Algunas personas, incluso frente a evidencias claras, son incapaces de admitir un error y, en su lugar, responsabilizan a los demás. Este patrón de comportamiento, lejos de ser un simple rasgo de personalidad, está respaldado por mecanismos psicológicos complejos que han sido estudiados por expertos.
Según explicó la psicóloga Leticia Martín Enjuto en una entrevista con 'Cuerpomente', existen varios factores que pueden explicar esta tendencia a eludir la culpa.
El sesgo autocomplaciente y la distorsión de la realidad
Uno de los principales mecanismos implicados en este comportamiento es el sesgo autocomplaciente, un tipo de sesgo cognitivo que lleva a las personas a atribuir sus éxitos a cualidades internas (como su inteligencia o esfuerzo), y sus fracasos a factores externos. “Es común en perfiles narcisistas, aunque también puede aparecer en cualquier persona”, señaló Martín Enjuto a 'Cuerpomente'. Este sesgo impide que el individuo reconozca su participación en los errores, recurriendo a excusas o culpando a otros.
Este fenómeno también fue abordado por 'Psychology Today', medio que destaca cómo algunas personas, con un ego especialmente frágil, llegan a distorsionar su percepción de la realidad para evitar confrontar sus fallos. Según este análisis, admitir un error puede ser tan amenazante para su autoestima que sus mecanismos de defensa modifican los hechos en su mente, con tal de preservar una imagen positiva de sí mismos.
Dificultades emocionales y entornos de alta exigencia
Además del sesgo cognitivo, hay dificultades emocionales subyacentes. Como explicó la psicóloga consultada por Cuerpomente, quienes no reconocen sus errores suelen experimentar sentimientos abrumadores de culpa o vergüenza, por lo que evitan afrontarlos responsabilizando a otros. “Esto puede convertirse en un círculo vicioso, porque al no reconocer sus errores, no logran aprender ni crecer a partir de ellos”, explicó.
El contexto también influye. Según Martín Enjuto, estas actitudes son más comunes en entornos altamente competitivos, como ciertos ámbitos laborales, donde la presión por el éxito y la perfección hace que admitir un fallo se perciba como un riesgo para la reputación. En estas situaciones, esconder el error o atribuírselo a otra persona puede parecer, erróneamente, una estrategia de supervivencia.
Rasgos narcisistas y relaciones deterioradas
Si bien no todas las personas que niegan sus errores presentan un trastorno de personalidad, muchas comparten rasgos narcisistas. “Mantienen una imagen idealizada de sí mismos y recurren a mecanismos de defensa como la negación o la proyección”, explicó Martín Enjuto. Esta necesidad de proteger su autoestima puede llevarlos a culpar a los demás incluso frente a hechos incuestionables.
A nivel interpersonal, estas actitudes tienden a deteriorar las relaciones, tanto personales como profesionales. La constante evasión de la responsabilidad genera desconfianza y conflictos recurrentes. “La confianza se va perdiendo y el ambiente puede volverse tóxico”, advirtió la especialista.
Una vía hacia el cambio: autorreflexión y responsabilidad
Ambas fuentes coinciden en que enfrentar esta problemática requiere trabajo emocional y autorreflexión. Martín Enjuto recomienda fomentar una cultura de responsabilidad y autenticidad, tanto en el ámbito familiar como educativo o laboral, para que las personas se sientan seguras al reconocer sus errores. Además, destaca la utilidad de enfoques como la terapia cognitivo-conductual para ayudar a desarrollar una visión más realista y menos defensiva de uno mismo.
Por su parte, 'Psychology Today' subraya que la incapacidad de reconocer errores no debe confundirse con fortaleza: es, en realidad, un signo de fragilidad psicológica. Admitir un error, por incómodo que sea, requiere valentía y madurez emocional.
Reconocer la propia responsabilidad no solo es una herramienta de crecimiento personal, sino también una base esencial para construir relaciones más sanas y entornos más confiables.
Sofía Arias Martínez/El Tiempo GDA
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