A sus 100 años, Nelly Fourment Gimer es un testimonio viviente de que la longevidad no solo depende de la genética, sino también de la actitud ante la vida. Con una rutina basada en la alimentación moderada, la fe inquebrantable y un optimismo contagioso, esta mujer ha sabido sortear momentos difíciles sin perder nunca la alegría de vivir.
En una tranquila mañana, acompañada por Flavia su nieta mayor, comparte con lucidez y ternura los recuerdos de su vida. Nació en 1925, un 14 de febrero, y con una sonrisa pícara comenta que su llegada al mundo coincidió con el Día de los Enamorados. “Bastante regalados estos años”, dice con humildad.
Su infancia transcurrió en Canelón Chico donde recuerda que el mate dulce siempre estaba presente en su hogar. “Mi madre me enseñó a tomar mate desde chica. Iba a ordeñar las vacas con él en la mano”, rememora con cariño. Ella la acompañaba en las tareas del campo y aprendía los secretos de la cocina. “Hacíamos manteca, queso, pan con dulce... todo casero. Era riquísimo”, asegura con nostalgia.
La vida en el campo transcurría entre juegos, escuela y religión. “La escuela estaba frente a la capilla y de ahí nos íbamos directo al catecismo”, recuerda. “Éramos unos diez niños”. Tomó la primera comunión en esa misma capilla, aunque más tarde, su boda se celebró en la parroquia de Las Piedras.
“Al abuelo lo conocí en un baile”, confiesa. “Me invitó a bailar y yo acepté. Desde entonces no nos separamos”. Roberto Siri y Nelly se casaron en 1948 y construyeron juntos una familia con cuatro hijos: Marta, Carmen, Anair y Roberto. Hoy, esa familia se ha extendido con siete nietos y once bisnietos.
Entre los momentos que marcaron su vida, recuerda con claridad el día en que llegó la electricidad a su pueblo. “Yo fui la que encendió la luz por primera vez en Canelón Chico”, cuenta con orgullo.
También rememora cuando un fuerte viento le voló el techo de su hogar. “Era una casa bien puesta, con todo, pero el viento nos la llevó”. Ese mismo día, su esposo decidió comprar una nueva propiedad. “Fuimos a la escribanía y ese misma tarde nos mudamos. Fue una catástrofe, pero también significó un nuevo comienzo”.

Hábitos
Uno de los pilares fundamentales de su larga vida es la alimentación: “comer poco” es su lema.
Nelly nunca se llena en exceso y, especialmente en la noche, optó siempre por una cena ligera, a menudo reducida a un té o un café con leche. A pesar de su gusto por lo dulce, siempre priorizó los alimentos que le hicieran bien. Además, toda su vida cocinó comidas caseras asegurándose de que su alimentación fuera lo más natural posible.
El sueño es otro de los factores claves en su vida. Se levanta temprano, pero nunca deja de lado la siesta y un buen descanso nocturno. Para ella, dormir bien es esencial para mantener la energía y el buen ánimo.
Otro aspecto que puede resultar llamativo es que a pesar de los años, Nelly nunca descuidó su apariencia. No hizo gimnasia pero caminó toda su vida con tacos convencida de que era una manera de mantener la postura. Siempre vestida con elegancia, con sus uñas pintadas y el cabello arreglado, sigue preocupándose por la combinación de su ropa y la prolijidad en cada detalle. “Si llevás algo que no combina, te lo va a decir sin filtro”, bromea su nieta.
Espíritualidad
La vida de Nelly no ha estado exenta de dificultades. Desde muy joven, se dedicó al cuidado de sus familiares, enfrentando enfermedades y pérdidas con una resiliencia admirable. Su clave ha sido la aceptación y la fe. “Siempre contemplando el dolor ajeno, pero con la certeza de que todo tiene un propósito”, comenta Flavia.
Incluso después de ver partir a muchos de sus seres queridos, ha sabido sobrellevar la tristeza con serenidad y fortaleza. “Nunca la vi sentada y triste”, agrega. Para ella, la fe en sí misma y en los demás ha sido la base de su vida.
A lo largo de su vida, el amor y la dedicación han sido su motor. Cuidó a su esposo hasta el último día, al igual que a otros miembros de su familia.
“Siempre con mucha atención, mucho amor”, dice con los ojos llenos de ternura. Su fe también ha sido un pilar fundamental. “Dios me ha ayudado en todo. La fe me sostiene”, afirma.

Legado
Hoy, con un siglo de vida, sigue disfrutando de lo simple: “Yo hago lo que puedo. Aún me gusta cocinar y tomar mate”.
Lejos de sentirse en el ocaso de su vida, sigue haciendo planes. “Usaré el andador cuando entre en la vejez”, dice con humor, convencida de que aún no ha llegado a esa etapa. Tras su cumpleaños número 100, ya está pensando en los 50 años de su primera nieta, a los que espera asistir.
No es la primera vez que sorprende con su vitalidad: a los 90 años cumplió el sueño de volar en helicóptero y, en los festejos de su centenario, se animó a cantar tango.
Más allá de su longevidad, lo que más destacan quienes la rodean es su inmenso corazón. Siempre pendiente de los demás, Nelly ha sido un pilar en la vida de sus hijos, nietos y bisnietos. Desde ofrecer un plato de comida hasta brindar palabras de aliento en momentos difíciles, su vida ha estado marcada por la entrega y la generosidad.
Con la misma energía con la que ha enfrentado cada etapa, confía en seguir adelante. “Tengo fe. Así que creo que voy a seguir unos añitos más”.
Su historia, llena de resiliencia y amor, es un testimonio de vida que inspira a quienes la rodean. “Hasta que pueda, seguiré adelante”, dice con convicción. Y nadie duda de que así será.
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