Las heridas emocionales de la infancia influyen en cómo reaccionamos frente a las críticas y los halagos

Psicólogo explica por qué cuesta aceptar los elogios y gestionar las emociones frente a las críticas, y ofrece consejos para mejorar el vínculo con uno mismo y los demás.

Pareja conversa, discute
Mujer avergonzada conversa con su pareja.
Foto: Freepik.

¿Por qué a algunas personas les cuesta tanto aceptar un halago y, en cambio, sufren más de la cuenta cuando reciben una crítica? Según explica el psicólogo José Martín del Pliego, esta reacción emocional no está relacionada únicamente con la autoexigencia o la inseguridad, sino que tiene raíces más profundas que se remontan a las experiencias de la infancia.

Cuando una crítica duele especialmente, es porque se está “conectando con una grabación implícita que guarda el hipocampo”, la estructura cerebral encargada de almacenar las memorias episódicas. Según el psicólogo, esta grabación reactiva de forma automática un recuerdo de la infancia en el que la persona se sintió insuficiente o incapaz de cumplir con las expectativas de los demás.

“Puede que la causa de esta grabación provenga del entorno familiar, del colegio o de situaciones que marcaron la infancia”, aclara. Ante una crítica recibida en la edad adulta, el cerebro puede reactivar esa memoria emocional y hacer que la persona vuelva a sentirse como un niño regañado. “Se produce una conexión directa con esa grabación antigua en la que se sentía que no era bastante”, añade.

El problema radica en que, en la infancia, no se contaba con la autonomía emocional necesaria para gestionar las críticas de manera adecuada, y por eso estas experiencias tempranas dejaron una huella especialmente profunda. “En ese momento de la vida, la crítica tenía una gran importancia porque no había autonomía y se dependía emocionalmente de los adultos”, indica del Pliego. Esa memoria puede aflorar en la actualidad como una gran ola emocional que resulta difícil de manejar.

Ansiedad, pánico, angustia
Mujer con un ataque de pánico.
Foto: Freepik.

En cuanto a los halagos, podría pensarse que siempre deberían generar una sensación positiva, pero no siempre ocurre así. Según del Pliego, suelen estar vinculados a sensaciones de recompensa y conexión social: generan dopamina y oxitocina, neurotransmisores que refuerzan la autoestima y la sensación de pertenencia.

Sin embargo, en algunas personas, el halago puede activar una reacción emocional similar a la de la crítica. “En quienes han vivido experiencias de trauma o de sentirse insuficientes en la infancia, el halago puede conectarse con esa parte antigua en la que se creía que no se era bastante”, explica del Pliego.

Así, un comentario positivo puede reactivarse como una sensación de presión o como una expectativa que resulta imposible de cumplir. Esta dinámica emocional puede derivar en estrés, ansiedad, vergüenza e incluso rabia. “La intolerancia a los halagos y la sensibilidad a las críticas son dos caras de la misma moneda”, advierte del Pliego.

El primer paso para empezar a cambiar este patrón es entender que, en la mayoría de los casos, “una crítica no tiene por qué ser un ataque personal”. Con frecuencia, las críticas se perciben como un ataque directo porque reactivan heridas emocionales de la infancia.

Aprender a distinguir entre una crítica constructiva y una destructiva es clave para poder regular la respuesta emocional. Si incluso las críticas constructivas afectan demasiado, conviene explorar qué recuerdos o emociones están reactivándose en ese momento. Frente a las críticas destructivas, del Pliego recomienda aprender a poner límites y decidir hasta qué punto se permite que afecten a la vida emocional.

Ansiedad, angustia, pánico
Hombre estresado.
Foto: Freepik.

En el caso de los halagos, el psicólogo sugiere sustituir la respuesta automática de rechazo —como “eso no es verdad” o “me lo dicen para quedar bien”— por un simple “gracias”. Este cambio de actitud facilita abrirse a recibir el elogio y aprovechar sus beneficios emocionales.

Del Pliego también subraya que los demás suelen tener una visión más objetiva de cada persona que la que se tiene de sí mismo. A menudo, la propia percepción está teñida por un “criterio interno” muy exigente, que tiende a ser más duro que el juicio de los demás. Aceptar que esa visión externa puede ser más realista y generosa permite relativizar las críticas y disfrutar de los halagos con más serenidad.

En definitiva, comprender el origen de la sensibilidad ante las críticas y la dificultad para aceptar halagos puede ser el primer paso para transformar la relación con uno mismo y los demás.

El Tiempo/GDA

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