Redacción El País
En tiempos donde las pantallas ocupan un lugar central en la vida cotidiana, muchos padres se preguntan qué tipo de contenidos son apropiados para sus hijos pequeños. Más allá del tiempo que pasen frente al televisor, los psicólogos coinciden en que la calidad del contenido es lo que realmente marca la diferencia. En ese sentido, un programa se ha ganado el reconocimiento de especialistas en todo el mundo: Bluey. Esta serie animada australiana, protagonizada por una familia de perros de raza Blue Heeler, combina ternura, humor y enseñanza de manera ejemplar.
La protagonista, una cachorra llamada Bluey, comparte con su hermana menor Bingo y sus padres —Bandit y Chilli— aventuras cotidianas que reflejan con fidelidad los desafíos y alegrías de la vida familiar.
Más que colores y canciones: aprendizajes reales
Lo que distingue a Bluey de otros programas infantiles es su profundidad emocional y su enfoque educativo. En lugar de centrarse en la repetición de letras o números, propone experiencias que fortalecen las llamadas habilidades blandas: empatía, paciencia, resolución de conflictos y creatividad.
Los psicólogos destacan tres aspectos que hacen de Bluey un modelo ideal para niños en edad preescolar.
1. Educación emocional desde el juego
Cada episodio —de unos siete minutos— aborda una emoción concreta: aburrimiento, celos, tristeza o frustración. En lugar de evadir estos sentimientos, los personajes los atraviesan y aprenden a gestionarlos. Los niños, al mirar, observan cómo sus pares (y los adultos) pueden dialogar, negociar y expresar lo que sienten sin miedo ni culpa.
2. La imaginación como herramienta de aprendizaje
El corazón de la serie es el juego imaginativo. Bluey y Bingo inventan roles, escenarios y desafíos usando objetos comunes del hogar. Esta dinámica enseña a los niños a resolver problemas, a cooperar y a ejercitar la creatividad —competencias clave para el desarrollo cognitivo y social—.
3. Un modelo de crianza activo y presente
Uno de los aspectos más valorados por educadores y psicólogos es el retrato de los padres. Bandit y Chilli no son figuras distantes: participan activamente en los juegos, acompañan sin imponer y muestran paciencia y empatía. El padre, en particular, rompe con los estereotipos tradicionales al asumir un rol afectuoso, divertido y comprometido.
Esta representación de la paternidad moderna —basada en la presencia y el vínculo emocional— ha sido señalada como uno de los grandes aciertos de la serie.
Una herramienta educativa disimulada en diversión
Aunque Bluey nació como un simple entretenimiento familiar, se ha convertido en un verdadero material pedagógico. Sus historias promueven valores como la cooperación, la empatía y la autonomía, mientras refuerzan el poder del juego compartido como base del aprendizaje y del bienestar emocional.
Para los psicólogos infantiles, los niños de entre 3 y 5 años aprenden más observando interacciones reales que repitiendo conceptos abstractos. En ese sentido, Bluey no solo entretiene: muestra cómo resolver conflictos, pedir disculpas o cuidar del otro, todo envuelto en humor y ternura.
Con una estética sencilla, diálogos inteligentes y situaciones con las que cualquier familia puede identificarse, Bluey se consolida como una de las series más valiosas para la primera infancia. En una era donde el consumo de pantallas preocupa, esta producción australiana ofrece una lección clara: ver televisión también puede ser una oportunidad para aprender, crecer y fortalecer los lazos familiares.
En base a El Tiempo/GDA
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