La nueva tecnología pretende ser utilizada para, entre otras cosas, pacientes con dificultades para el habla (en el artículo —publicado en O Globo se mencionan personas que sufrieron un derrame cerebral o pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA).
“Los investigadores estudiaron en total a tres personas —una con derrame cerebral—, todas las cuales ya tenían implantados los sensores. Usando este nuevo sistema de ‘habla interior’, los participantes solo necesitaban pensar en una frase que quisieran decir y aparecía en una pantalla en tiempo real. Con la nueva tecnología, los participantes del estudio lograron comunicarse a una velocidad de conversación cómoda de aproximadamente 120 a 150 palabras por minuto, sin más esfuerzo que el necesario para pensar en lo que querían decir”.
Si una de las primeras cosas que se te vienen a la mente cuando leíste esas líneas es algo similar a "Sentencia previa", la película con Tom Cruise, no estás solo.
Antes de seguir: la premisa de esa película es que, en un futuro no muy distante, será posible anticiparse a la intención de una persona de cometer un delito, y anular el crimen desde antes que sea cometido.
“Los implantes de lectura cerebral inevitablemente generan preocupaciones sobre la privacidad mental. Sin embargo, los investigadores y expertos dicen no estar preocupados por el uso indebido o el desarrollo imprudente de la tecnología y hablan de la integridad de los grupos de investigación involucrados en el estudio de prótesis neuronales, dice la nota de O Globo y plantea esta preocupación citando a médicos que “quieren resolver el problema de cientos de miles de personas”.
Eso, sin embargo, no tranquiliza a todos. No sería la primera vez, ni será la última, que el desarrollo científico se desentienda de algunas de las implicancias éticas y/o filosóficas de los avances proporcionados por ese desarrollo.
Al respecto, el filósofo Javier Mazza, director del Departamento de Humanidades y Comunicación de la Universidad Católica, dice que un dispositivo como el que se presenta, tiene importantes implicancias para la filosofía.
¿En qué pensamos cuando pensamos?
“Para empezar, arrojaría nueva luz a un dilema muy antiguo en la filosofía, que es el dilema de los qualia, y que refiere a la inaccesibilidad a la cualidad de la experiencia en la mente de los individuos. Un ejemplo: por más que estemos de acuerdo en que las hojas de un árbol son de determinado color, es imposible saber si la experiencia que estamos teniendo en nuestro cerebro es idéntica. Podemos llegar a un acuerdo si ‘traducimos’ lo que ocurre dentro de nosotros a un lenguaje. Pero no podemos acceder a la experiencia en sí en el caso del otro, solo a la experiencia propia”, explica el docente.
Además, agrega, este dispositivo agrega otra faceta a la discusión filosófica. “Habría que ver si, al poner en palabras los pensamientos, cómo lo hace, cómo lo traduce. Porque hay otro problema que esta noticia plantea: ¿Nuestros pensamientos son reductibles al lenguaje? En cierta manera sí lo son, porque lo hacemos: en este momento estoy articulando palabras y te las estoy transmitiendo, pero el dilema es hasta qué punto todo lo que hay en mi cerebro puede ponerse en palabras. Como ya dije, un dispositivo como este, podría echar luz sobre algunos de estos temas filosóficos”.
La construcción del sentido
Mazza señala otra faceta que va a resultar fundamental respecto de esta tecnología, una que deja de poner el foco en la experiencia subjetiva (y los riesgos de que otros puedan acceder a ella), y toma en cuenta el potencial comunicativo de un aparato así.
Si fuese posible que X accediera a los pensamientos de Y, la comunicación entre ambos sería total, ¿no? Imaginemos una charla entre marido y mujer, o entre psicoterapeuta y paciente.
Mazza: “Hay algo fundamental que es la construcción de sentido, y dentro de esa construcción, el aspecto de la voluntad. Ejemplo: una parte de mí quiere decirte algunas cosas en este momento, pero hay otras que aunque estén en mis pensamientos, no quiero decírtelas, al menos en este momento. O sea mi voluntad está ‘editando’ mis pensamientos, para transmitir lo que quiero decir y lo que, al menos por el momento, quiero callar”, dice Mazza.
Como se ve, la posibilidad de leer los pensamientos y transmitirlos hacia el exterior por parte de la tecnología puede facilitarle la vida a un paciente con ELA, pero también podría ser una herramienta para que un régimen totalitario —o una corporación comercial— pueda acceder a nuestros pensamientos y voluntades.