Redacción El País
Lejos de ser un síntoma alarmante o una señal de debilidad, esa sensación de que uno se va a desmayar puede ser, en realidad, una reacción protectora del organismo. Así lo explica la psicóloga María José Ortolá, especializada en ansiedad, quien sostiene que muchos de los episodios que generan miedo o desconcierto tienen una causa fisiológica concreta.
“Cuando el sistema nervioso interpreta que hay una amenaza —aunque no exista un peligro real— activa de inmediato una serie de respuestas automáticas para protegernos”, describe la profesional en sus publicaciones sobre bienestar emocional. Esa activación modifica la respiración, redistribuye el flujo sanguíneo y afecta el equilibrio, lo que puede derivar en mareos, visión borrosa o sensación de desorientación.
La hipervigilancia y el bucle ansioso
El fenómeno, según Ortolá, está relacionado con la llamada hipervigilancia: un estado de alerta constante que hace que el cuerpo reaccione como si algo grave estuviera por suceder. Al acelerarse la respiración, cambian los niveles de oxígeno y dióxido de carbono en sangre, generando la inestabilidad típica de los ataques de ansiedad.
En ese punto, el cuerpo no está “fallando”, aclara la psicóloga, sino intentando protegerse. Sin embargo, cuando la reacción se prolonga, puede transformarse en un círculo vicioso donde el miedo alimenta más síntomas físicos.
Estrategias simples para calmar el sistema
Frente a un episodio de este tipo, Ortolá recomienda enviarle al cuerpo señales de seguridad. Una de las herramientas más efectivas es respirar de forma pausada y profunda, concentrándose en llevar el aire hacia el abdomen. Este tipo de respiración ayuda a reducir la velocidad del pulso y restablecer el equilibrio interno.
También sugiere reconectar con el entorno inmediato para cortar el bucle ansioso: mirar un punto fijo, notar la presión de los pies sobre el suelo o sentir el aire que toca la piel. Son gestos sencillos que contribuyen a “anclar” la mente en el presente y a disminuir la sensación de amenaza.
Comprender para perder el miedo
La psicóloga insiste en que entender el lenguaje del cuerpo es fundamental para manejar la ansiedad. “El mareo, la falta de aire o el aturdimiento no siempre indican que algo anda mal. A veces son la forma que tiene el cuerpo de protegernos”, resume.
Reconocer estos mecanismos, practicar técnicas de calma y, sobre todo, pedir ayuda profesional cuando los síntomas se vuelven persistentes puede marcar una gran diferencia en la vida cotidiana. En definitiva, comprender la ansiedad como una reacción humana —y no como un enemigo— es el primer paso para convivir con ella desde un lugar más amable y realista.
En base a El Tiempo/GDA
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