Tras una experiencia dolorosa, muchas personas modifican su manera de vincularse con los demás. Les cuesta perdonar y se muestran cerradas a formar o mantener relaciones afectivas.
Según María Marín, psicóloga especializada en trauma y apego, esta actitud de autoprotección tiene una raíz profunda: el cambio se da, sobre todo, cuando la herida proviene de alguien cercano.
“Nuestro cerebro entra en modo protección para evitar que conectemos con el dolor. Este empieza a asociar la confianza con el riesgo, como si lograrla fuera un peligro para la seguridad emocional”, profundiza Marín.
Explicándolo de una forma más sencilla, la experta dice que es como si esa experiencia negativa se grabara y se reprodujera en ciertos momentos para protegerse de lo que pueda venir más adelante.
“El problema es que este mecanismo de protección puede volverse demasiado rígido, llevándonos a desconfiar incluso de quienes no representan un riesgo”, resalta. Por ello, hay que tomar medidas desde que se reconoce el inconveniente.
Para que una experiencia no marque todos los vínculos importantes que tiene en su vida, debe revisar cuáles son las personas que le ofrecen consistencia y seguridad. De esta manera, la capa de protección puede apartarse y dejar de tomar el control de sus sentimientos, según afirma la psicóloga.
Cómo recuperar la confianza.
Como punto de partida, la profesional en salud mental deja claro que volver a sentirse cómodo con alguien, no significa olvidar lo que se vivió o “lanzarse sin pensar”, sino dar pequeños pasos con efectos positivos.
- Observar cómo actúan las personas a su alrededor.
- Analizar con quién siente seguridad.
- Reconocer que tener miedo es normal.
- Darse la oportunidad de vivir algo nuevo.
Por último, es importante que si siente que el inconveniente es algo muy profundo y complicado de sobrellevar, sepa que hay otras cosas por trabajar. En este sentido, se debe ver como prioridad la opción de ir a terapia.
Mariana Sierra Escobar/El Tiempo GDA
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