Por qué creer en Papá Noel no es un engaño para los niños y cuándo decirles la verdad, según la psicología

Muchos adultos se preguntan a qué edad es mejor revelar que Papá Noel no existe y temen que el niño se sienta traicionado, pero la neuropsicología aporta una visión tranquilizadora.

Papá Noel, Navidad
Niño fascinado observa a Papá Noel.
Foto: Freepik.

Redacción El País
Para muchas familias, diciembre trae consigo una pregunta recurrente: ¿a qué edad y de qué manera debemos contarles a los niños que Papá Noel no existe? Lejos de ser un simple tema festivo, la psicología y la neurociencia explican que este momento tiene un profundo vínculo con el desarrollo cognitivo infantil.

Según la psicóloga y psicopedagoga Mariana Fernández, especialista en neurodesarrollo infantil y atención temprana —quien compartió en Instagram un video sobre este tema en la cuenta que tiene junto con la psicóloga y neuropsicóloga infantil Carina Schwindt—, la clave está en comprender la etapa evolutiva que atraviesan los niños.

El pensamiento mágico: una etapa natural y necesaria

“Entre los tres y los siete años, los niños están en una etapa donde el pensamiento mágico es el dominante”, explica Fernández. En ese período, su cerebro todavía no distingue con claridad entre lo real y lo imaginario. La creatividad, la fantasía y la emoción funcionan a toda marcha porque la corteza prefrontal —la zona encargada de planificar, razonar y organizar— aún se encuentra en desarrollo.

Por eso, creer en Papá Noel no implica un engaño: es acompañar un proceso evolutivo totalmente natural, sostiene la experta. En esta etapa, los niños viven la fantasía como parte de su juego, su vínculo familiar y su propio crecimiento emocional.

Papá Noel, Navidad
Niña entrega su lista de deseos a Papá Noel.
Foto: Freepik.

El momento de la transición: cuando empiezan las preguntas

La señal de que un niño está listo para conocer una versión más realista de la historia de Papá Noel aparece cuando comienzan a formular preguntas lógicas, como: ¿Cómo entra por la ventana si vivimos en un apartamento? ¿Por qué mis regalos tienen el mismo papel que los de ustedes? ¿Por qué hay niños a los que no les trae nada?

Estas dudas indican que el pensamiento mágico está empezando a dar lugar al pensamiento racional. Según la neurociencia, es en ese momento cuando el cerebro infantil está preparado para integrar una explicación más realista sin que la experiencia afectiva se rompa.

Fernández aclara que no es necesario adelantarse a ese proceso: si el niño no pregunta, no hay urgencia en revelar la verdad. Pero si las dudas aparecen, es una buena oportunidad para acompañarlo de forma respetuosa.

Cena de Navidad
Cena en familia en Navidad.
Foto: Freepik.

Cómo decir la verdad sobre Papá Noel sin perder la magia

Cuando llega el momento, Fernández recomienda una explicación simple y amorosa, por ejemplo: "Papá Noel es una tradición que celebramos en familia. Representa la sorpresa, la generosidad y el espíritu de dar. Y los adultos ayudamos a que esa magia exista".

Este enfoque permite que la corteza prefrontal del niño incorpore la realidad sin que la vivencia afectiva se vea dañada. La transición deja de ser un quiebre para transformarse en un ritual compartido.

Una de las ideas que destaca la especialista es invitar a los niños a convertirse en “guardianes de la magia”. ¿Qué significa esto? Que ellos mismos puedan colaborar en envolver regalos, mantener la ilusión para los más pequeños o participar de la preparación de las sorpresas familiares. De esta manera, la fantasía se transforma en un ritual cargado de pertenencia, seguridad y memoria emocional, elementos fundamentales para el desarrollo infantil.

Muchos adultos temen que el niño se sienta engañado. Sin embargo, Fernández aclara que, para el cerebro infantil, la figura de Papá Noel no funciona como una mentira dañina, sino como parte del pensamiento mágico y del juego familiar.

“La magia no se pierde cuando decimos la verdad: solo cambia de forma”, explica. Y esa nueva forma puede ser incluso más significativa, porque aparece en un momento en que el niño ya está listo para integrarla. Acompañar este proceso con empatía, paciencia y una mirada evolutiva permite que la transición sea suave y, sobre todo, emotiva. En definitiva, se trata de seguir creando recuerdos y reforzando un vínculo familiar que trasciende cualquier mito.

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