Los beneficios del aceite de oliva y su rol fundamental en la prevención del daño hepático

Estudios indican mejoras significativas en la función hepática y en los niveles de lípidos tras seis meses de reemplazar otras grasas por aceite de oliva extra virgen.

Aceite de oliva y aceitunas
Aceite de oliva y aceitunas.
Foto: Freepik.

El hígado graso es una condición caracterizada por la acumulación de grasa en las células hepáticas. Mantener una alimentación saludable es fundamental para tratar esta afección; en particular, el aceite de oliva extra virgen ha cobrado especial relevancia por sus múltiples propiedades.

Este tipo de aceite se obtiene directamente de las aceitunas mediante métodos mecánicos, sin intervención de procesos químicos, y se distingue por su baja acidez libre, lo que lo convierte en una opción saludable para personas con afecciones hepáticas.

Uno de los principales efectos positivos del aceite de oliva extra virgen es su capacidad para reducir la inflamación hepática. Su alto contenido en polifenoles y ácido oleico proporciona una acción antiinflamatoria que protege las células del hígado.

A su vez, la resistencia a la insulina es un factor determinante en el desarrollo del hígado graso y el aceite de oliva extra virgen contiene compuestos bioactivos que favorecen la regulación de los niveles de glucosa y mejoran la respuesta a la insulina en el organismo.

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Aceite de oliva.
Fuente: Picryl.

Investigaciones difundidas en Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism indican que el consumo regular de este aceite puede disminuir hasta en un 30 % la probabilidad de presentar resistencia insulínica. Además, gracias a su composición rica en ácidos grasos monoinsaturados, este producto estimula la oxidación de lípidos y mejora los niveles de grasa en el órgano.

Cuando el hígado graso no recibe tratamiento, la enfermedad puede evolucionar a fibrosis o incluso a cirrosis. El aceite de oliva contiene compuestos fenólicos como la oleuropeína y el hidroxitirosol, con efectos antifibróticos. Investigaciones realizadas por el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba señalaron que estos compuestos podrían ayudar a frenar o prevenir el progreso hacia etapas más avanzadas de daño hepático.

Por último, quienes padecen esta enfermedad suelen presentar alteraciones en sus niveles de colesterol y triglicéridos. Incluir aceite de oliva extra virgen en la dieta diaria puede ayudar a equilibrar estos indicadores, ya que contribuye a reducir el colesterol LDL (conocido como “malo”) y aumentar el HDL (o “bueno”).

Su efecto beneficioso sobre el perfil lipídico se debe a sus ácidos grasos monoinsaturados y a sus antioxidantes naturales. Un estudio publicado en World Journal of Gastroenterology reportó mejoras significativas en la función hepática y en los niveles de lípidos tras seis meses de reemplazar otras grasas por aceite de oliva extra virgen.

El Universal/GDA

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