiene menos calorías y proteínas, pero mantiene sus propiedades probióticas y compuestos bioactivos.
Los estudios disponibles asocian el consumo habitual de kéfir con una larga lista de efectos potenciales: mejora de la digestión, control de colesterol y glucemia, actividad antiinflamatoria, antioxidante y antimicrobiana, además de posibles propiedades cicatrizantes y antialérgicas.
El intestino alberga cerca del 70% de las células del sistema inmunitario. Al mejorar el equilibrio microbiano y generar compuestos bioactivos durante la fermentación, el kéfir puede contribuir a una mejor respuesta defensiva del organismo frente a infecciones o agentes externos.
Cómo preparar kéfir casero
Hacer kéfir en casa es simple, aunque requiere atención. Los gránulos se colocan en un frasco de vidrio con leche o agua azucarada (según el tipo elegido) y se dejan fermentar de 24 a 48 horas a temperatura ambiente. Luego se cuela el líquido, se reservan los gránulos para el siguiente uso y la bebida se guarda en la heladera.
Para evitar contaminaciones, conviene usar utensilios limpios, evitar los metálicos, esterilizar los recipientes y mantener una adecuada higiene de manos y superficies. El kéfir refrigerado puede conservarse entre siete y diez días. Si presenta olor extraño o cambios de color, lo mejor es descartarlo.
En base a La Nación/GDA
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