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Qué significa el concepto de "egoísmo sabio", por qué hace bien y cuatro maneras de alcanzarlo

Este concepto muestra que la línea que separa el interés propio del ajeno es, por lo menos, porosa.

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Buda
Foto: Pexels.

El egoísmo tiene mala fama y, por lo general, bien merecida. A nadie le cae bien esa personas que no pasa la pelota, tal vez, porque vemos en ellos un reflejo de nuestra propia capacidad de ser codiciosos. Decimos que nos preocupamos por los demás, pero como solía bromear el cómico George Carlin, seguimos agarrando el pan para quedarnos con la mejor parte.

Sin embargo, todos necesitamos actuar en nuestro propio interés. Al menos un poco. Si viviéramos en un estado de preocupación altruista perpetua, negándonos a defendernos y nos dejáramos pisotear, eso constituiría lo que un maestro budista tibetano llamó “compasión idiota”.

¿Cómo encontrar el equilibrio?

Hace poco viajé a Dharamsala, India, para pasar unas semanas en la órbita de el Dalái Lama. Fue una oportunidad excepcional, dado que ahora tiene 87 años y no concede entrevistas muy a menudo.

Soy un gran admirador del Dalái Lama. Pero admito que mi relación con él es, en cierto sentido, difícil. Por un lado, su biografía es extraordinaria. Por el otro, su defensa a ultranza de la bondad y la generosidad me hace pensar en el síndrome del impostor. El dalái lama es considerado la encarnación de una deidad budista de la compasión llamada "Avalokiteshvara". Esta deidad tiene mil brazos, con un ojo en cada mano, que escudriña el mundo en busca de sufrimiento. En mis horas difíciles, a veces me siento como si yo también fuera un ser de mil brazos, salvo que los ojos de mis palmas solo buscan una gratificación egocéntrica.

Durante nuestro encuentro, recordé que tenía una teoría que exponía con elegancia el falso binario entre egoísmo y desinterés: el egoísmo sabio. Todos tendemos a ser egoístas. Es natural y no hay por qué avergonzarse de ello. Pero, según él, un egoísmo verdaderamente ilustrado significa darse que actuar con generosidad y altruismo nos hace más felices que si solo pensáramos en nosotros mismos.

El egoísmo sabio no significa que no pueda tener mis propias ambiciones. Hace unos 2.600 años, el mismo Buda habló largo y tendido sobre lo que constituía un “medio de vida correcto” y que no perjudicara a otros seres. Eso no excluía el éxito material: algunos de los seguidores más leales de Buda eran ricos comerciantes.

Lo más importante que deben recordar las personas sabiamente ambiciosas es que los estados de orientación a los demás, como el altruismo y la compasión —que pueden considerarse simplemente como nuestra capacidad innata de preocuparnos por los demás—, nos sacan de los agotadores círculos viciosos de egocentrismo a los que tan a menudo nos empuja la sociedad moderna, con su énfasis en el individualismo, el consumismo y la frenética acumulación de “me gusta” en los selfies.

Así que si quieres practicar un mejor egoísmo, hay que cultivar una mentalidad compasiva. Las investigaciones sugieren que cualidades como la compasión y el altruismo no son valores predeterminados inalterables, sino habilidades que se pueden desarrollar. Aquí cuatro estrategias para poder acceder a ese círculo virtuoso.

Prueba la meditación de la bondad amorosa.

Siéntate en silencio, cierra los ojos y piensa en varias personas. Comienza con alguien fácil de querer, como una mascota o un niño. En cuanto tengas una imagen mental de ese ser, envíale en silencio cuatro tipos de pensamientos: que seas feliz; que estés a salvo; que tengas salud; que vivas a gusto. A continuación, piensa en ti mismo, en un mentor, en una persona neutral, en una persona difícil y, por último, en todos los seres del mundo. Te sugiero que empieces poco a poco, de uno a cinco minutos algunos días a la semana y vayas avanzando.
Al principio, me resistía a este tipo de meditación porque, además de ser egoísta, también soy escéptico y nada sentimental. Pero una vez que la incorporé a mi práctica, me ayudó a tranquilizarme.

Hablar con otras personas.

Concéntrate en aumentar la cantidad de interacciones positivas que tienes a lo largo del día, incluidos los extraños en una cafetería y en los ascensores. Los estudios han demostrado que estos “micromomentos” son un motivador poderoso felicidad.

Esta práctica es un correctivo potente a la falta de conexión social que tantos de nosotros experimentamos. Incluso antes de la pandemia, la soledad iba en aumento. Sabemos por las investigaciones psicológicas que la solidez de nuestras relaciones es quizá la variable más importante cuando se trata del florecimiento humano.

Dedica tareas cotidianas a otras personas.

Antes de comenzar una actividad, tómate unos segundos para dedicar lo que vayas a hacer al beneficio de todos los seres. Lo digo en serio. Antes de cepillarte los dientes, dormir la siesta o comerte un sánguche, di para tus adentros algo como: estoy haciendo esto para poder estar fuerte y sano, no solo para mí mismo, sino para poder ser útil para las demás personas.

Al igual que con la meditación de la bondad amorosa, al principio esto me costó un poco de trabajo, pero ahora lo considero una manera útil de elevar mis actividades cotidianas y activar mi altruismo latente. Así que, antes de hacer ejercicio o meditar, intento recordarme a mí mismo que lo hago no solo por razones egoístas, sino también para ser un padre, un marido y un compañero de trabajo más sano, feliz y útil. Y lo que es más importante, no hay problema si empiezas esta y todas las demás prácticas que he enumerado aquí con una intención egoísta. Es probable que tu motivación cambie con el tiempo.

Aprovecha las pequeñas oportunidades de ser generoso.

La ciencia nos dice que ser generosos beneficia al que da y al que recibe por igual. Algunas imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional muestran que ser generoso activa las mismas partes del cerebro que un postre. Esto se conoce como “la euforia del que ayuda”. Y el gesto no tiene por qué ser grandioso. No tienes que entrar corriendo a un edificio en llamas. Puede ser tan sencillo como abrirle la puerta a alguien, hacerle un cumplido o enviarle un mensaje de texto a alguien que está pasando por un momento difícil.todo cuando estimula el trabajo orientado a los demás.

No se trata de alcanzar la perfección, sino de entrenar nuestras mentes para dar pasos marginales pero significativos.

Dan Harris - The New York Times

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